Un año de «los cinco días de abril» de Sánchez: cómo se gestaron y qué han dejado
Con motivo del proceso abierto a su esposa, el líder del PSOE publicaba hace doce meses una carta que hizo contener la respiración a la izquierda y descolocó a las derechas. En Ferraz creen que el tiempo dio la razón al presidente del Gobierno aunque su agenda de «regeneración» sigue pendiente.
‘Carta a la ciudadanía’, decía el post de las 19:09 del 24 de abril de 2024 en la cuenta oficial de Pedro Sánchez en X (antes Twitter), y adjuntaba en él la misiva. El mensaje tiene a día de hoy nada menos que 48,9 millones de visualizaciones, y esto solamente en una red social, sin contar la amplificación de la noticia en otras.
Fue un anuncio que sacudió la política del Estado español, cuya dinámica entró en un shock seguido de pausa, y que dio la vuelta al mundo. Era algo inédito e inaudito, que algún día será estudiado en libros de semiótica política: un primer ministro de un estado grande de la Unión Europea avisaba en una carta pública que iba a cogerse «cinco días de reflexión» para decidir si dimitía o seguía en el cargo.
El motivo era que percibía que su esposa, Begoña Gómez, estaba siendo objeto de una persecución política en una alianza entre sectores de la judicatura, medios conservadores y Partido Popular. En la carta expresó estar «profundamente enamorado de su mujer» y admitió que los últimos acontecimientos judiciales le hacían repensar si «todo esto merecía la pena» frente «al fango en el que la derecha y la ultraderecha quieren convertir la política».
Lo judicial era que aquel mismo día (era un miércoles) se conocía que el juez Juan Carlos Peinado abría diligencias contra Begoña Gómez por el presunto delito de tráfico de influencias y corrupción en los negocios en relación con una empresa que había recibido un contrato de la administración del Estado. El prólogo de esa jornada para contener aliento lo había protagonizado el portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián.
En su intervención en el pleno de control aquella mañana, el diputado soberanista le había puesto sobre la mesa el tema de Gómez al presidente del Gobierno y le preguntaba si «todavía creía en la justicia española». Sánchez, con una cara de enfado inocultable, le respondía que «a pesar de todo, todavía sí». El murmullo tanto entre los periodistas que estaban en el pasillo como dentro del hemiciclo fue elocuente, al igual que el rostro de Sánchez al irse.
Doce meses después, NAIZ conversa con una fuente calificada, de diálogo permanente con Sánchez y que fue testigo de las vicisitudes de aquel miércoles. «El presidente se fue del Congreso a la Moncloa. Estuvo a solas un buen rato y después, sin consultar con nadie, le entregó a Óscar López [por entonces jefe de gabinete] la carta y le pidió que la publicara sin retoques en sus redes sociales», recuerda.
En la cúpula de Ferraz lo atribuyen a la pulsión humana y descartan que fuera la jugada estratégica que ensalzó Iván Redondo
Ante la pregunta sobre si realmente no lo habló con nadie o no fue una estrategia más fríamente calculada (quizás, un año después, ciertas cosas se pueden admitir), esta pieza clave de Ferraz responde: «No, qué va… no lo habló con nadie. Ni siquiera con Francesc Vallés [exsecretario de Comunicación], que estaba allí».
Unos días después, el exjefe de gabinete Iván Redondo, uno de los artífices del ‘proyecto Sánchez’ y alguien que lo conoce mucho, publicaba en su columna de ‘La Vanguardia’ que, en su opinión, el líder del PSOE había hecho una jugada maestra con su amenaza de dimisión para poner sobre la mesa de la ciudadanía, con crudeza y contundencia, la cuestión de los bulos. Y anticipándose para que la noticia no estallara en la semana previa a las elecciones europeas, que serían en junio.
Esta teoría de Redondo es rechazada tajantemente en la cúpula de Ferraz. «No, no es así. Lo que pasó es que se demostró que Pedro es un hombre. Realmente se sintió objeto de una persecución».
Cierre de filas
Aquellos cinco días de abril fueron todo menos de rutina. Mientras la noticia del receso primaveral presidencial tenía eco en todo el planeta, la dinámica política se vio sumida en angustia, incertidumbre y crispación. Los líderes del PP y Vox aseguraron que todo era un teatro, mientras que la izquierda aliada expresaba apoyo y solidaridad, y los soberanistas aprovechaban, con buen talante, para recordar que de persecuciones judiciales non sanctas ellos ya venían hablando hace mucho, sin ser escuchados por el PSOE.
Por aquellos días, periodistas de Madrid que conversan con Sánchez y que llevan muchos años conociendo las entrañas de los socialistas, daban por casi seguro que el líder iba a dimitir. Diputados y altos cargos del PSOE y de Sumar no expresaban mucho optimismo y varios dirigentes ya iban pensando en elecciones anticipadas. No faltaban quienes empezaban a avizorar un nuevo liderazgo socialista (en aquellos días se mencionaba a Pilar Alegría como la heredera).
Ese sábado de reflexión e incertidumbre había una reunión en Ferraz a la que se sumaron todos los barones socialistas, en la que hubo un cerrado y nítido apoyo a Sánchez y un pedido de que se quedara. Incluso de los díscolos como García-Page, que enunció un emocional discurso y no mostró fisuras (por primera vez, y sería también la última). El poder estaba en juego y los socialistas cerraban filas.
Afuera, NAIZ podía ver a unas 15.000 personas manifestándose en apoyo a Sánchez y con mucho hastío contra la derecha y los medios conservadores. En esa emblemática calle del barrio de Argüelles también estaba el historiador irlandés e hispanista Ian Gibson, quien aseguraba ante los medios que el Estado español «tenía la peor derecha de Europa».
«Hasta ayer estaba todo mal, pero las cosas están empezando a mejorar», comentaba aquel sábado alguien de asiduo contacto con la cúpula del Gobierno. La vicepresidenta María Jesús Montero y el ‘superministro’ Félix Bolaños lloraban de emoción en la puerta de Ferraz y se abrazaban con los militantes. El «operativo clamor» para que Sánchez no se marchara acabó siendo toda una demostración de fuerza y revulsivo.
El 29 de abril, el líder del PSOE fue a ver al rey Felipe VI para comunicarle su decisión y luego dio un discurso en los jardines de la Moncloa. Cinco días después, comunicaba su resolución: «He decidido seguir», afirmó, y de fondo se escucharon gritos de funcionarios de presidencia del Gobierno celebrándolo, como para que no quedaran dudas del alivio sorpresivo.
El plan de «regeneración democrática» acabó en medidas escasas y escudadas en una normativa europea. Los aliados piden más
Sánchez anunciaba además un plan de «regeneración democrática» para luchar contra los bulos y el lawfare, que semanas más tarde presentaría con bombos y platillos. Las medidas fueron escasas y se escudaron en una normativa europea. Sobre la judicatura, se hicieron tímidas medidas para democratizar el acceso a las carreras de magistrado y fiscal. Los aliados piden más.
En la reunión del Comité Ejecutivo de este lunes, los participantes han recordado la carta de Sánchez y más de uno ha comentado, a vistas de lo que sigue sucediendo: «Cuánta razón tuvo el presidente», según relatan a NAIZ fuentes socialistas. Lo decían por los ataques feroces en redes sociales, con insultos y agravios personales, a la portavoz Alegría.
«La agenda de regeneración avanza, va a ritmo normal», dicen en Ferraz. En medio de una vorágine informativa con hechos políticos disruptivos, tanto en la política española como internacional, el hito de aquellos insólitos cinco días de abril pasó al olvido y la agenda transformadora contra el lawfare y los bulos, lamentablemente, también.