«Como cineastas tenemos el deber de hacer memoria para no repetir»
‘Cuerpo Celeste’, de la chilena Nayra Ilic, que compite en Horizontes Latinos, es la mirada de una adolescente en el Chile de finales de la dictadura. A la par que enfrenta un duelo va descubriendo los secretos que guarda el desierto de Atacama, donde empiezan a emerger cuerpos de desaparecidos.
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La película se sitúa en 1990 a finales de la dictadura de Augusto Pinochet. ¿Cómo se sitúa en este contexto el duelo por el que atraviesan madre e hija?
El duelo es un proceso que, obviamente, todos vamos a vivir en la vida, pero es muy importante atravesarlo y vivirlo profundamente para cicatrizar y poder vivir con él de otra manera.
Como país, no pudimos enfrentar nuestro duelo. Vivimos de espaldas a él porque en la transición teníamos mucho temor a cometer algún error que implicase que Pinochet volviese a ejercer el poder.
En esa timidez de enfrentar el duelo que estábamos viviendo se demoró el proceso de recuperación y esa tardía reacción emocional como nación nos generó un duelo demasiado largo y profundo que todavía no somos capaces de reparar, y, peor aún, que hoy estamos olvidando.
Un duelo olvidado significa ‘No Name’, es decir, borrar un hecho o escribirlo con otras palabras. Las nuevas generaciones hoy no tienen palabras para referirse a la dictadura y al dolor de la época, porque como no está escrita, no la recuerdan aunque esa herida esté ahí. Si viene un Gobierno fascista, van a volver a vivir el hecho sin saber que antes ya lo vivimos.
Para mí, el duelo es un ejercicio de memoria. Si nosotros no entendemos lo que es la trascendencia en la muerte –trascender es volver a vivir y recordar el hecho–, no vamos a avanzar y estamos destinados a repetir.
En ese duelo también hay silencios. Los padres de Celeste nunca le han contado qué están buscando en el desierto de Atacama. Nunca le han hablado de la búsqueda de los cuerpos de detenidos-desaparecidos en la dictadura. ¿Cómo afectan esos silencios?
Estamos acostumbrados y acostumbradas a quedarnos calladas. Tenemos que hablar de lo que nos pasa a nivel personal, pero también como país. Tenemos que hablar porque la única forma de sanar es contándonos.
En Chile, el pacto de silencio ha sido enorme. Pero también está el pacto de silencio familiar, porque no quiero generar un daño y si no lo digo, no existe. Pero sí existe, sí está. Y los cuerpos de los detenidos-desaparecidos van a volver a emerger. Pueden pasar seis millones de años, pero van a emerger, como el hueso de una ballena. Tarde o temprano la verdad llega y no podemos demorarnos más.
En Chile, el pacto de silencio ha sido enorme. Pero también está el pacto de silencio familiar, porque no quiero generar un daño y si no lo digo, no existe. Pero sí existe, sí está.
Usted es de Atacama. ¿Por qué eligió su inmensidad para narrar esta historia y qué representa para usted en lo personal, político y cinematográfico?
El desierto es una inmensidad que, aparentemente, está detenida cuando, en realidad, está en un permanente movimiento que va generando cambios sutiles, casi imperceptibles. El desierto momifica, va guardando memoria en sus capas. Puedes encontrarte con lava en las subcapas y en la superficie con cuerpos de detenidos-desaparecidos dejados por la Caravana de la Muerte de Pinochet.
«Todas tenemos que hablar de Palestina, porque Palestina somos todos. La humanidad está muriendo con Palestina»
Ese espacio gigante en el que uno dice ‘acá no hay nada’ está muy lleno de memoria. Basta con sentarse y mirar con los oídos. Yo soy del desierto. Necesitaba decir ‘sí paso acá’ y quiero que lo recordemos.
¿Por qué eligió contar esta historia a través de los ojos de una adolescente?
Porque la adolescencia es una contradicción total, una fuerza vital de Eros que choca con Tánatos. Es una tensión permanente entre la niña que va muriendo y la mujer que va apareciendo en su lugar. Es una transición, como un eclipse.
Me parecía que era una especie de espejo para contar también la transición que como país estábamos viviendo, ese paso de la dictadura, que es muerte, a una democracia que nos decían que era vida.
«Cuerpo Celeste» es un relato desde lo femenino.
El cine también tiene una función de visibilizarnos a nosotras como mujeres en un mundo profesional, no solo en la cocina o en un espacio doméstico. Esa pugna que, por ejemplo, la madre de Celeste tiene con el compañero de trabajo cuando ella le dice ‘esta también es mi oficina’ es la pugna que seguimos sosteniendo a día de hoy las mujeres. Si bien han pasado más de treinta años desde donde se sitúa la película, esa lucha sigue estando. Una de las cosas que conversamos con el equipo fue que nuestro rodaje fuera paritario y lo hicimos así.
Una mujer no solo es madre. En este caso, la madre de Celeste es también una mujer que está atravesando un duelo porque ha muerto el hombre al que ama y que no puede hacerse cargo de su hija, y por eso delega su cuidado en su hermana, que sí puede hacerse cargo de la sobrina.
«Como país, no pudimos enfrentar nuestro duelo, vivimos de espaldas a él porque en la transición teníamos mucho temor a cometer algún error que implicase que Pinochet volviese a ejercer el poder»
Quienes eventualmente han criticado que la madre dejase a su hija a cargo de su tía han sido hombres que no han entendido que entre hermanas se sostienen y que son otras formas de acompañarse en el dolor. Y que para poder sostener a una hija, primero te tienes que sostener tú.
En la presentación de la película pidieron que no se deje de hablar de Palestina. Hoy para la entrevista viene con un pañuelo palestino. ¿Qué papel juega el cine en la denuncia del genocidio?
No podemos no hablar de Palestina. Tenemos que hablar de Palestina porque es un genocidio horroroso. El cine tiene una función. Nosotros tenemos el deber de hacer memoria para no repetir. Lo que está pasando no es aceptable, no nos podemos conformar, tenemos que alzar la voz porque pequeña que sea. Todas tenemos que hablar de Palestina, porque Palestina somos todos.
Todas estamos ahí muriendo, la humanidad está muriendo con Palestina. No podemos aceptarlo y tenemos que decir algo al respecto a través del cine, del periodismo, de la fotografía…
Quedarnos en silencio es inaceptable. Tenemos que exigir a nuestros gobiernos que hagan el máximo esfuerzo, a nuestra comunidad, a nuestro vecindario… todas tenemos que reaccionar. No podemos no hacerlo, porque Palestina eres tú, soy yo, son nuestros hijos. No se puede aceptar.