Evolución de la renta: La desigualdad y la meritocracia están socavando la democracia
Las estadísticas muestran que la renta real de las familias ha crecido. El aumento viene de ganancias especulativas que se concentran en las familias con mayores ingresos. De ahí que los índices de desigualdad aumenten. Pero más que la desigualdad debería preocupar el discurso meritocrático.
Los datos de empleo de este verano no han sido buenos. Sin embargo, la sensación general es que la economía va bastante bien. Incluso el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, subrayó a finales de julio, durante el balance del curso político, que los ingresos de los hogares habían crecido un 9% durante los siete años de su gobierno. Un dato interesante porque los salarios no han subido tanto. Tal vez sea el efecto de la importante subida que ha experimentado el salario mínimo durante su mandato, que ha pasado de 735 euros mensuales de 2018 a los 1.184 euros de 2025.
¿Y qué ha ocurrido en Hego Euskal Herria? Una década puede ser un intervalo lo suficientemente amplio para detectar las tendencias de fondo. Los últimos datos completos disponibles son los de 2022, por lo que tomaremos el inicio del periodo en 2013. La Encuesta de Condiciones de Vida del INE señala que durante esos años la renta real ha aumentado un 6%, en el caso de Nafarroa, y un 10%, en la CAV. Los ingresos reales por hogar también han crecido en este país, aunque el aumento ha sido menor en Nafarroa. La distancia queda matizada cuando se consideran otras variables.
El aumento de la renta dice poco del modo en el que se distribuye la riqueza. El índice Gini mide la desigualdad en la distribución de la renta y el de 2022 da el mismo valor para la CAV y Nafarroa 30,1. Sin embargo, han llegado por a esa cifra por caminos distintos: mientras en Nafarroa era del 26,2 en 2013, en la CAV era del 30,2, lo que significa que en estos diez años la desigualdad ha continuado creciendo en Nafarroa, que partía de una situación más igualitaria. Por el contrario, se ha reducido en apenas una décima en la CAV, aunque el punto de partida era mucho más desigual.
El índice Gini y el indicador de riesgo de pobreza apuntan a que las desigualdades han aumentado durante la última década, especialmente en Nafarroa.
El avance de la desigualdad se puede observar también en los indicadores de riesgo de pobreza o exclusión social. En Nafarroa, por ejemplo, la tasa de riesgo de pobreza ha crecido en este periodo del 13% hasta el 17%, un avance de cuatro puntos que confirma el aumento de la desigualdad que se observa en el índice Gini. En la CAV, sin embargo, se ha reducido desde el 17,4% inicial hasta el 15,1%. En este caso, también se observa en la CAV una mejora relativa desde una situación inicial peor que en Nafarroa.
Tanto el índice Gini como el indicador de riesgo de pobreza apuntan a que las desigualdades han aumentado durante la última década, especialmente en Nafarroa que, en general, partía de una posición mejor hace diez años.
Las declaraciones a Hacienda completan el análisis de las encuestas con datos reales de ingresos, aunque en este caso faltan los de las personas que no tiene obligación de presentar la declaración. Las cifras son de la CAV, pero seguramente extrapolables a Nafarroa, ya que lo que ponen de relieve es la estructura de ingresos.
Los rendimientos medios declarados han tenido un comportamiento muy diferente. El principal rubro de los ingresos de las familias son las rentas de trabajo. Durante estos diez años han crecido, pero si se descuenta la inflación, apenas se han incrementado un 0,4%. Sin embargo, las rentas de capital mobiliario, es decir, los dividendos e intereses del dinero han aumentado casi un 30% en términos reales. Un incremento sustancial, aunque el peso en el total de ingresos de los trabajadores suele ser pequeño.

Por otra parte, las rentas de los activos inmobiliarios han descendido algo más de un 7% entre 2013 y 2022. Este descenso tal vez se explique porque los locales posiblemente hayan perdido valor, especialmente si se toma en consideración el incremento que han registrado los alquileres.
El verdadero aumento de la renta se ha producido en las ganancias patrimoniales, esto es, en los beneficios que se obtienen con la venta de activos, ya sean acciones, locales o pisos, que han crecido un 271%, ajustada la inflación. Esto significa que la especulación se ha convertido en una de las principales fuentes de ingresos de las familias. ¿De todas las familias? Seguramente, no; por dos razones.
Los salarios apenas crecen por encima de la inflación, por lo que la renta de la inmensa mayoría de las familias trabajadoras casi no ha mejorado. Lo que ha hecho que la renta real aumente son los ingresos por intereses y dividendos, y especialmente los beneficios que se obtienen de la especulación.
La renta real, la ganancia neta de la última década, viene sobre todo de actividades especulativas y por tanto se concentra en los tramos más altos de ingresos
Ambas fuentes de renta, los ingresos por capital mobiliario y las ganancias patrimoniales, se concentran sobre todo en los tramos altos de ingresos. No es ningún secreto que para cobrar intereses, comprar y vender inmuebles y acciones hay que tener algún capital, lo que reduce mucho el espectro de beneficiarios.
La conclusión no es muy optimista: la mejora observada en la renta real, la ganancia neta de la última década, viene sobre todo de actividades especulativas y, por tanto, se concentra en los tramos más altos de ingresos. Mejora para algunos que oculta que la desigualdad en la distribución de la renta se hace cada vez más profunda.
La desigualdad es un aspecto clave del creciente malestar del que se alimenta la extrema derecha. Hace ya algún tiempo, Michael J. Sandel apuntó dos aspectos que se utilizan para justificar la desigualdad.
Por una parte, Sandel señaló que la globalización y el fin de la historia han reforzado una visión tecnocrática de la política que consiste en dejar en manos del mercado la gestión de los bienes públicos. Cualquier asunto se plantea como una cuestión de eficiencia económica y, en ese marco, el mercado siempre ofrecerá la mejor solución.
A su juicio, la eficiencia económica ha convertido la política en un coto reservado a los expertos, y entre estos destacan los economistas, a quienes se supone competencia para gestionar los mercados.
Este enfoque técnico deja a la mayoría de la población al margen del debate político. Además, esa transformación de lo público en gestión mercantil ha vaciado la política de cualquier debate ideológico o de cualquier juicio de valor, al margen de la economía, y deja sin contenido el discurso público que cada vez se centra más en un enfrentamiento insustancial y personal.
El otro aspecto que subraya es la retórica del mérito. Se ha extendido la visión entre la derecha y la izquierda de que, si alguien gana más o tiene éxito, es porque se lo merece, por su esfuerzo –aunque el trabajo duro no siempre es sinónimo de éxito– o sus destrezas –aunque estas no se reparten equitativamente–. El mérito justifica la desigualdad, aunque nada tiene que ver con la justicia. Y además tiene efectos secundarios: provoca soberbia en los ganadores y humillación y resentimiento en los perdedores, como intuyó Michael Young hace más de medio siglo.
Esa mezcla de tecnocracia y meritocracia hace que un título universitario tenga un valor considerable, porque coloca a su poseedor entre los vencedores. Una poderosa razón que se esconde detrás de los numerosos curriculums falsos que han aparecido este verano entre los políticos.
Para frenar a la extrema derecha no basta con reducir la desigualdad, la izquierda debe también desterrar los discursos políticos que la justifican. Y llenar el debate político de contenido con razonamientos sobre el bien común.