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Entrevista
Marta Marugán
Pintora y grabadora

«Vivo en mi propia montaña, lo necesito para concentrarme en la pintura y que esta me influya»

Marta Marugán expone su obra más reciente en su ciudad natal, Donostia. Bajo el título de ‘Un lugar’, la artista residente en Barcelona presenta paisajes nacidos de su imaginación bajo la influencia ejercida por la lectura de autores como Marcel Proust o Giles Deleuze.

Marta Marugán posa junto a varias de sus obras expuestas en Ekain. (Jon URBE | FOKU)

Marta Marugán (Donostia, 1964) exhibe en la galería Ekain Arte Lanak una veintena de pinturas. La muestra incluye, asimismo, un dibujo sobre papel.

‘Un lugar’. Así ha titulado la artista la muestra. Lugares de ensoñación, con tintes surrealistas, en los que Marugán inserta elementos figurativos. Destaca la práctica ausencia –solo lo vemos en dos de las obras– de la figura humana.

La artista se muestra feliz por el hecho de protagonizar su primera muestra individual en Ekain Arte Lanak. «Estoy contenta, es importante para mí», comenta. Hace dos años compartió exposición con Ramón Zuriarrain y también ha participado en diversas muestras colectivas. 



En esta ocasión exhibe obra reciente, creada a partir de 2020. Marugán inicia su proceso utilizando pinturas acrílicas. La etapa inicial es rápida y monocromática, estableciendo la composición y guiando las sesiones posteriores. Luego continúa con la pintura al óleo. Capa sobre capa.

Cuadros que han nacido en su casa-estudio de Barcelona, ciudad en la que reside desde hace años. Estudió Bellas Artes en Bilbao y Artes Gráficas en Barcelona. Tras trabajar en el sector editorial en París regresó a Catalunya. Pintora, dibujante y grabadora, Marta Marugán tiene una larga experiencia en la enseñanza de técnicas de impresión manual. Aunque su obra abarca numerosas técnicas y procesos, en la actualidad está centrada en la pintura.

El cambio de estos últimos años en la técnica utilizada ha influido en su creación. «Es un trabajo mucho más reflexivo, más pausado. En general son cuadros de factura elaborada y en consecuencia el proceso creativo es más lento. Voy dialogando con la imagen que se va generando. En el camino me marco retos que quiero lograr con el óleo», cuenta Marugán a NAIZ.

La reflexión llega en el momento de pintar y también a posteriori, ya que ve las obras constantemente en su día a día. 

Cada cuadro le lleva a una nueva pintura. El propio cuadro es también un campo de investigación en el que el artista donostiarra pone a prueba las diferentes posibilidades del pincel, del entorno o del pigmento. Por ello y por su conservación, utiliza aceites no sintéticos, elaborados según fórmulas convencionales y molidos a mano. Investiga y combina diferentes pinceladas, rápidas y lentas, precisas o variables.

Marugán está satisfecha con el momento creativo que vive actualmente. «Estoy en un momento muy bueno, de madurez, tengo claro cómo quiero hacer las cosas», dice, al tiempo que se congratula por los pasos que ha dado en torno a la consecución de «los sistemas de representación de la luz y a la combinación de pinceladas rápidas y lentas».  

Utiliza telas preparadas de lino o lino y lienzos con algodón de hilo muy fino, lo que le permite obtener una base similar al papel satinado, sin grano, de forma que, jugando con capas muy finas y transparencias, obtiene resultados sin textura.

Las obras se ordenan en temas recurrentes, creando relaciones entre ellos. «Divido los cuadros en familias y suelo volver a ellas, voy completando las familias», dice.

Las montañas

Entre los elementos que se repiten en las composiciones destacan las montañas. «Me sorprendió saber que Jung consideraba la montaña como uno de los arquetipos del inconsciente colectivo, imagen del propio subconsciente, ‘El héroe que se retira en soledad a la lejana montaña’», señala.

«Yo vivo casi siempre en mi propia montaña o isla. Lo necesito para concentrarme en la pintura, para ser influenciada por ella. Ese estado de ánimo particular que necesito para pintar, donde se pone mucha atención en hacer silencio vital y personal para dejar que aflore el sentimiento general, creo que que se percibe bien en la serie ‘Un lugar’. Esta serie representa paisajes secos, solares de un futuro que ya está llegando, donde no copio la naturaleza sino que la imagino. Todo esto me permite construir un lugar imposible en la realidad, pero lo suficientemente creíble como para que el espectador pueda pasear por él», agrega.

Tiene otra serie dedicada a los rizomas. «Había leído a Giles Deleuze. Me sentía culpable por la manera en que vivía mi vida. No tenía nada que ver con tener una raíz, una base de donde te nutres y te construyes. Yo cogía algo de aquí y allá, viajaba y estaba en contacto con distintas personas... Deleuze abogó por las multiplicidades y criticó la idea de árbol como única raíz y unidad. Me gustó mucho. Tanto que surgió esta imagen de un rizoma. Le agradezco a esta idea haberme ayudado a comprender y aceptar sin culpa mi forma de vivir. Quise representar el rizoma como un icono, extendiéndose libremente y a plena luz en el espacio», cuenta.

‘Río Congo’

En el caso de la serie ‘Río Congo’ va completándose con los años a medida que lee libros sobre esta zona de África. «Me ayuda a comprender el continente y su historia, a la vez que me hace soñar con imágenes misteriosas de ese río. Conrad, Kapuscinski o Reverte han inspirado cuadros que ya he presentado antes en la galería. Una de estas pinturas, ‘El diente de Lumumba’, hace referencia a la restitución del único resto humano del líder Patrice Lumumba, que el pueblo congolés recibió de las autoridades belgas muchos años después de su muerte. Me gustaría que esta imagen provocara en el espectador la curiosidad suficiente para indagar en la historia que hay detrás de ese objeto, y reflexionara sobre las consecuencias de la colonización belga y de otros países europeos en África».

Por lo que respecta a la obra ‘Cocotte’, hace referencia a un personaje que Marcel Proust desarrolla en el libro ‘Por donde vive Swan’, del proyecto novelístico ‘En busca del tiempo perdido’.



Algunos óleos surgen inconscientemente. «Estos elementos imaginarios se combinan en los cuadros con formas de representación que atienden a la luz y al espacio, componiendo libremente, y con frecuencia poniendo especial atención al color, como en una abstracción. Esta combinación de contenidos genera pinturas híbridas donde lo abstracto y lo figurativo se relacionan de muchas maneras», señala.



Otras obras salen a través de lecturas o pinturas clásicas. «Muchas veces son conceptos que recupero de lecturas porque me resultan especialmente interesantes y quiero compartir su contenido con otras personas, alentándoles a indagar sobre ellos a través de mis imágenes. El aire, el mar, todo lo vegetal y animal, los sentidos... respirar, comer... forma parte de la vida y no tiene nada que ver con lo racional», explica.

Observación. 

«Trabajo mucho a partir de la observación de la naturaleza. Paseo mucho sola y soy muy observadora. Los cuadros pueden ser una invitación a pasear, en ellos no se ve a nadie. Es una pintura silenciosa y colorida. Hay objetos escondidos que no se perciben a simple vista y que vas descubriendo».

Marugán describe la experiencia de este modo:

‘Es un espacio privado, Un tiempo lento,
No supervisado,
No vigilado.
Por ejemplo, leer un libro es un lugar.
No tener una identidad.
Ser una entidad.
Ver, contemplar. Vivir a través de la mirada’.