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Los primeros eliminados; la danza de los muertos arranca en la Eurocopa

El trompazo de Polonia y la habitual derrota en tono festivo de Escocia encuentra en la casi absoluta eliminación de las selecciones balcánicas, excepto Eslovenia, con la Croacia de un Luka Modric que dice adiós a su selección como reflejo más cruel, como el adiós de checos y ucranios.

Modric dejará de ser el estandarte croata de la peor manera posible. (Odd ANDERSEN | AFP PHOTO)

El deporte de élite no comprende a los que no ganan, sean últimos, penúltimos o subcampeones. Si, con la inminente cita olímpica en mente, se mentase al barón Pierre de Coubertin y su horrorosamente mal entendido «lo importante es participar», más del 90% de la población se reiría en la cara de quien soltase tal dislate, dando igual que quien se burlase fuese un jugador del equipo subcampeón, del penúltimo, del último, o de algún equipo ausente del torneo. Todo el mundo aspira a ganar y quien sabe de antemano que no lo logrará maldice su suerte por no poder ver obrarse ese milagro. La memoria del deporte de élite es ganar, porque son los vencedores quienes escriben la Historia.

«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera», escribió León Tolstói para comenzar su «Ana Karenina». De igual forma, la Eurocopa de 2024 empieza a mostrar con el final de esta liguilla la manera de afrontar «la muerte» deportiva que es la eliminación, el final de un trayecto que, en casi todos los participantes, salvo en el que gane la Eurocopa, habrá terminado con su eliminación. Y como en la escena de la danza de los muertos de la película «El Séptimo Sello», cada condenado adoptará su propia postura ante la eliminación y la desaparición física.

Los habrá quienes vayan llorando en silencio o pataleando y maldiciendo, como una Croacia al que le sobraron diez segundos de su duelo de la Italia más Italia que nunca que dijera el compañero Natxo Matxin para acceder a octavos.

Y más que Croacia, un Luka Modric que se ha despedido de su selección de la manera más cruel e inmerecida posible, después de una carrera que contempla un subcampeonato mundial. Brillante en un recorrido siempre desagradecido en los momentos determinantes, el camino de Luka Modric con Croacia ha sido largo y especialmente poco considerado en Eurocopas, donde su máximo fueron los cuartos de final de 2008 cuando no había octavos. Absoluto 178 veces y otras 22 en categorías inferiores, repartidas en 11 ocasiones con la sub21 y otras 11 con la sub19, ha ganado mucho más de lo que ha perdido, casi el triple, 96 victorias, 47 empates y solo 39 derrotas, algo al alcance de unas pocas personas, pero que en realidad, a falta de títulos que llevarse, acaban volviéndose en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Mattia Zaccagni, como si del inhumano predicador de «El Séptimo Sello» se tratase, gritaba con su gol a los croatas el tétrico «todos los que estáis ahí; mirando sin ver y oyendo sin oír, como espantapájaros (...) ¿no sabéis que ha llegado vuestra última a hora?». Y Modric, que va camino a las 39 primaveras, con dos podios en dos Mundiales y un subcampeonato en la Liga de las Naciones de 2023, exhalaba el que puede ser su último aliento deportivo con su selección.

El adiós de los balcánicos

Un último aliento que las selecciones de los Balcanes están sintiendo en sus carnes de la manera más sistemática. Seamos honestos, no es lo mismo la eliminación de Croacia que la de Albania, y de igual forma que los tres empates que han metido a los eslovenos en octavos de final sorprende era igual de esperable que la eliminación de Serbia, por más que hubiera lágrimas y caras largas en su adiós.

De la Yugoslavia que eliminó a España y puso a Argentina al borde de la eliminación en el Mundial de 1990 nada queda, ni el país. Pero los de Dragan Stojkovic han dado la sensación de haber reaccionado tarde a la llamada de la competición. Salvaron el primer «match ball» frente a Eslovenia casi sobre la bocina, pero ante Dinamarca apostaron por ir a por el partido con los últimos granos de arena cayendo en el reloj y la sentencia de muerte ya inapelable, sin que hubiese una llamada conmutando la pena.

Albania, por su parte, vivió el partido más loco de la Eurocopa ante Croacia, en un partido en el que el surrealismo balcánico de la cancha contrastaba con los estomagantes gritos ultras en las gradas. El público pidió «matar a los serbios» y el castigo divino no ha podido ser más digno de la obra de Bergman.«Dios nos ha sometido a juicio condenatorio y todos seremos entregados a la muerte negra!»

Morir con una sonrisa

Escocia partía con un punto antes de jugar contra Hungría y sin poder marcar durante casi 100 minutos, la hinchada escocesa se agarraba como un clavo ardiendo a una última posibilidad de pasar como uno de los cuatro mejores terceros, enviando a la selección magiar «con los pies por delante». Pero hete aquí que un gol de Csoboth en el minuto 100 daba completamente la vuelta a la tortilla.

Los hinchas escoceses, acostumbrados a la eliminación en la fase de grupos, no dejaban de cantar, mientras que Hungría, a años luz de sus mejores versiones en esto del fútbol, ha alargado su vida con un fino hilo: tres puntos y un horroroso -3 en su diferencial de goles. En la práctica, a la espera de lo que sucediese con checos, georgianos y la locura del grupo E.

Aunque cueste creerlo, también los hay quien mueren con una sonrisa. Polonia perdió sus opciones frente a Países Bajos y Austria y ha sido la primera selección de esta Eurocopa en saberse eliminada, antes incluso de disputar la tercera jornada de la liguilla.

Siempre se aduce a la mejoría postrera antes de emprender el último viaje, como si el moribundo de pronto reuniera fuerzas para poder fallecer en paz y acudir a la cita con el otro lado. Como dice el teólogo y experto en medicina paliativa Xabier Azkoitia, «que los pacientes puedan morir sanos, en paz».

Y Polonia, país católico donde los haya –salvo en sus acciones–, moría con una sonrisa. Su buen partido frente a la selección francesa hallaba el premio del gol de Lewandowski de penalti, lo cual, junto con el triunfo austríaco ante Países Bajos, revolucionaba del todo el grupo D, metiendo por el mismo lado del cuadro a franceses, españoles, portugueses, alemanes y daneses, de forma que un buen número de favoritos irán sumándose a la pila de los reclamados por la Parca antes de llegar a la finalísima del día 14 de julio. Y es de sospechar que entre los que abandonen la Eurocopa antes de la fecha soñada, pocos lo harán con una sonrisa en los labios.

Y para lío monumental, el del grupo E, con una igualdad absoluta entre Eslovaquia, Rumanía, Bélgica y Ucrania. Ante la incapacidad de Bélgica y Ucrania de marcar un gol, eslovacos y rumanos, que sin ser vecinos tampoco estén tan lejos unos de otros –Hungría siempre en medio–, han podido amagar el célebre «biscotto», como si del famoso juego del «dilema del presidiario». Pero el gol en la primera mitad de Duda ha metido el miedo en el cuerpo a los rumanos y en octavos a los ucranios en Sttutgart, pero cuando Razvan Marin ha igualado el tanteador de penalti, Ucrania ha vuelto a ser el seleccionado que ha tenido el dudoso honor de ocupar la última plaza. Viendo el desempeño de los dos campos de fútbol, nada se les puede reprochar a eslovacos y rumanos, y quizá un poco más a los belgas, porque han salvado los muebles en los minutos finales ante los estertores de una Ucrania quien, curiosamente, ha visto en sus aliados a sus peores enemigos.

Queda la última muerte: matando. Georgia y la República Checa debían ganar a Portugal y Turquía, respectivamente, porque de otro modo no se iban a colar ni como terceros clasificados. Por ende, han tenido que morir matando. Y en su sacrificio, ha florecido la victoria georgiana, colándose en octavos de final en su primera participación en una Eurocopa, mientras que los checos, con un jugador menos durante más de 70 minutos, han caído sin tomar Constantinopla, pese a haber estado a un solo gol de lograr el milagro de la clasificación y pese a los empujones después del pitido final. En la danza de los muertos, hay todo tipo de bailarines.