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Lo que decimos y lo que hacemos

CRÓNICA DE UN AMOR EFÍMERO
Estado francés. 2022. 100’ Tit. orig.: ‘Chronique d’une liaison passagère’. Dtor.: Emmanuel Mouret. Guion.: Emmanuel Mouret y Pierre Giraud. Int.: Sandrine Kiberlain, Vincent Macaigne.

Cartel de Cannes con la silueta de Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne. (NAIZ)

​La maestría de Emmanuel Mouret quedó demostrada en su anterior ‘Las cosas que decimos, las cosas que hacemos’ (2020), cuyo título sirve como perfecta declaración de intenciones con respecto a una obra heredera de Éric Rohmer, y que acierta a plasmar las contradiciones entre el deseo y el amor, entre lo que se dice y lo que se hace, a través de una narrativa disociativa entre la imagen y la palabra. Esto se repite en ‘Crónica de un amor efímero’ (2022), pero de manera más concentrada si cabe, porque ya no son varios personajes en sus encuentros y desencuentros, sino una única pareja dividida entre sus sentimientos y su sentido práctico de la vida, conservador y racionalizado.

Charlotte y Simon son amantes, y ambos están demasiado conscientes de su situación. Ella, como madre soltera recién separada, y él como hombre casado y padre de familia. Saben que su relación no tiene futuro y la única duda consiste en ponerle una fecha de caducidad. Por lo tanto se trata de intentar disfrutar del momento, en un juego casi infantil, que les lleva a un romance al aire libre exaltado por la fotografía luminosa y radiante de Laurent Desmet. El problema es que lo que sienten va en contra de su planteamiento teórico, ya que cada vez están más compenetrados y la complidad es mayor. En definitiva, son felices juntos mientras dura su idilio pasajero.

Estamos ante una relación condenada, pero diferente de los amores imposibles que siguen el modelo instaurado por David Lean en ‘Breve encuentro’ (1945), continuado por Clint Eastwood en ‘Los puentes de Madison’ (1995). Frente al encuentro casual, y que se sustenta en lo que pudo ser y no será, Mouret propone un tipo de azar mucho más influyente, hasta el punto de que la aventura representada por Sandrine Kiberlain y Vincent Macaigne resulta desequilibrante y rompe sus esquemas prestablecidos, demostrando que no lo tenían todo tan atado o decidido en sus respectivas existencias como creían, porque la pasión no es fácil de controlar.