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Cómo los Verdes alemanes dejaron de ser pacifistas

«Nada de armas y de armamento para países en guerra», decía un cartel con el que los Verdes ecologistas pedían el voto en las elecciones generales de 2021. Año y medio más tarde son el partido del Gobierno que más apoya el envío de armas a Ucrania.

Annalena Baerbock, ministra de Exterior alemana. (Jonathan NACKSTRAND | AFP)

La Historia enseña que los nombres, símbolos y siglas de partidos y organizaciones pueden perdurar durante décadas, pero siempre son las personas las que determinan su trayectoria. Con los Verdes alemanes pasa igual.

Hay una serie de fotos históricas en blanco y negro que muestran al primer grupo parlamentario del partido en 1983, cuando entró por primera vez en el Bundestag. Se ve a sus miembros sentados entre el grupo del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), a su izquierda, y el de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), a su derecha. Tuvieron que luchar para que no los ubicaran a la siniestra del SPD porque nunca se veían como la «extrema izquierda». Incluso amenazaron con quedarse de pie en la apertura de la legislatura si las otras dos formaciones y el Partido Liberal Democrático (FDP) no cedían. Los Verdes se salieron con la suya.

Por eso, sus diputadas Petra Kelly y Marieluise Beck se sentaron en primera fila, a la misma altura que los jefes de los grupos del SPD y de la CDU, Willy Brandt y Helmut Kohl, respectivamente. Detrás de ellas se colocaron Otto Schily y Joschka Fischer. El primero era un conocido abogado de activistas políticos, algunos de ellos miembros de la Fracción del Ejército Rojo (RAF); el otro, sin formación profesional reconocida, un famoso activista de la lucha urbana contra la especulación inmobiliaria en Frankfurt del Meno. La estudiante de Magisterio Beck provenía de una asociación de estudiantes cercana al SPD. Kelly se había licenciado en Ciencias Políticas en EEUU. Allí conoció el movimiento pacifista surgido de la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles de la comunidad afroamericana. También aprendió cómo se hacían las campañas electorales en EEUU, donde participó activamente a favor del candidato demócrata Robert F. Kennedy.

Los Verdes eran los únicos que ofrecían una alternativa pacifista a la lógica militar. Sobre todo Kelly, quien se convirtió en el icono del pacifismo originario de los Verdes

Cuatro vidas distintas que hasta cierto punto reflejan el individualismo que caracterizaba a los Verdes. Este engendró la democracia de base en su seno con sus interminables y muchas veces caóticos debates. La imagen que transmitían les diferenciaba de la férrea jerarquía de los otros tres partidos, anclados en sus posiciones políticas e ideológicas.

Pese a sus diferencias, el denominador común de CDU, SPD y FDP era el rechazo del socialismo real representado por la Unión Soviética y el apoyo incuestionable a la OTAN. Dentro de este margen, el histórico canciller Willy Brandt (SPD) creó la ostpolitik para reducir el peligro de una tercera guerra mundial en el centro de Europa, pero sin cuestionar a la OTAN. En la misma línea se hallaba su sucesor, Helmut Schmidt (SPD), cuando decidió instalar los misiles nucleares Pershing II de EEUU en Alemania.

Los Verdes eran los únicos que ofrecían una alternativa pacifista a esa lógica militar. Sobre todo Kelly, quien se había unido sentimental y políticamente al exgeneral Gert Bastian y se convirtió en el icono del pacifismo originario de los Verdes.

Sin embargo, su partido era una confluencia de diferentes corrientes ideológicas y temáticas. El debate sobre las armas nucleares iba estrechamente vinculado a la discusión sobre la energía atómica. El accidente de la central de Harrisburg (EEUU, 1979) sensibilizó a una parte de la población sobre esta fuente de energía y de sus residuos tóxicos, para los que no se había encontrado ningún depósito definitivo. Con el ecologismo se abrió la puerta a una manera alternativa de vivir, alimentarse, moverse en bicicleta y no en coche, producir energía de forma renovable y hacer política.

Al Estado germano occidental le venían bien los Verdes para reformar las rígidas estructuras creadas por la CDU, el SPD y FDP, pero siempre que no se tocaran sus cimientos económicos.

Dado que los Verdes se consolidaron como fuerza política, entraron en la ecuación aritmética para formar Gobiernos. En 1985, Fischer llevó a los Verdes a su primera coalición con el SPD a nivel regional.

Los Verdes eran los únicos que ofrecían una alternativa pacifista a esa lógica militar. Sobre todo Kelly, quien se había unido sentimental y políticamente al exgeneral Gert Bastian y se convirtió en el icono del pacifismo originario de los Verdes

Con ello se abrió la lucha interna entre las dos alas, la de los «fundis» y la de los «realos». Los denominados «fundamentalistas» rechazaban las coaliciones y se aferraban a las principios originarios de los Verdes. Los «realistas» buscaban cambiar el sistema desde dentro mediante coaliciones con el SPD. El debate se agudizó tras la unificación alemana en 1990.

En las primeras elecciones de la Alemania unida, los Verdes se quedaron fuera del Parlamento. Por los problemas internos, Schily dejó el partido y se afilió al SPD. Con la unificación vino la segunda guerra del Golfo. El movimiento pacifista evitó que el canciller Helmut Kohl (CDU) ordenara intervenir directamente en la contienda contra Irak. Para entonces, Kelly y Bastian se encontraban ya bastante aislados dentro del partido. Sus vidas acabaron en tragedia en 1992.

Un lustro después, la Fundación Heinrich Böll, cercana a los Verdes, aún recordaba que Kelly había llevado al Bundestag la frustrada indemnización a Gernika por el bombardeo de la Legión Cóndor alemana en 1937, pero después dejó de ser una referente. Los «realos» estaban reemplazando a los «fundis» para ser aceptados como socios minoritarios de un bipartito en Berlín. Pero el SPD –y el Estado– pusieron como condición que aceptasen la existencia de la OTAN. Al final, los «realos» desbancaron a los «fundis» porque supieron organizar mejor sus fuerzas por encima del individualismo y también gracias al apoyo mediático.

Así, en 1998, Fischer llevó a los Verdes a su primera coalición de esta índole, convirtiéndose en ministro de Exteriores del canciller Gerhard Schröder. Eliminó el pacifismo cuando con su «Nunca más Auschwitz» argumentó la participación activa de Alemania en la guerra de la OTAN contra Yugoslavia en 1999. En 2001 se enviaron tropas alemanas a Afganistán.

Ambas guerras provocaron que los restantes «fundis» se convirtiesen, que dejaran desilusionados la política o que se pasasen al partido socialista Die Linke (La Izquierda). En el bipartito de Schröder, Schily asumió la cartera de Interior. Con la excusa de la denominada «lucha contra el terrorismo islamista», recortó drásticamente las libertades civiles.

Perdido el poder en 2005, Schily pasó a trabajar para la industria biométrica y Fischer fundó una asesoría internacional. Le ayudó su homóloga estadounidense Madeleine Albright. Beck siguió hasta 2017 en el Bundestag. Después creó con su marido, Ralf Fücks, otro veterano de los Verdes, el think tank Centro Modernidad Liberal (LibMod). La ONG, subvencionada por el Estado alemán, sale en «defensa de una sociedad abierta» contra «la Internacional antiliberal cuyas redes se extienden por toda Europa» y tiene su centro en el Kremlin, según LibMod. Por eso, sus proyectos se fijan en Bielorusia y Rusia. En 2021, Moscú declaró el centro «una ONG indeseada» e impide así cualquier actividad en Rusia.

En un debate en Praga, Baerbock llegó a asegurar que seguiría apoyando a los ucranianos «con independencia de lo que mis votantes alemanes piensen de ello». Su individualismo le llevó a asegurar también que «estamos en guerra con Rusia»

En 2022, un mes después de la invasión rusa de Ucrania, Beck y Fücks viajaron a la atacada capital ucraniana. La pareja se hizo un selfie ante la cerrada Embajada alemana. Lo transmitió por Twitter con el mensaje: «Nosotros nos hacemos cargo». Según decían, su viaje no estaba acordado ni con el partido ni con el tripartito de Olaf Scholz (SPD) al que pertenecen los Verdes junto con el FDP desde 2021.

Este activismo e individualismo lo sigue la generación sucesora, como la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, con sus viajes sorpresa a Ucrania. Defiende los intereses de Kiev, rechazando una solución negociada y llegando a prometer los tanques Leopard a Kiev antes incluso de que lo hiciera Scholz. En un debate en Praga, llegó a asegurar que seguiría apoyando a los ucranianos «con independencia de lo que mis votantes alemanes piensen de ello». Su individualismo le llevó a asegurar también que «estamos en guerra con Rusia».

Preguntados por qué dejaron de ser pacifistas, los Verdes de ayer y hoy recurren a la consigna que en 2010 Beck dejó grabada en una entrevista al diario ‘Süddeutsche’: «Nunca fuimos pacifistas». Para sostener dicha afirmación se ignora por completo el legado de pacifistas como Kelly y se recurre a aquella minoría de Verdes que en los años 80 sí apoyaban a movimientos armados en América Central.

La actual contienda, que no entraba en la agenda política alemana, marca el fin de la era del petróleo. Esta empezó con las dos guerras mundiales que a su vez cambiaron también el mapa geopolítico. Ahora se inicia la época de las energías renovables. La guerra en Europa acelera este proceso. Los Verdes sirven de ariete y garante de que el cambio tecnológico, económico e industrial se produzca, ya sea gobernando con el SPD o con la CDU. Sin embargo, este proceso puede naufragar justamente por la gestión y el transcurso de la contienda.