Asun Lasaosa Zazu

25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Según estadísticas del INE, en 2022 ha crecido un 10% el número de hombres denunciados por violencia de género sobre los que se han dictado medidas cautelares o medidas de protección. Parece, pues, que la sociedad española está tratando de poner freno a la llamada «violencia de género» en lo que a leyes e intervenciones judiciales se refiere. Pero ocurre que según la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, se considera «violencia de género» aquella que ejercen los hombres contra las mujeres que son o han sido sus cónyuges o que estén o hayan estado unidas a ellos por una relación de afectividad análoga.

Pero la violencia contra la mujer no se limita ni mucho menos al ámbito de la pareja. La ONU, cuya asamblea general designó en el año 2000 el día 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, señala que la violencia contra las mujeres y las niñas abarca también la violencia física, sexual y psicológica que se produce en el seno de las familias.

Dentro del ámbito familiar la violencia puede tomar distintas formas. Las formas de violencia más devastadoras e irreversible que cometen padres, padrastros, hermanos, tíos, primos, abuelos, son, claro, el asesinato, la violencia física y el abuso sexual, delitos todos ellos recogidos en el código penal. Pero también se producen otras formas de violencia cotidiana que las mujeres ni detectamos ni denunciamos, porque las tenemos asumidas como normales y no detectamos la carga de agresividad.

La violencia vicaria es una de ellas. La violencia vicaria es aquella en la que se daña a la mujer a través de sus seres queridos, especialmente de sus hijas y de hijos. Tal y como explica Sonia Vaccaro, la psicóloga clínica y forense que acuñó el término en 2012, se trata de una «violencia desplazada», es violencia por sustitución. No solo tiene como víctima a la mujer. También, y principalmente, son víctimas sus hijas y sus hijos. Inflige en la madre un dolor inmenso. Se considera la expresión más cruel de la violencia de género.

En los países con un alto índice de desarrollo humano como es el nuestro, también es habitual querer controlar el dinero de las mujeres o tratar de utilizarlo contra ellas como forma de venganza. La violencia económica no se da solo entre personas de la misma generación, sino que es también frecuente que en el seno de una familia un varón trate de controlar las decisiones económicas hasta de su propia madre, incluso cuando ella se considera preparada para tomar sus propias decisiones. En muchas ocasiones, esta forma de violencia se manifiesta a través de la manipulación y de la coacción. En casos extremos se llega a formas de castigo como el aislamiento y el abandono en la indefensión en edades avanzadas.

También se producen en el ámbito familiar distintas formas de violencia sexual. La violencia sexual no se limita a forzar a una mujer contra su voluntad. También es violencia cualquier contacto inadecuado, cualquier intimidación. La llamada «cultura de la violación» normaliza y justifica este tipo de violencia en el entorno social y, por eso, en muchas ocasiones no se percibe una agresividad directa en el mensaje y muchas mujeres no emprenden acciones contra el agresor.

La violencia social persigue el aislamiento. Se separa a la víctima de familia y amistades, privándola de apoyo social y alejándola de su entorno habitual. En ocasiones se pone a la víctima en contra de su entorno, produciendo que bien la víctima bien las personas del entorno decidan desvincularse.

Según la ONU, la violencia machista «tiene graves consecuencias físicas, económicas y psicológicas sobre las mujeres y las niñas, tanto a corto como a largo plazo, al impedirles participar plenamente y en pie de igualdad en la sociedad. La magnitud de este impacto, tanto en la vida de las personas y de las familias, como de la sociedad en su conjunto, es inmensa».

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