El tiempo de cristal
Obra: Un sublime error. Texto y dirección: Jan Lauwers. Intérprete: Gonzalo Cunill. Dramaturgia: Elke Janssens. Música: Rombout Willems. Escenografía: Emma Kańas. Producción: Needcompany. Teatro Abadía (Madrid) – Teatro Barakaldo.
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La propuesta dramatúrgica es un reto actoral que coloca en un espacio único y muy significante al narrador ante tres personajes, uno de ellos con el propio nombre del actor, pero estando muerto, por lo que desde ese inicio el trabajo de Gonzalo Cunill se convierte en un talismán, en un foco de atracción que se transforma sin hacer otra cosa que jugar con las palabras, moverse en planos tangibles y seguir una dirección de Jan Lauwers que proporciona un recital de matices y que juega de una manera excelente con los ritmos internos de la obra que va adentrándose entre las paradojas, los sentimientos o buscando una complicidad directa con el público, porque además cada personaje puede entenderse como un símbolo, como tres caracteres que van describiendo el mundo, su mundo, un mundo que se asemeja mucho a nuestro mundo desde lo más íntimo a lo global.
La escenografía de Emma Kańas forma parte esencial de esta propuesta, es la que galvaniza el desarrollo de la obra, la que nos proporciona sorpresas, nos preocupa, se convierte por momentos en protagonista incidental, es una suerte de exposición en equilibrio de unas vajillas intemporales hechas en cristal, vasijas, vasos que se llenan y vacían, y que prometen siempre el caos, el accidente, y, a veces, dentro de lo que se cuenta, añade emociones y reflexiones como por ejemplo que el personaje de la mujer hable siempre pisando los cristales rotos.
Gonzalo Cunill es un actor argentino que ha trabajado con los directores que corren más riesgos en sus puestas en escena y aquí recibe una suerte de regalo, un texto, una dirección que tiene muchas referencias a la vida del autor pero que él ha sabido incorporar de manera espléndida, sin forzar nada, con un tempo que nos deja en suspenso algunas veces y que acelera hasta llevarnos al paroxismo, por su profundidad o por su sentido del humor, lo que hace que se engrandezca hasta el infinito y demuestro, una vez más, su calidad interpretativa y su capacidad para trabajar al filo del abismo.