Joseba Garmendia
Economista

Alarmismo sobre absentismo laboral

Una vez más regresa a las portadas el titular que sitúa el absentismo laboral de la Comunidad Autónoma del País Vasco entre las más altas del Estado. El enfoque de los medios de comunicación y de las asociaciones empresariales se centran en los costes y pérdidas de productividad y en los excesos, para responsabilizar a los trabajadores, a los sindicatos y a la regulación laboral que supuestamente fomentaría el escaqueo y el fraude en las bajas laborales. Olvidando en todo caso que las bajas laborales la deciden los facultativos sanitarios y no las trabajadoras.

Se subraya que el absentismo se sitúa entre 1,5 y 2,8 puntos por encima de la media estatal. Pero, convenientemente, se oculta que la incidencia de enfermedades profesionales y accidentes laborales es 6,9 puntos superior a la del conjunto del Estado, y que en los últimos cinco años esa diferencia ha ido creciendo, según el Consejo Vasco de Relaciones Laborales. El absentismo laboral, por supuesto, es un problema, pero en el sentido de que refleja un deterioro de las condiciones de salud y seguridad de los trabajadores.

Las fuentes de las que se nutren los titulares son los informes elaborados por Adecco, Randstad, Univale Activa..., es decir, agencias de colocación y mutuas de accidentes privadas, cuyos modelos de negocio se alinean con los intereses de los directivos y propietarios de las empresas. Además, dichos informes ofrecen cifras dispares en las tasas (Adecco, 9,7%; Randstad, 7,9%; Univale Activa, 6,9%...) y no definen con rigor, detalle y de manera homogénea qué conceptos computan como absentismo laboral.

Según la Academia de la Lengua española, el absentismo se define como «abstención deliberada de acudir al lugar donde se cumple una obligación». Sin embargo, para los informes mencionados la definición de absentismo abarca las bajas por enfermedad común, por enfermedad profesional y por accidente, así como las licencias por maternidad, paternidad y otros, los permisos, y las horas sindicales reconocidas por ley. El informe de Adecco, por ejemplo, define el absentismo como «el conjunto de horas no trabajadas por motivos ocasionales, motivos muy diferentes, entre los cuales no se incluyen las pérdidas por ERTEs, ni por vacaciones y días festivos». El propio informe ya señala que es «un error equiparar el absentismo con faltas injustificadas». Por otra parte, cabe destacar que los datos son obtenidos de la Encuesta Trimestral de Coste Laboral que realiza el INE sobre una muestra de 28.500 establecimientos, donde las respuestas, interesadamente, pueden estar sesgadas al alza. Es decir, el absentismo no se estima con datos administrativos que pudiera ofrecer la Seguridad Social. Con lo cual estamos hablando de estimaciones, cuyos errores muestrales, además, se triplican una vez que se desagrega en comunidades autónomas.

De manera encubierta se desliza la idea de la picaresca, del abuso y del fraude en las bajas. La difusión de este tipo de enfoques es engrasada con mensajes del tipo: todas conocemos a alguien que ha simulado una enfermedad o ha alargado la baja. Además de menoscabar la profesionalidad médica, este argumento se alimenta de un sesgo de representatividad que distorsiona el peso que puedan tener esos casos. Así, se suele omitir los casos que todas conocemos de personas que a duras penas cogen una baja o que acuden al puesto de trabajo en situaciones de salud precaria, sin hablar de situaciones donde se presiona para dar o coger el alta médica. Además, se desliza la falsa explicación de que se incentiva el fraude en las bajas cuando los convenios colectivos complementan las prestaciones hasta el 100% en los primeros tres días de baja por enfermedad común, y permiten cobrar lo mismo trabajando y sin trabajar. La realidad, no obstante, muestra que ese tipo de complementos son excepción en la negociación colectiva y que solo en casos contados asciende al 100% en las enfermedades comunes.

Cuando estas estimaciones de supuesto absentismo se complementan con los datos de accidentes laborales y enfermedades profesionales, la foto cambia. La gran mayoría de las bajas ligadas a la siniestralidad laboral se deben a accidentes en jornada laboral, un 86,1% según datos de Osalan, y un 10,3% se corresponden con accidentes en el trayecto al lugar de trabajo y el 3,6% restante a enfermedades profesionales. La siniestralidad laboral es más frecuente en actividades industriales y en la construcción, especialmente en ramas con gran presencia en el tejido productivo vasco como la fabricación de productos metálicos, de maquinaria, de productos de caucho y plásticos, la metalurgia, la fabricación de vehículos de motor... Por otra parte, el envejecimiento de la población asalariada provoca una mayor incidencia de la siniestralidad y de las enfermedades comunes. Por lo que cabe esperar que el número de bajas laborales vaya en aumento a medida que la media de edad aumente y la edad de jubilación se retrase. De hecho, la CAV es la sexta comunidad autónoma con mayor edad media entre los trabajadores y la tercera entre las de peso industrial importante.

La reducción de las tasas de «absentismo» en el sentido amplio requiere abordar las realidades particulares de cada empresa y en gran medida constituye una cuestión de gestión de recursos humanos, de mejora de la calidad de las tareas y de inversión en prevención y salud. Frente a la vía que, soterrada o explícitamente, aboga por reducir derechos laborales y a la salud, endureciendo y dificultando el acceso a las bajas médicas o restringiendo los permisos, las licencias y los derechos sindicales, cabe la vía de la mejora de las condiciones de trabajo en el taller o lugar de trabajo, sobre todo en áreas tensionadas, con tareas repetitivas y/o que requieren de posturas forzadas o sedentarias, entre otras. Estas últimas medidas permiten aumentar la productividad y calidad de vida.

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