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La selección suiza es la verdadera Eurocopa

Un pequeño recorrido a través de la plantilla helvética, compuesta en gran mayoría por hijos de «extranjeros» o migrantes en busca de un poco de suerte. Un grupo que ha encontrado su equilibrio y que es una especie de resumen de todo el Viejo Continente... o lo que debería ser Europa.

Savia balcánica, africana, latina y turca para una misma selección: Suiza. (John MacDougall | AFP)

A Suiza el fútbol le debe mucho. No solamente porque allí se organizan los sorteos de cada torneo (de hecho FIFA y UEFA tienen su sede en Zurich y en Nyon), sino por razones de técnica futbolística: si bien es verdad que el estilo del catenaccio fue sublimado por los italianos, la versión original de aquella táctica, el verrou, fue una invención de la selección suiza en torno a la década de los 40 del siglo pasado.

Habría que preguntarles a los brasileños cuán incómodos se encontraron en 1950 en contra del equipo entrenado por el austríaco Karl Rappan, que según ‘La pirámide invertida’, el inmortal libro de Jonathan Wilson sobre la historia de las tácticas de fútbol, era «un hombre educado, tranquilo, que hablaba suave y que se encontraba perfectamente tanto en los cafés de Viena como en los céspedes». Brasil acabó llegando a la final pero no pudo con aquel combinado (2-2, tras adelantarse dos veces los locales y empatar otras tantas los suizos).

Ahora Suiza no juega ni de lejos algo parecido al catenaccio. Sinceramente, casi nadie a día de hoy recurre a ello. Pero el crecimiento del equipo helvético en el panorama futbolístico en los últimos años ha sido brutal gracias a una plantilla que es un himno a la diversidad.

Yakin y los turcos

Es más fácil ser un pueblo acogedor si históricamente no pasa nada en tu alrededor. Todos sabemos que Suiza es un país neutral, todos sabemos que es un lugar tranquilo, tan tranquilo que Orson Welles en su película ‘El tercer hombre’ de 1949 pronuncia esta famosa frase: «En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, matanzas y asesinatos. Pero también Michelangelo, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por contra, tuvieron 500 años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco!».

El caso es que ahora Italia está en crisis y Suiza vuela, como corroboró el 2-0 en los octavos de final de esta Eurocopa, una exhibición absoluta. A continuación, un dato que representa bien la fuerza de los suizos: en las últimas tres Eurocopas han perdido solamente un partido, por 5 victorias y 7 empates. Una sola derrota, contra Italia (de nuevo) en 2021, y empates contra Francia, España e incluso Alemania, la anfitriona de este torneo.

Bajo el tic-tac de Yakin (muestra de la histórica influencia turca en la selección suiza), el equipo se mueve como el reloj del que habló Orson Welles

Como continuidad, muy pocas selecciones pueden ser comparables con la de Murat Yakin, cuya organización de juego tan fluida e inagotable debería meter miedo hasta a la favorita Inglaterra, que de momento aguanta únicamente gracias a la calidad de sus fenómenos.

Un Murat Yakin que es la primera cara que se encuentra, el frontman como si se tratara de una banda musical, quizás de jazz. Él es el rostro de un equipo sin verdaderas estrellas donde todos se mueven, eso sí, casi como un reloj.

Murat Yakin, sangre turca para un reloj suizo. (Fabricio Coffrini | AFP)

Un reloj construido, es verdad, con piezas locales, pero que remontan a raíces lejanas y casi exóticas. Empezando por el mismo Yakin, exdefensa central muy sólido, nacido en una familia de migrantes turcos, donde el padre no quería un futuro futbolístico para sus hijos (y sin embargo, también el otro, Hakan, fue un buen mediapunta y llegó igualmente a la selección helvética).

Entre los casi 70.000 que dejaron el Bósforo para llegar a Suiza, algún jugador bueno tenía que salir. Al principio fue Kubilay Türkyilmaz, segundo mejor anotador en la historia de la selección con sus 34 tantos entre 1988 y 2001, cuando Suiza no pasaba de presencia superficial en los grandes torneos (si llegaba) y su plantilla la formaban jugadores con apellidos que representaban todos el abanico idiomático de sus cantones: de Sforza a Henchoz, de Chapuisat a Hottiger. Todos blancos, casi todos rubios, una postal de manual. Faltaban solo el chocolate y el queso.

La imagen se volvió luego más contundente con los turcos, con mención aquí para Gokhan Inler, que llegaría a ser capitán de la selección: él también hijo de dos migrantes e hincha del Besiktas, equipo de Estambul. Hoy día en la plantilla, además de Yakin, hay presencia turca, aunque minúscula, representada por el delantero Zeki Amdouni. 

Hijos de las guerras

Esta generación de futbolistas de la selección suiza tiene algo en común con los eventos más trágicos de la historia reciente de Europa: las guerras. Si Albania, Kosovo y en general Yugoslavia hubiesen sido lugares pacíficos, probablemente Suiza hoy en día no tendría tanta variedad y tanta calidad en su grupo. Los balcánicos son además gente de talento y creativa, con propensión para jugársela de manera descarada.

Xhaka, Shaquiri o antes Seferovic vienen de los Balcanes; Akanji o Embolo, de África; la familia de Ricardo Rodríguez procede Galicia y Euskal Herria por parte materna

Los Xhaka, por ejemplo, padecieron este problema. El actual capitán del equipo, Granit, es hijo de un hombre que acabó en la cárcel por haberse manifestado en contra del gobierno central yugoslavo, en 1986, mostrándose como orgulloso kosovar. El mayor de los Xhaka, Taulant, de hecho ha jugado con la selección de Albania, aunque ha nacido en Suiza como su hermano.

Xhaka, de familia albanesa, la torre de control del equipo. (Ronny Hartmann | AFP)

Otro hijo de kosovares es el revulsivo Shaqiri, que tuvo que seguir a sus padres, huidos desde Serbia sin casi un duro. Se mudó a una especie de caserío cerca de Basilea con sus cinco hermanos antes de que la guerra pudiera reventarlo todo en su aldea. «Me calentaba en casa corriendo como un loco», recordaría Shaqiri. Cuando celebra un gol, él o también Xhaka, hace el gesto del aguila, símbolo de la bandera albanesa, lo que le ha generado algunos líos. Hay más: hijos de albaneses eran dos mediocentros clave del equipo en años anteriores: Blerim Dzemaili y Valon Behrami.

En la Suiza de la Eurocopa también hay un hijo de macedonios, el joven Ardon Jashari. En general, los que tienen orígenes en los Balcanes han adquirido en los últimos tiempos mucha importancia. No está en Alemania pero ha sido una referencia Haris Seferovic, exdelantero también de la Real Sociedad: su familia se fue a Suiza escapándose de Bosnia en la víspera del estallido del conflicto bélico.

Tierra de oportunidad

No siempre ha sido fácil integrarse. Pero esta selección es la mejor respuesta a los grupitos políticos que han intentado criticar la posición de la federación helvética. Sobre todo cuando, posteriormente a la llegada de los del este de Europa, en el equipo han empezado a entrar también los hijos de los africanos: nacidos en Suiza, por cierto, pero para los «puristas», tirando a racistas, resultó impactante.

Suiza ha ganado potencial desde que se ha «abierto». Y sobre todo representa el espíritu de este torneo, de este continente, o al menos cómo debería ser este continente...

Ver a Manuel Akanji, hijo de una familia acomodada nigeriana (su padre trabaja en las altas finanzas, su hermana es militante del Partido Socialista Suizo), o a Brett Embolo, nacido en Camerún, que ha completado un curso como administrativo, les suena raro pero les resulta aceptable. Les acompañan otros hijos de padres africanos que, como cualquiera, han ido a Suiza simplemente en busca de fortuna, como los Ndoye y los Okafor.

Hay que destacar también a Vargas, autor del 2-0 a Italia, que tiene un padre dominicano instructor de golf, y a Ricardo Rodríguez, casi euskaldun. Este último, el lateral izquierdo, es hijo de un gallego de Crecente (Pontevedra) y de una chilena de origen vasco; de hecho su nombre completo es Ivan Ricardo Rodriguez Araya. «Me siento gallego. Mi padre nació allí, parte de mi familia es gallega, vamos cuando podemos y disfrutamos de nuestra gente, de los paseos por Vigo y de las patatas fritas de mi abuela», declaró en una vieja entrevista.

Ricardo Rodríguez, percutiendo por la banda contra Italia. (Ronny Hartmann | AFP)

¿Es acaso Suiza como los Estados Unidos del siglo XIX o inicios del XX, una tierra de oportunidad? No del todo quizás, pero resulta evidente que desde que la selección se ha «abierto» los resultados han cambiado de manera repentina, pasando de ser un equipo casi meramente decorativo a uno capaz de luchar por la semifinal de una Eurocopa, y que sobre todo representa como nadie al espíritu de este torneo o del continente entero. O de cómo debería ser nuestro continente...