Europa: tarde y ¿mal?
Estos últimos días, desde las declaraciones del jefe del Pentágono en la cumbre de ministros de la OTAN hasta la Conferencia anual de Seguridad de Munich, con el vicepresidente de Trump lanzando una diatriba contra la UE en apoyo de la ultraderecha continental, han supuesto un gélido baño de realidad para Europa.
Los aliados de EEUU se han dado repentinamente cuenta de lo que era una evidencia, que son desde hace decenios convidados de piedra de Washington y, a la postre, prescindibles.
El shock traumático es de tal magnitud que los analistas buscan paralelismos históricos para intentar describir, y entender, tamaño hundimiento.
Cuando era la crónica de un desplante, el de EEUU, anunciado. La amenaza de Trump de inaugurar un nuevo orden imperial a dos ¿y medio? no es de ayer. Sorprende que haya quien se ha sorprendido.
Dos son las opciones. La primera pasa por flagelarse por la ingenuidad mostrada ante un imperio en declive -no se olvide- que, tras el regreso del magnate, se ha marcado como objetivo debilitar a la UE hasta convertirla en un cortijo de capitales y centrarse así en la pugna con China tratando de cortejar a Rusia y alejarla de la entente con Xi.
Ello supondría admitir los errores de diagnóstico cometidos, pero con el riesgo de repetirlos o, en su caso, de volver a caer en otros similares.
Hablando en plata. Europa debe darse cuenta de su potencial. Unida es económicamente superior a EEUU
Hablando en plata. Europa debe darse cuenta de su potencial. Unida es económicamente superior a EEUU. Energéticamente no debería depender ahora del gas licuado estadounidense, como no debería haber dependido antes de los hidrocarburos rusos. Industrialmente no puede depender de los suministros chinos, como quedó vergonzosamente en evidencia durante la pandemia.
Incluso militarmente, por mucho que Trump quiera que gaste un 5% del PIB (EEUU gasta solo el 3,7%) para comprarle todavía más armas, la UE en conjunto tiene un presupuesto -claramente al alza- y un contingente de soldados poco inferior al de una Rusia en estado de guerra.
Los expertos coinciden en destacar sus debilidades militares, evidentes. Pero lo que soslayan es que el problema de fondo no es cuantitativo, sino cualitativo. La UE no tiene una política de defensa -militar, no seamos otra vez ingenuos- común. Porque no tiene una política común. Y el problema está en los Estados, que mientras rechazan la voz de los pueblos por disgregadora anteponen siempre los intereses de los Estados que la conforman.
Ser crítico con la construcción europea no implica renegar de Europa. Al contrario, exige más, y mejor, Europa. Para que, como mínimo, ni Trump ni Xi ni Putin la traten con condescendiente desprecio.