Iñaki Barrutia Arregi y Xabier Onaindia Ribera
Psicólogo clínico y médico pediatra

11/13 Un macrojuicio contra la solidaridad

Vivimos en un mundo paradójico que, en lugar de premiar, castiga la solidaridad.

En el mes de setiembre tendrá lugar un macrojuicio que afectará a 47 familias y a 38 niños de diversas edades: 25 de entre 0-6 años, 9 entre 7-12 años y 4 adolescentes; de estas, 2 menores con enfermedades graves y que precisan una atención y cuidados especiales.

Este proceso y sus consecuencias sicológicas trascienden a los propios encausados y se proyecta en estos menores y en la familia de origen. Niños, abuelos, personas mayores de 70 años que van a sufrir las consecuencias sicológicas del propio proceso, de la incertidumbre que se deriva del mismo y la ansiedad anticipatoria a la espera de la sentencia. Posteriormente, en caso de encarcelamiento, sufrirán el desarrollo de un duelo por la separación de un ser querido y la integración adaptativa de la pérdida. Este macrojuicio y sus posibles consecuencias va a tener un impacto emocional en estos menores en los diversos estadios del proceso judicial.

Previas al juicio, estas serán las manifestaciones clínicas: ansiedad anticipatoria por la incertidumbre, inquietud e inestabilidad por la impregnación del estrés de los adultos, sobrecarga emocional y dificultades en la capacidad de concentración, somatización variada por las dificultades de verbalizar la vivencia, sintomatología distímica por la situación de indefensión vivida.

Durante el juicio, serán más significativas la alteración de la autoimagen y devaluación del autoconcepto y la autoestima, provocada por dos ámbitos diferentes, la información vertida por los medios de comunicación y la respuesta del entorno social. También la impregnación en los menores y las personas mayores del estrés de los adultos en los viajes y las comparecencias en la Audiencia Nacional. Asimismo, se incrementará en intensidad y duración la ansiedad anticipatoria derivada de la evolución y las variables del juicio.

Si se produce encarcelamiento: a la sintomatología anteriormente citada, se añadiría otro tipo de sintomatología más específica y relacionada con la pérdida de un ser querido. La ansiedad y la depresión serían las alteraciones más comunes, expresándose en incrementos de ansiedad, tensión psíquica, estados de angustia, o bien en forma de depresiones, abatimiento, desesperanza, incluidas ideas de suicidio. Una sintomatología variada derivada del duelo a elaborar por la pérdida temporal de un ser querido, dificultades añadidas para la integración adaptativa de la perdida, e intensa angustia en los niños que no acaban de entender la ausencia. los niños se verán profundamente afectados por la ruptura de las relaciones familiares. Cada menor experimentará su propio proceso traumático, el cual no es solo originado por el encarcelamiento de alguno de sus progenitores, sino también por el hecho de poder quedar bajo custodia de algún familiar. Las graves dificultades que pueden padecer las hijos para entender los motivos de la amputación familiar que supone el encarcelamiento, es una de las cuestiones más difíciles y de mayor preocupación de las familias: los efectos que estas vivencias pueden producir en los niños, explicarles que es lo que está sucediendo, como y cuando decirles la verdad, orientarles ante las posibles reacciones en el colegio o en el barrio.

Este juicio pone en riesgo la estabilidad familiar de 47 familias, que corren el riesgo de la desestructuración. En algunos casos el encarcelamiento del progenitor supone la pérdida de ambos progenitores por encontrarse el cónyuge en la cárcel; asimismo, las graves enfermedades que padecen dos menores y su grado de dependencia ponen en riesgo su salud integral, haciendo irreversibles las carencias atencionales que padezcan consecuencia del encarcelamiento.

Hemos descrito las consecuencias sicológicas del proceso, pero este juicio también requiere una reflexión desde el punto de vista de la ética. En setiembre se inicia un proceso a 47 personas por su acción solidaria. En este macrojuicio se juzga la ayuda y la solidaridad de la sociedad civil, se castiga el acompañamiento y la ayuda a las presos y sus familias en la dispersión que padecen; en definitiva, se sanciona la solidaridad. No es la primera vez que se juzga la solidaridad, desde los barcos que tratan de rescatar a las personas migrantes, náufragos en aguas del Mediterráneo, y son detenidos y tratados como delincuentes; a las personas comprometidas con la comunidad que impidiendo la materialización de los desahucios acaban siendo detenidas. Parece ser que la tendencia de la justicia es la de juzgar cualquier acción comunal y solidaria porque socavan los cimientos de este sistema. El auzolan cuestiona los valores egoístas y competitivos de la banca. El altruismo de los actos solidarios desnuda la crueldad de la usura; la entrega desinteresada de la sociedad civil evidencia y molesta los valores de mercado del mundo capitalista.

En este devenir de la justicia pronto se juzgará la actividad de auzolan como se juzga a las personas que luchan contra los desahucios. El trabajo comunal en red, para paliar el sufrimiento que genera este sistema patriarcal y capitalista, es perseguido por la justicia porque representa valores contrarios a los de este sistema de acumulación de riqueza.

Vivimos en un mundo paradójico que, en lugar de premiar, castiga la solidaridad. En este macrojuicio 47 personas y sus familias van a ser juzgados por su solidaridad con las mismas injustas leyes que detuvieron a la capitana de barco Sea Watch-3, que rescató migrantes náufragos en el Mediterráneo. Alguien dijo que no se puede crear un mundo diferente con gente indiferente, y estas personas que van a ser juzgadas no son indiferentes a las injusticias, y por eso se las juzga, son incomodas al poder. Ahora, a la mayoría que somos más indiferentes nos toca ser solidarios con los solidarios. El próximo 14 de setiembre tendremos oportunidad de mostrar nuestra solidaridad con ellos acudiendo a la manifestación que se celebrará en Bilbo.

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