Aisladas y ahogadas por el machismo de la cárcel
El origen del problema no es la limpieza de los retretes, el tema es mucho más profundo y eso es lo que queremos denunciar y sacar a la luz: que no confinen a las mujeres, que no las conviertan en objeto, que no las estereotipen…
Somos un grupo creado a raíz del castigo de aislamiento indefinido, impuesto por el director de la cárcel de Granada a Ainhoa Mujika y Agurtzane Delgado, presas vascas. Queremos denunciar y dar a conocer la situación en la que viven, ya que dicho castigo viene ejecutándose desde el 18 de mayo por negarse a limpiar los retretes de la prisión haciendo frente al machismo y sexismo existentes en la misma.
- Los puestos de director, jefe de servicios… están en manos de hombres «todopoderosos», siendo suficiente su mera voluntad tanto para imponer cualquier medida como para organizar, esconder y justificar injusticias a su antojo.
- La actitud de las carceleras no es distinta. Para algunas de ellas ser mujer y presa es la cosa más despreciable y frases como «¡Parece mentira que seáis mujeres!» son el pan de cada día, generalmente unidas al tema de la limpieza. Otras carceleras, incluso defienden que después de haber sufrido ellas mismas numerosas discriminaciones, las presas, con más razón se las tendrán que «tragar».
- La mayoría de los puestos de trabajo remunerados existentes en la cárcel son realizados por hombres, tanto cuantitativamente (últimamente ha descendido el número de puestos de trabajo para las mujeres) como cualitativamente. Los trabajos de reparación, pintura, limpieza exterior, limpieza de pasillos interiores, recepción de paquetes y pedidos, recogida de basuras, reciclaje, trabajos en las zonas de deporte, lectura, módulo de recepción y aislamiento… Siempre hombres en todos ellos. En la cárcel todos los puestos que permiten cierta libertad de movimientos son para los hombres, a las mujeres se les quita. Una vez más la negación del espacio a las mujeres e imposición de un cerrado desmundo.
A excepción de la limpieza de las salas de «vises» y la lavandería, las mujeres que realizan trabajos en la cárcel son casos anecdóticos, casi seres exóticos. De nuevo la mujer unida a la limpieza.
- En el módulo de mujeres, en el taller de ocio, no hay ningún tipo de herramientas sólo una máquina de coser y agujas, alguna sierra pequeña y unas pocas pinturas. En los módulos de hombres disponen de martillos, mientras que en el de mujeres tienen que utilizar como tal una lata de conserva. ¿Por qué? El trabajo y la creatividad no son para las mujeres, se les limita y dificulta. El quehacer femenino se resume en limpiar y coser.
- Otro ejemplo de las limitaciones del espacio es el de la escuela. Durante estos dos últimos años, las mujeres reciben clases de alfabetización en una sala, ahora modificada, de lo que era la guardería; siempre dentro del módulo y con un tope de 20 mujeres por falta de espacio. Los hombres, por el contrario, utilizan el «área socio-cultural», el lugar más importante de cualquier prisión, donde dan clases, hacen diferentes actividades, teatro, vida social, es decir en el «ágora». Ésta decisión fue tomada por el director tras encontrar a dos parejas entablando relaciones sexuales. Aprovechó la situación como excusa para crear escándalo, pregonar a los cuatro vientos y hacer creer que las mujeres son putas, para castigarlas y confinarlas en el módulo. Los hombres, sin embargo, pase lo que pase, nunca pierden su espacio.
- El asunto de la limpieza de los retretes ha sido lo que les ha llevado al aislamiento total. Antes, al igual que en los módulos de los hombres, era una mujer la que realizaba esta tarea reconocida, pero hace cuatro años el director le quitó el rango de trabajo reconocido, impuso la tarea como castigo y a partir de ese momento hizo limpiarlos, sin pagarles y por turnos, a todas las mujeres. Siendo una tarea reconocida y remunerada en el módulo de hombres, las mujeres se negaron a hacer gratuitamente ese trabajo. «A las mujeres no les voy a pagar» fue la respuesta del director. Durante estos cuatro años, han revindicado el reconocimiento de la tarea, pero a cambio sólo han recibido castigos, uno tras otro, y el último ha sido recluirlas en el módulo de aislamiento.
- En el caso de los hombres las consecuencias negativas, los castigos, se imponen a título individual, mientras que en el caso de las mujeres se aplican al colectivo.
- Otra decisión tomada por el director es imponer la presencia de una tercera persona en los vises familiares de pareja, intentado controlar la vida íntima de las presas, reflejo inequívoco de su obsesión por las mujeres, su sexualidad y la moral.
- También es evidente la hipersexualización de la mujer. Al realizar deporte (subir y bajar escaleras, correr) un funcionario dijo: «claro, subiendo y bajando escaleras se os pone el culo duro y luego la vais liando por ahí». Las mujeres son peligrosas si hacen deporte y hay que confinarlas en el módulo.
El origen del problema no es la limpieza de los retretes, el tema es mucho más profundo y eso es lo que queremos denunciar y sacar a la luz: que no confinen a las mujeres, que no las conviertan en objeto, que no las estereotipen… Sólo pedimos igualdad en ambos módulos, mismas oportunidades para formación y ocio, mismos derechos y respeto.