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Felix Iñurrategi, de bertsolari a alpinista admirado en los 90

Muchos lo calificarán de «titán», de «héroe», por ser capaz de ascender ochomiles, uno o dos al año, pero a Felix Iñurrategi no le gustaba que lo trataran así. Disfrutaba de la alta montaña, siempre acompañado de su hermano menor, Alberto, con quien recorrió el mundo.

Una foto de Félix Iñurrategi tomada en la montaña. (Jon HERNAEZ | FOKU)

Felix Iñurrategi, uno de los alpinistas más grandes de Euskal Herria, era un hombre sencillo y humilde, como lo es su hermano Alberto. Ambos, juntos, consiguieron en los años 90 hazañas que los aficionados a la montaña siguieron con pasión, hasta que un accidente en el Gasherbrum II en el año 2000 se cobró la vida del hermano mayor con solo 33 años.

«Creo que la sociedad tiene un pecado y es que necesita héroes, y rápidamente nos cataloga como tales. Y eso es lo que no me gusta», comentaba el fallecido hace 25 años en unas imágenes recogidas en el documental ‘Bihar ere argituko dik, Felix’, dirigido por Alberto a modo de homenaje.

Hubo muchos momentos clave en su carrera. Recordaba con cariño la vez que ascendieron al Broad Peak en 1997. Pasaron un tiempo sacando fotografías de una nueva vía por la que pretendían ascender. Era complicada, pero intentarlo era su ilusión. Planificaron bien la ruta, pero tras 40 jornadas de darlo todo, decidieron volver al campo base. Finalmente subieron por la vía normal y llegaron a la cima en tan solo 2 días.

Aunque su intención era subir por una vía más difícil, no consideraron el ascenso normal una derrota, al contrario, tan solo haberlo intentado ya fue un triunfo. Así lo recordaba el propio Iñurrategi en el mencionado documental: «Quizá sea el 8.000 más fácil que hemos hecho por la ruta normal. Pero sufrimos tanto la arista que, cuando llegamos a la cumbre, nos emocionamos».

Los hermanos solían decir que su mérito no era subir ochomiles, sino haber tenido la valentía de coger la mochila y ponerse a subir montes cuando eran unos críos. Felix era un joven aficionado a los bertsos que empezó en el montañismo con la asociación Murrukixo de su pueblo, Aretxabaleta. Después a los Iñurrategi les llamó la escalada, y a finales de los años 80 comenzaron a viajar a zonas míticas como Alpes o Yosemite.

Hermanos inseparables

Fue al comienzo de los 90 cuando dieron un salto cualitativo y se marcharon al Himalaya, donde ascendieron al Pumori (7.161 metros), y entonces comenzaron a ser asiduos del famoso programa de La 2 de TVE ‘Al filo de lo imposible’. Ese programa fue testigo de su ascenso al Monte Cook, en Nueva Zelanda, en 1997.

Makalu fue su primer ochomil, en 1991, y tras él llegaron los demás: Everest, K2, Cho Oyu, Lhotse, Kanchenjunga, Shisha Pagnma, Broad Peak, Dhaulagiri, Nanga Parbat, Manaslu y Gasherbrum II. Uno o dos anuales. De hecho, el último que coronó era el segundo de ese año. Es así, con mucho esfuerzo, pues la nieve estaba muy blanda, consiguieron llegar a la cima, pero todavía les quedaba el descenso. Todo iba bien hasta que Felix, que iba primero, resbaló y cayó 400 metros.

Felix se quedó a dos cimas de completar los catorce ochomiles, algo que su hermano se encargó de hacer por él en los dos años posteriores: Gasherbrum I (2001) y Annapurna (2002). Como los lectores se habrán dado cuenta, es imposible contar la trayectoria de Felix sin nombrar a Alberto, su eterno compañero de cordada, el amigo más fiel con quien contar cuando las cosas se ponen difíciles. Debemos de hablar de los hermanos, en plural –tal vez a Alberto no le guste demasiado que se le mencione tanto en un texto dedicado a su hermano, pero su presencia fue y es fundamental–. Aunque hoy solo uno de ellos continúe escalando las paredes y respirando el aire de las cimas de Euskal Herria, fueron dos los que se convirtieron en leyenda, una pareja que la montaña unió aún más, y que la montaña decidió separar.

‘Los Iñurrategi’ siguen siendo conocidos en el mundo entero por lo que consiguieron, mirar al mundo desde lo más alto, pero también por su forma de ser –en 1999 realizaron un rescate durante su ascenso al Nanga Parbat–, y sin embargo, es en casa donde quedará su legado, en esas vías de Etxauri o Araotz que llevan su sello y su corazón.