Sare suma testimonios e ideas para cambiar «muros por puentes» y hacerlo cuanto antes
Una hija de preso (Olatz Iglesias) y otra de víctima de ETA (Maria Jauregi); el ejemplo irlandés (Michael Culbert) y el sudafricano (Roelf Meyer); el conocimiento ‘técnico’ de Carlos Martín Beristain y Paco Etxeberria... Piezas ensambladas por Sare para ir completando el puzle de la resolución.
Sare ha celebrado este sábado en Bilbo su segunda conferencia, protagonizada por voces del panorama vasco e internacional con mucho que aportar para seguir desatando los nudos dejados por el conflicto armado. El manifiesto que ha puesto fin a la jornada lleva la firma de Joseba Azkarraga, coportavoz de Sare, y Maria Jauregi, hija de Juan María Jauregi, víctima de ETA. Ambos han llamado a crear «una voluntad compartida de avanzar, de construir puentes donde hubo muros, de soltar donde hubo nudos, de reconocer al otro sin dejar de ser uno mismo».
«El futuro de nuestra sociedad no puede ser solo la ausencia de violencia, sino la presencia activa de la empatía, la justicia y la solidaridad», han planteado en el manifiesto (adjunto a esta información, en castellano y euskara).
Víctimas y presos, presos y víctimas, emergen en el texto como los dos grandes problemas a resolver. Sobre las víctimas, Jauregi y Azkarraga han subrayado que «su dolor merece respeto y reconocimiento sin ambigüedades», que todas deben ser reconocidas por igual («sin categorías») y que su recuerdo «no puede convertirse, desde en rencor y el ánimo de revancha, en obstáculo para la convivencia», sino en todo caso para impulsar «una sociedad más consciente, más fuerte y humana».
Jauregi y Azkarraga: «El futuro de nuestra sociedad no puede ser solo la ausencia de violencia, sino la presencia activa de la empatía, la justicia y la solidaridad»
Para las personas presas reclaman de nuevo la aplicación de la legislación ordinaria: «La cárcel no debe ser un lugar donde se prolonga el sufrimiento, sino un espacio donde se abren caminos para la reparación y el regreso a la vida en libertad, con responsabilidad. Apostar por la reintegración de quienes cumplen condena tras más de 15 años de la desaparición efectiva de ETA es apostar por una sociedad más humana y más cohesionada».
Presos, torturados y víctimas
La mesa redonda central de la jornada ha reunido a Iglesias, Etxeberria y Beristain. Y ha estado precedida por la proyección de la impactante intervención en el Parlamento navarro hace unos años de Ana Fernández, hermana de Sara, víctima mortal de la dispersión: «Mi hermana voló sobre políticas de odio para una visita de 40 minutos a un amigo, no llegó a su destino, ya estaba condenada, cayó sobre ella una sentencia sin juicio».
Abierto así el debate, Olatz Iglesias, hija del preso Juan Carlos Iglesias, ha puesto en duda que se pueda hablar de «paz» cuando hay personas en prisión contra la propia legalidad y víctimas sin reconocer. Ha alertado de la percepción que se va generalizando de «normalidad» en torno a la situación carcelaria cuando «la Audiencia Nacional está recurriendo terceros grados». En el lado positivo, ha saludado que ve un creciente rechazo a los discursos políticos «teledirigidos» y un deseo creciente («hambre») de debates más constructivos y de más calado.
El forense Paco Etxeberria ha ido más allá de la parte técnica desde una premisa: «Imparcialidad no es neutralidad; en la vida uno no puede ser neutral cuando se trata de derechos humanos, lo que tiene que ser es imparcial». A partir de ahí, ha cargado contra el modo en que la mayoría de los medios ampararon la tortura, reclamándoles una reflexión autocrítica. Y sobre la inacción judicial: «Hay casos del pasado que quieres investigar y en los que no queda nada, solo el testimonio del afectado. Que en tiempos de Franco no se torturara a nadie, por ejemplo, eso es una broma insoportable».
«Nunca ajustaremos con exactitud las cifras de torturados ni las circunstancias», ha asumido lacónicamente Etxeberria. Los testimonios certificados por los estudios oficiales van ya acercándose a 6.000 casos, pero el forense estima que en realidad «podrían ser el doble, porque a muchos los conocemos y sabemos que no se acercan porque quieren olvidar». Y entre los que sí refieren lo padecido, «es más lo que se disimula que otra cosa, como pasa con las víctimas de violencia machista. Se simplifica el relato, no te lo cuentan con detalle porque es muy complicado».

Experto en resolución de conflictos, Carlos Martín Beristain ha recordado, que si bien en Euskal Herria no ha habido «acuerdo de paz», él mismo participó en una experiencia (Glencree) en que «personas de los dos extremos se pusieron de acuerdo. Ha habido experiencias muy positivas que al final se han diluido porque se han metido en una batidora. Necesitamos una propuesta incluyente, víctimas de las mismas vulneraciones necesitan el mismo reconocimiento».
Desde su amplia experiencia en puntos calientes del planeta como Colombia o Guatemala, ha detallado la importancia de mecanismos correctos para encauzar las soluciones, «pensando siempre en ir dos pasos más allá». Beristain ha ‘enmendado’ también a la moderadora por apuntar que ojalá esta fuera la última conferencia de Sare: «Sí, pero este trabajo por la convivencia habrá que seguir haciéndolo». Insiste en la idea de que hay que incidir porque el paso del tiempo no resuelve las cosas por sí mismo.
Así nos ven desde Irlanda y Sudáfrica
Dos invitados también de lujo desde los dos procesos más referenciales para el vasco. El irlandés Michael Culbert y el sudafricano Roelf Meyer han venido a coincidir en que todo proceso tiene altibajos, en que hacen falta proactividad y paciencia, y en que la resolución en Euskal Herria está incompleta.
Algunas de las cosas que ha contado Culbert reflejan el deshielo al que se ha llegado en su país, pero también la implicación que conlleva. Él estuvo preso 16 años y ahora trabaja en Coiste junto a otros exrepresaliados. «Desde el inicio dimos charlas en colegios y universidades porque era esencial explicarles a los jóvenes que este proceso era bueno, para garantizar que no volvieran al conflicto. No lo hicimos solos, implicamos a mucha gente, también a la Policía. Pudimos así compartir narrativas de por qué nos implicamos en este conflicto, intentamos aportar todas las visiones. El mensaje no era tanto ‘no hagáis esto porque está mal’, sino ‘esto ha ocurrido y estas son las consecuencias’».
«Seguimos en ello, el martes tengo que ir a una reunión de un grupo que está a 80 millas de mi casa, donde hay gente que fui víctima de una bomba del IRA; habrá un hombre que ha apoyado el proceso de paz y explicará cómo allí murió su mujer, y yo explicaré por qué pusimos esa bomba», ha detallado.
Culbert y Meyer recomiendan paciencia pero también continuar empujando sin descanso para lograr soluciones
Culbert ha subrayado que efectivamente los presos fueron liberados en un plazo relativamente rápido, pero el punto de inflexión fue previo y político: «Con la promesa del referéndum sobre la reunificación de Irlanda las cosas cambiaron, vimos que lo importante era avanzar. Ahora bien, esto fue en 1988 y a día de hoy el referéndum aún no se ha celebrado; esto yo lo defino como un gran fracaso. Lo positivo es que los partidos se han adherido a ese proceso, tenemos paz, vivimos en un lugar seguro y hay una coexistencia pacífica. Tenemos desacuerdos políticos, por supuesto que sí, pero no armas. Personalmente, yo estoy muy contento de que mis nietos no hayan vivido aquello».
¿Y cómo ve el proceso vasco? «Aquí tenéis una vía abierta y adecuada. Sé que tenéis problemas, pero tampoco penséis que en Irlanda se ha conseguido todo; los jóvenes que han estado en la cárcel tienen problemas para un empleo o adoptar niños o contratar un seguro de coche, hay países a los que no pueden viajar… Por eso existe Coiste, para apoyar. Cuidad a las personas y seguid –ha recomendado–. Yo veo que váis bien, no sé el ritmo es lento o no, hacen falta buena voluntad y decencia».
Le ha tomado el relevo Roelf Meyer, por videoconferencia dado que no ha podido acudir a Euskal Herria. Sabe mucho de soluciones y reconciliación, puesto que fue ministro con Mandela y antes lo había sido con De Klerk. Vino a ser el representante de la Sudáfrica blanca en la transición, algo crucial puesto que el 30% de ella estaba radicalmente en contra del proceso.
También ha combatido la idealización del proceso sudafricano. Para empezar, al inicio «hubo errores, tuvimos que ir reparándolo». Y día de hoy «un fracaso: no se han logrado satisfacer todas las expectativas entre la población negra sobre lo que significa la democracia, especialmente para la gente de abajo. La transición socioeconómica sigue incompleta».

En cuanto al relato de lo padecido, «tenemos que ser pacientes aún, creo que necesitaremos otra generación». Con todo, en su proceso ve una ventaja respecto a Euskal Herria, tanto por el magnífico liderazgo de Mandela como porque «en el País Vasco no hubo un acuerdo de paz y en consecuencia tampoco de reconciliación. Nosotros fuimos afortunados porque hubo un acuerdo que cuajó en una Constitución y eso supone que primero pudimos mirar al futuro y luego decir ‘¿qué falló en el pasado?’ Y ahí llegaron la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, la Justicia Transicional… Que perpetradores y víctimas hablaran cara a cara fue necesario y fue muy emocional».
Dicho esto, se ha ‘mojado’ sobre el proceso vasco e incluso ha ofrecido su aportación a nivel de ideas («hasta podría llevar a mis antiguos enemigos», ha dejado caer). Para Meyer, «las frustraciones que podéis tener hoy deben ser abordadas, nunca es demasiado tarde. Y no se puede solucionar un conflicto sin un proceso de diálogo entre las partes», ha remarcado.