Ander Jiménez Cava

Agencia de viajes al interior

El verdadero problema es que el turismo lo coloniza todo, o sea que también es endógeno. No tienes que salir de tu hábitat para ser un turista.

Un turista no es más que un alienígena con rostro humano. Con aspecto extraño, sí, pero el mismo pellejo. Al final, por la forma que toma el ocio en la sociedad de consumo y su estrecha relación con el tercer sector, todos somos turistas. Incluso en nuestro propio pueblo. El turismo exógeno viaja en avión o en tren, duerme en hotel o en furgoneta, visita playas, museos o pueblos recónditos. Pero vaya a mesa puesta o en plan mochilero, pise alfombra roja o caminos de tierra, es esencialmente lo mismo. No existe forma responsable de hacer turismo porque la responsabilidad no es una idea aplicable a este fenómeno, del mismo modo que no hay capitalismo sostenible.

Es cierto que el turismo a veces, en su versión de parque temático extrema, cuando convierten el lugar en una representación de la representación, altera la forma de vida de poblaciones enteras de modo profundo y radical, es decir, es revolucionario. Es el caso del casco antiguo de la mayoría de las ciudades conquistadas por el imperio Airbnb, o pueblos costeros o rurales donde se ha pasado del primer al tercer sector con triple salto mortal (la pesca, por ejemplo, que antaño era el único modo de subsistencia, ahora es un cuadro romántico en un restaurante caro).

Que los turistas aplaudan las puestas de sol en los acantilados a la misma hora que los pescadores vuelven de faenar, es una buena metáfora del turismo como celebración de la inmensidad del vacío del fenómeno natural. Mientras tanto el esfuerzo por vivir, la lucha contra el medio, es menospreciado. Una zancada más en la carrera hacia una vida completamente vegetal. La gratitud del buen pescado que te comes la expresas en la red social en busca de likes, mientras eres ajeno a todo el proceso que ha traído ese pez a tu plato. Desaparece el camarero, el cocinero, el repartidor, el trabajador de la lonja y, por último, el pescador. Y solo estás tú frente al pescado, con un mar de fondo y la cuenta, por favor. Una sonrisa triste y superficial; una expresión efímera de lo falso, capturado para siempre en tus entrañas.

El verdadero problema es que el turismo lo coloniza todo, o sea que también es endógeno. No tienes que salir de tu hábitat para ser un turista. El capitalismo nos desposee del pueblo, del barrio y de las plazas, nos convierte en animales de consumo e intenta atraer al paisano igual que al turista. Existe un incipiente movimiento de protesta dedicado a denunciar el turismo que viene de fuera; pero, ahora que han convertido todos los pueblos en una finca privada, y su espacio político en un modelo de gestión, la pregunta es qué haremos con el propio.

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