Joseba Pérez Suárez

Andueza y el derecho a decidir

«La definitiva solución del problema de las nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas, que comporta la facultad de que cada nacionalidad pueda determinar libremente las relaciones que va a mantener con el resto de pueblos que integran el Estado español». Aquel PSOE de Suresnes y de González que era capaz de acordar esto, afrontaba la malhadada Transición con el añadido de un republicanismo por bandera y la convicción irrenunciable de que Nafarroa formaba, junto a los otros seis territorios vascos, parte indisoluble de lo que ellos también entendían como una sola nación. Sostiene ahora Eneko Andueza que «afortunadamente, en Euskadi tenemos muy claro cuáles son nuestros principios y nuestros valores» ("Público" 06/04/24). Cuesta creerlo.

Pide su eslogan de campaña que votemos «al que decide», sin decirnos antes quién decidió, en su momento, renunciar a todo aquello de lo que el socialismo español hizo bandera, pero dejándonos claro, en su buzoneo de campaña, que serán sus siglas las que decidan «poner a las personas por encima de ideologías y obsesiones nacionalistas» y dejando entrever lo que siempre ha movido al constitucionalismo en Euskal Herria: impedir que un país de mayoría abertzale pueda gobernarse de acuerdo a sus principios. Ese y no otro es todo su objetivo.

Volviendo a la entrevista, sostiene Andueza que «Euskadi en una nación que no tiene Estado y que nunca lo va a tener», pero sin explicarnos quién es él para asegurar semejante cosa, perteneciendo a un partido que no tuvo reparo en desdecirse de todos sus principios irrenunciables, desde su republicanismo hasta su marxismo, pasando por su rechazo a la OTAN, el apoyo a un Sáhara libre o por sus propios principios democráticos cuando de activar el terrorismo de Estado se trató. Un cuarto de hora ha pasado desde que el partido del eibartarra admite que la amnistía de los implicados en el «procés» ya no es tan imposible como lo era dos horas antes y pretende el candidato hacernos creer que sus principios son inamovibles.

Remata sus reflexiones asegurando que «no vamos a perder el tiempo si lo que van a poner PNV y EH Bildu encima de la mesa es apostar por el derecho a decidir, que no es otra cosa que el derecho de autodeterminación» y convendría dejar claro al candidato socialista que el primero es un derecho de titularidad individual, aunque de ejercicio colectivo, en el que confluyen ingredientes fundamentales como la libertad de expresión o el derecho de participación política, mientras que el de autodeterminación es de carácter exclusivamente colectivo y que su ejercicio corresponde a un pueblo o una nación, característica esta que el propio Andueza atribuye a «Euskadi» y que encajaría, por tanto, perfectamente en los principios que decía defender el PSOE hace no tantos años. No son lo mismo, pues, ambos derechos, a pesar de que el efervescente candidato trate de mezclarnos churras y merinas en el mismo aprisco. Y no es baladí el hecho de que alguien que se tiene por socialista y demócrata arremeta de esa manera contra lo que él mismo define como «derechos». No todos gustan, por lo visto, incluso entre quienes promocionan su ideología política como el no va más de la democracia y la quintaesencia de las libertades individuales y colectivas. Ver para creer.

Ese derecho a decidir que aborrece el rancio constitucionalismo español es el que separa nuestra triste democracia «representativa» de la más añorada «participativa». Absoluta nitidez en el planteamiento: «no veo por qué en un barrio o una localidad no puede la propia gente participar en las decisiones fundamentales que hay que tomar; el problema es de voluntad política. «Recordá» que si transferís poder a la gente, a alguien se lo estás quitando. Pero es que la gente decide muy poca cosa y eso de reducir la democracia a votar cada cuatro años es ridículo; llamar democracia a eso es ridículo. Nuestras «democracias» son totalmente gerenciales y aquí la cuestión es que la gente aprenda a gobernarse a sí misma. La posibilidad técnica existe; no sé si lograremos arrancar la voluntad política de ejercitarla. No sabemos la riqueza que estamos perdiendo por no dejar participar a la gente» (Pepe Mújica en «Sobreviviendo al siglo XXI» / Saúl Alvídrez).

Presumimos de democracia, pero nadie nos preguntó nunca si queríamos pertenecer a este Estado, ni cómo queríamos organizarlo políticamente; nadie nos consultó a la hora de decidir iniciar una guerra contra un lejano país del Oriente Medio o si había de ser el dinero de toda la ciudadanía el salvavidas de la gran banca cuando vinieron mal dadas en 2008. Nunca se consulta sobre las cuestiones de verdadera enjundia. Esas las deciden «los que saben». Sin embargo, la democracia sigue siendo, al menos en teoría, el gobierno de la ciudadanía, a pesar de que los «anduezas» de turno sigan pidiendo el voto «para los que deciden», esas personas que yo siempre pensé que eran, precisamente, las llamadas a las urnas. Ironías de la vida.

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