Sonar bien en todas partes
Alexandre Desplat (París, 1961) nació de la unión entre una griega y un francés formados en California, y creció navegando entre las sinfonías de Ravel y Debussy, la música africana y brasilera y el jazz. Sus ídolos: Maurice Jarre, Bernard Herrmann, Nino Rota, George Delerue. Y John Williams. Al oír la banda sonora de ‘Star Wars’ supo que quería dedicarse a componer para cine. Pero antes trabajó para Carlinhos Brown, Ray Lema y compuso para obras de La Comédie Française. Desplat creció en todas partes.
Antes de que su nombre sonara a las masas, ya lo habían hecho las cincuenta películas europeas que compuso en los años noventa, con Jacques Audiard como colaborador temprano. En su primera película conoció a la violinista Dominique ‘Solrey’ Lemonnier, desde entonces su solista, productora, directora artística (y esposa).
Hollywood abría sus brazos a Desplat en 2003, con ‘La joven de la perla’, a la que seguirían ‘The Queen (La reina)’, ‘El discurso del rey’, las películas de ‘Harry Potter’ con David Yates, ‘Argo’... El compositor encajaba perfectamente en los ritmos rápidos de la industria: en 2011 escribió hasta nueve bandas sonoras, entre las que ‘El árbol de la vida’, ‘Un dios salvaje’ y ‘Fantastic Mr. Fox’. Además era muy versátil, muy dramatúrgico: su primer Oscar por ‘El Gran Hotel Budapest’, con sus leitmotivs a base de balalaikas, címbalos y trompas alpinas, nada tiene que ver con la música que le valió su segunda estatuilla de la Academia, por ‘La forma del agua’. Esta, en cambio, buscaba sumergir al espectador en la nostalgia a base de acordeones, silbidos y tango…
Alexandre Desplat es el compositor más versátil: en ‘Godzilla’ de Gareth Edwards (2014), las melodías quedan completamente arrolladas por los metales y el runrún agresivo, oscuro, de la orquesta. En ‘Philomena’ (2013), las cuerdas construyen toda la partitura a partir de nueve notas, a las que se les suman desde harpas a guitarras eléctricas. En ‘La noche más oscura (Zero Dark Thirty)’, el compositor se rinde en bucles de percusión apremiantes mientras los cabalga a base de pizzicatos inesperados. No es un álbum nada «escuchable», pero es la música que pide la dramaturgia bélica de Kathryn Bigelow.
Hay tantos Desplats como películas haya escrito. En su página de IMDb figuran unas 214.