30 años de ‘La haine’, obra maestra sobre los suburbios franceses
Esta obra de Mathieu Kassowitz fue aclamada por la crítica y ganadora del premio como Mejor Director al Festival de Cannes de 1995: refleja la vida intensa y a veces grotesca de tres jóvenes de una banlieue, entre constantes enfrentamientos con la Policía.
«Jusqu'ici tout va bien, jusqu'ici tout va bien»: «Hasta ahora todo va bien, hasta ahora todo va bien…. Es así como empieza ‘La haine’, ‘El odio’, una de las películas franceses más impactantes quizás del último medio siglo y que cumple ahora 30 años. Fue estrenada en el Festival de Cannes de 1995 y luego en todos los cines el 31 de mayo de 1995.
Vinz, Said, Hubert, la banlieue parisina, los disturbios entre jóvenes y Policía, frases icónicas y escenas inolvidables. Repasemos el significado de la obra maestra del director Mathieu Kassovitz.
Antes de la «racaille»
La historia recuerda algo de plena actualidad: peleas callejeras entre la Policía y los hinchas del Paris Saint-Germain después del triunfo del equipo de Luis Enrique en la Champions League, este pasado sábado. Allí, en los suburbios de la capital francesa, es como si nada o nadie hubiese cambiado desde 1995, o incluso antes, cuando en lugares problemáticos se sucedían este tipo de altercados entre las autoridades.
En el paso de los años hemos visto cómo se refería a aquella población en el mismísimo presidente de la República Nicolas Sarkozy, que prometía desalojar las calles de aquella «racaille», «macarras». Sarkozy hablaba así en 2005.
‘La haine’ cuenta simplemente un día, con el paso de los minutos marcados de manera muy impactante, un día en la vida de tres amigos de una banlieue.
Una peli en blanco y negro, decisión contra-intuitiva en la década de los 90 de las grandes producciones también francesas. La elección da al filme un toque casi melancólico, aunque el montaje rápido no deja un rato para respirar o pensar otras cosas distintas de las que se suceden a toda pastilla en la pantalla.
El blanco y negro, además, no deja entender si estamos de día o de noche, solamente sabemos que el tiempo pasa porque aparece la hora, de vez en cuando, con pantallazos impactantes.
El blanco y negro da al film un toque casi melancólico, aunque el montaje rápido no deja rato para respirar o pensar otras cosas distintas
Vinz (judío), Said (arabe) y Hubert (africano): tres jóvenes, personajes que llevan el mismo nombre de los actores que les interpretan (Cassel, Taghmaoui, Kounde), para dar un toque más realista todavía. Vinz probablemente es más llamativo que los otros, al menos es quien aparece en el cartel de la película y también el protagonista de una de las mejores escenas de ‘La haine’, donde imita al Travis Bickle/Robert De Niro de ‘Taxi Driver’, hablándose a sí mismo en un espejo y simulando el disparo de una pistola con su mano izquierda. Un chaval problemático con un rostro inolvidable, este Vincent Cassel.
La importancia de lo grotesco
Nadie antes de Kassovitz se había atrevido a representar de manera tan brutal, e incluso agobiante, la realidad de los suburbios parisinos. No hace falta ni explicar dónde se desarrolla la historia concretamente, porque hubiera podido ser en cualquiera.
Había –y hay– muchos Vinz, Said y Hubert en otras partes de la capital francesa o incluso en el conjunto del Estado, aquella Francia que se estaba preparando para celebrar su primer enorme triunfo deportivo, la victoria en la Copa del Mundo «en casa» en 1998 con el equipo de «las 3 Bs»: Black-Blanc-Beur, negros, blancos y árabes (y se podría añadir una cuarta también, Basque, como Bixente Lizarazu).
«Lo importante no es la caída, es el aterrizaje», dice el personaje de Hubert al inicio y al final de la película
La película de Kassovitz consigue hacer denuncia social reflejando esta situación insostenible y al mismo tiempo nos muestra una generación de jóvenes en que conviven los raperos de la banlieue y las músicas de Edith Piaf, los recuerdos de acciones «a lo MacGyver» y las imitaciones torpes de De Niro por parte de Vinz. Como si las únicas referencias de la sociedad donde viven pudieran ser una cierta cultura popular (las caras de Baudelaire y Rimbaud durante unos disturbios)n. Es decir, el reflejo grotesco también es una parte importantísima para entender ‘La haine’, que, por cierto, había sido inspirada por hechos reales y termina de manera sangrienta.
Presentada en Cannes, a la Policía no le hizo ninguna gracia ver cómo quedaba representada en la película. Los agentes hasta se pusieron de espaldas al palco durante la entrega de los premios en 1995, cuando Kassowitz ganó el de Mejor Director. Un premio merecido para un director que anteriormente había dirigido solamente otro film y que a partir de allí no siempre acertaría en su trabajo.
Demasiado éxito prematuro puede suponer un shock y acabar mal. Porque como dice el personaje de Hubert al inicio y al final de ‘La Haine’, «lo importante no es la caída, es el aterrizaje».