La WNBA quiere usar el ‘efecto Caitlin Clark’ para consolidarse como espectáculo sin peros
La WNBA crece y con el tirón del desembarco de Caitlin Clark, espera firmar de manera inminente un potente contrato televisivo y mejoras en las condiciones de las jugadoras. La competición, que deberá parar por la cita olímpica, comienza este martes con Las Vegas Aces como doble campeona.
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Un potente acuerdo televisivo a la vista. Una futura expansión con cuatro nuevos equipos. Mejoras en las condiciones de las jugadoras. Las Vegas Aces como rivales a batir. Así es la WNBA que arranca este martes su nueva temporada y que quiere crecer a partir del impresionante fenómeno de Caitlin Clark, pero con la clara consciencia de que puede ofrecer mucho más.
Será mañana martes, a las 20.00 local –las 2.00 en Euskal Herria–, el Mohegan Sun Arena de Uncasville y contra las Connecticut Sun. Esos son los datos del inminente y muy esperado debut en la WNBA con las Indiana Fever de Caitlin Clark, la prodigiosa jugadora llamada a cambiar el baloncesto femenino tras reventar récords y convertirse en la máxima anotadora de la historia –máxima anotadora absoluta, superando a todo un ‘Pistol’ Pete Maravich– de la NCAA.
Todo en la WNBA gira estos días en torno a Clark, cuyos partidos de pretemporada también se han seguido con una atención asombrosa.
La liga, en cambio, con la comisionada Cathy Engelbert a la cabeza, tiene muy claro que le ha caído un regalo del cielo con la estrella surgida de Iowa, pero la WNBA cuenta con argumentos adicionales para crecer no solo impulsada por el fenómeno de Clark. Nuevos equipos, nuevas audiencias, rivalidades pasadas, presentes futuras...

Con Las Vegas Aces entrenadas por Becky Hammon defendiendo su doble corona de los dos últimos años –recién acaban de llevar a cabo la protocolaria recepción en la Casa Blanca– y las New York Liberty como su principal rival, la WNBA, que tendrá un notable parón veraniego por los Juegos Olímpicos de París 2024, contará con 12 equipos pero ya para 2025 tendrá un conjunto nuevo que se instalará en San Francisco como reflejo femenino de los Golden State Warriors.
Para 2028, la liga espera llegar a 16 franquicias y para esas tres plazas hay pretendientes como Filadelfia, Toronto, Denver, Portland, Nashville…
Antes de seguir cantando alabanzas a un espectáculo deportivo que, poco a poco, necesita cada vez menos autojustificaciones para saberse de primer orden, cabe un inciso: los equipos al Este del Atlántico tendrán que hacérselo mirar para «reclutar» a sus jugadoras, en buena medida las mejores, en lkos comienzos de temporada, o tendrán que empezar a hacer virguerías con sus calendarios, no vayan a repetirse, y de forma redoblada, las «espantadas forzosas» de sus jugadoras cuando lleguen las fechas de los play-offs, porque sus equipos de la WNBA las reclaman, como sucede con el cambio normativo de la compertición de hace un par de años. Sin ir más lejos, IDK Euskotren debió afrontar su eliminatoria de cuartos de final ante Valencia Basket con la dolorosa ausencia de Dulcy Fankam, «reclamada» por las Seattle Storm en su «trainning camp» desde el primer día, lo que obligó a la pívot camerunesa a abandonar Donostia de forma inopinada y de un día para otro.
Asimismo, desde los propios Estados Unidos se está trabajando, no solo con la ampliación de equipos y, por ende, del calendario, de la WNBA, para que sus estrellas «no corran riesgos» en Europa. Rusia, pese a su veto continental, sigue siendo un lugar donde las jugadoras ganan un dinero impensable en otras partes del ámbito FIBA, y las que quieren hacer carrera en las Euroliga o Eurocup, suelen apostar por Turquía, sin perder de vista proyectos más o menos efímeros como el London Lions o los equipos franceses, que tal vez no paguen tanto como en Turquía o Rusia, pero que garantizan el pago al día y de un buen dinero, toda vez que las ligas francesas superan una severa auditoría cada temporada que no distingue de nombres ni de apellidos en los que no tienen sus cuentas saneadas.

Pues bien, este desarrollo de la WNBA obliga, a su vez, a una profunda reflexión de las competiciones domésticas y continentales de Europa, no vayan a quedarse, a cuenta de la velocidad y trascendencia que va adquiriendo la WNBA, cada vez más lejos en cuanto a nivel y atractivo.
La WNBA con su perspectiva
Volviendio a la otra orilla del Atlántico, falta concretar todos los planes que la WNBA se trae entre manos, pero las tendencias en la competición son favorables. En 2023 y solo contando la Temporada Regular, la audiencia televisiva fue la más alta en 21 años –505.000 espectadores de media– y la asistencia a los pabellones en total fue la más elevada en 13 años –1.587.488 fans–.
Evidentemente, estas cifras probablemente se queden en poxca cosa si se confirma sobre el parqué el ansiado «huracán Clark», que solo para su debut de pretemporada ya logró vender la semana pasada las más de 6.000 entradas disponibles del College Park Center de Arlington, en Texas.
«Es realmente la confluencia de muchas cosas positivas uniéndose tanto en el lado del baloncesto como en el de negocio», aseguró en abril la comisionada Engelbert a la cadena CNBC.
«Es el ascenso del deporte femenino. Es Caitlin y otras como Angel Reese, con una rivalidad desde el año pasado en la final de la NCAA. Son talentos generacionales con un gran seguimiento en las redes sociales y con una atención creciente en los medios», añadió. Ya se sabe: nuevas estrellas, nuevas rivalidades, nuevas oportunidades...
Como número uno del draft y con 2,2 millones de seguidores en Instagram, Caitlin Clark es la punta de lanza de la nueva promoción pero ni mucho menos llega sola.
Angel Reese, la estrella de LSU, es también ya una personalidad muy conocida en los Estados Unidos –3,1 millones de seguidores en Instagram– y esta semana acudió como invitada a la muy exclusiva y prestigiosa Met Gala de Nueva York.
Además, Cameron Brink tiene la misión de reflotar a Los Angeles Sparks y la brasileña Kamilla Cardoso, que viene de conquistar el título de la NCAA sin perder ni un solo encuentro con South Carolina, superando en el mano a mano –y en el cara a cara del «otro baloncesto»– a la mentada Angel Reese.
Pelotazos a la vista
Esta nueva WNBA también está provocando cambios a su alrededor y la televisión ha movido ficha: el debut de Clark así como el primer partido de las campeonas Las Vegas Aces se podrán ver en Disney+, en lo que será la primera retransmisión deportiva en directo en esa plataforma.
2025 será el año en el que la liga pueda hacer caja, ya que en ese momento acaba su actual contrato de derechos televisivos, y Engelbert ya ha dicho que espera «al menos duplicar« lo que la WNBA recibe ahora –unos 60 millones de dólares al año en televisión tradicional y 'streaming', según las estimaciones de CNBC–.
«Los derechos de los deportes femeninos han estado minusvalorados durante mucho tiempo así que tenemos esta enorme oportunidad en un momento en el que el panorama mediático está cambiando mucho», afirmó.
Lo esperable y deseable es que esa entrada de nuevo dinero en la WNBA también beneficie a las jugadoras, cuyos salarios están lejísimos de los que cobran en la NBA.
Según el convenio de la WNBA, el salario máximo para esta temporada es de unos 250.000 dólares –inciso: la Liga Femenina endesa de acaba de rubricar su segundo convenio a través del Sindicato de Jugadoras, AJUB, que estipula un salario mínimo de 16.000 euros anuales– y en la NBA el jugador mejor pagado esta campaña ha sido Stephen Curry con casi 52 millones
Con todo, hasta la fecha se han dado algunos pasos importantes hacia la profesionalización completa como el anuncio este martes de que la WNBA, por primera vez, tendrá vuelos privados para todos los equipos durante la Temporada Regular –la huella ecológica deberá esperar o recaer sobre los hombros de otras personas no tan privilegiadas–, una vieja reclamación para unas jugadoras que, pese a su estatura, debían volar hasta ahora en comercial.