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Los 300 kilómetros de Chloe Kelly

Relegada en el Manchester City hasta Navidad, el regreso al Arsenal ha dado un vuelco a la carrera de la londinense. Ganó la Champions, volvió a la selección y ha sido de nuevo decisiva para el título de Inglaterra.

Chloe Kelly levanta el trofeo de la Eurocopa. (Sebastien Bozon | AFP)

Algo menos de 300 kilómetros separan Manchester de Londres. Pero ese viaje, una hora en avión, dos y media en tren, algo más de cuatro por carretera, ha dado un vuelco a la carrera de Chloe Kelly. Relegada en el City por Gareth Taylor, llegó a Navidad sin hueco en la selección y enfrentada con su club y con su entrenador. Un acuerdo de última hora le permitió marcharse cedida al Arsenal y seis meses después ha ganado la Champions League y ha resultado decisiva, como hace tres años, en la conquista de la Eurocopa. Y eso que ha empezado los cinco partidos en el banquillo.

Más curioso aún, su aportación ha sido más modesta en las victorias más rotundas de Inglaterra, las goleadas a Países Bajos (4-0) y Gales (6-1) de la primera fase, en las que los partidos ya estaban sentenciados para cuando la londinense entró en el campo. Sí se notó su presencia en la primera jornada, cuando sustituyó a Stanway a trece minutos del final, con Francia dominando en el campo y en el marcador. El ataque inglés ganó velocidad e insistencia aunque fue Walsh la que acabó marcado para maquillar el resultado.

Otra cosa han sido las eliminatorias. Sobre todo en el enfrentamiento de cuartos con Suecia. Kelly saltaba al campo en el minuto 78, con su equipo perdiendo de dos goles ante un rival que solo había encajado uno en los tres encuentros de la primera fase. Le dio tiempo de sobra: en sus dos primeros minutos sobre el césped firmó dos asistencias para que Bronze y Agyemang igualaran el marcador. Después marcó en la tanda de penaltis. Y algún mérito tiene, habida cuenta de que solo entraron cinco de los 14 lanzamientos totales. La historia se repitió en parte en la semifinal contra Italia. También esta vez salió desde el banquillo, sustituyendo a Stanway cuando su equipo perdía por la mínima y solo quedaban trece minutos para el final. Nada más entrar, rozó el gol olímpico y ya en la prórroga, después de que Agyemang anotara el empate, completó la remontada. Solo quedaba un minuto para que la eliminatoria se decidiera en la lotería de los once metros y precisamente un penaltito dio el triunfo a Inglaterra. Giuliani detuvo el lanzamiento de Kelly pero la londinense aprovechó el rechace para hacer el definitivo 2-1 y meter a las Lionesses en su segunda final consecutiva.

Ni eso ni los problemas físicos de James le abrieron la puerta del once contra España. Pero la del Chelsea solo aguantó cuarenta minutos, Kelly entró en su lugar y su equipo lo agradeció. Nada más entrar acabó con el apagón de Inglaterra, que tras el gol de Mariona se había visto maniatado por el control de España, con el primer remate de su equipo en veinte minutos. Y a la vuelta del descanso asistió para que Russo cabeceara el empate. Su momentazo llegó en la tanda de penaltis. Había fallado contra Italia, esta vez no había posibilidad de cazar el rechace y era el lanzamiento que podía asegurar el título. Kelly «estaba tranquila, serena, sabía que iba a marcar. No fallo un penalti dos veces seguidas». Y, efectivamente, marcó el gol de la victoria.

Igual que hace tres años, en la final de la Eurocopa que enfrentó a Inglaterra y Alemania en Wembley. También entonces entró al campo en la segunda parte, esta vez con su equipo mandando en el marcador y para ver cómo las alemanas empataban para forzar la prórroga. Pero con la segunda parte del añadido empezada, aprovechó un rechace en un saque de esquina para marcar el 2-1 definitivo. Su celebración, con la camiseta en la mano, fue la imagen de aquel torneo.

Para entonces ya vestía la camiseta del City, donde le tocó lidiar con una rotura del cruzado –del que se recuperó justo a tiempo para participar en la Eurocopa de Inglaterra– y a donde llegó procedente del Everton tras haber debutado en la elite con el Arsenal, en cuya academia se formó. Veloz, con potencia de disparo –su penalti a Nigeria en los cuartos de final del último Mundial alcanzó más velocidad, 110’79 kilómetros por hora, que ningún gol marcado esa temporada en la Premier League masculina–, precisa en las acciones a balón parado y con mucho carácter, vivió días de gloria con el equipo citizen, participando en su regreso a la Champions League, hasta que la historia de amor se rompió.

Gareth Taylor le condenó al banquillo –solo fue titular en un partido hasta el parón navideño–, la falta de minutos en su equipo la dejó sin plaza en la selección a pocos meses de la Eurocopa y Kelly buscó una salida en el mercado invernal. Pero la solución la llevaba al Manchester United y, con una rivalidad sentimental y un duelo directo por una plaza europea de por medio, su equipo se negó. Con solo medio año de contrato por delante, le ofreció la posibilidad de marcharse cedida al Brighton y esta vez fue la futbolista la que dijo no y explotó en redes sociales.

Ahí acabó la pesadilla. Regresó a casa vía cesión para ganar la Champions con la camiseta del Arsenal, con el que ahora ha firmado un nuevo contrato. Le costó un tiempo regresar a la selección, cuyos partidos de Nations League de este mismo febrero tuvo que seguir por televisión. Pero aseguró que «lucharé por recuperar mi camiseta» y así lo hizo. Sarina Wiegman le volvió a hacer hueco y «me dio esperanza cuando probablemente no la tenía. Me dio la oportunidad de volver a representar a mi país». El resultado está a la vista y el mensaje de Kelly tras alzar el trofeo tiene todo el sentido. «A todas las chicas que alimentáis este sueño: podéis hacerlo realidad. Seguid apuntando a las estrellas».