Iker Casanova
Militante de Sortu

«Animula, Vagula, Blandula»

El PSE gestionará menos del 4% del presupuesto, con consejerías convertidas en cascarones vacíos, como una consejería de Empleo que no gestiona Lanbide o una de Ordenación del Territorio que no se ocupa de las infraestructuras. Pero tendrá una generosa ración de atención mediática

Las palabras que dan título a este artículo no son un hechizo pronunciado en algún idioma inventado por Tolkien ni un ikimilikiliklip a lo Mikel Laboa. Son latín, y tienen un significado que revelaré al final de este artículo. Utilizo este viejo truco de marketing (la respuesta después de la publicidad) para mantener la atención del lector o lectora hasta el final de este artículo. Y tengo interés en que se lea hasta el final, porque con él me despido momentáneamente de estas páginas de GARA a las cuales ya no me voy a seguir asomando con periodicidad mensual. Se va a cumplir un lustro desde que recibí la invitación de éste, nuestro periódico, para compartir con sus lectores y lectoras una reflexión al mes. Para mi sorpresa, en esta era digital en la que parece que no tenemos tiempo para nada, han sido muchas las personas que han leído estos largos artículos, que los han compartido, elogiado, criticado o simplemente que han reflexionado con ellos.

Ha sido esta buena acogida, que muchas personas amables me han transmitido en repetidas ocasiones, la que me ha animado a prolongar una tarea que, por otro lado, me suponía un gran esfuerzo, a mí y al sistema nervioso de los responsables de opinión de GARA, condenados a recibir los textos siempre sobre la bocina. Pero ahora, cinco años después y tras casi 60 artículos, la necesidad de atender otras labores, y también la voluntad de no atornillarme a una tribuna que es patrimonio colectivo, me lleva a decir hasta luego, con mucho cariño, a este diario, a quienes lo hacen y a quienes lo leen.

Pero dejaré las despedidas para el final y no voy a desaprovechar la oportunidad de comentar los últimos acontecimientos políticos de un país que avanza con firmeza, aunque a veces a un ritmo desesperantemente lento, hacia un nuevo escenario político. Esta semana ha estado protagonizada por la elección de lehendakari y la constitución del Gobierno de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. El pacto PNV-PSE ha dado lugar a un gobierno inflado artificialmente en sus estructuras al objeto de dar al PSE visibilidad política. Es una decisión consciente del PNV, que trata de insuflar energía a un PSE enemigo del derecho a decidir y más aún de la independencia, pero que es la  muleta que deben proteger para evitar que devenga en insuficiente. Eso sí, el PNV se ha encargado de convertir las consejerías otorgadas al PSE en cascarones vacíos, aptos para que este partido tenga protagonismo, pero sin capacidad real de gestión, tal y como muestra la estrambótica decisión de constituir una consejería de Empleo que no gestiona Lanbide o una de Ordenación del Territorio que no se ocupa de las infraestructuras.

El PSE gestionará menos del 4% del presupuesto, pero tendrá una generosa ración de atención mediática. A cambio de este salvavidas, el PSE ha tenido que renunciar a cualquier veleidad izquierdista a la hora de redactar un programa de gobierno que podría estar redactado por Confebask («¿Chi lo sa?»). Una patronal que ya reivindicó su triunfo tras las elecciones y que ha bendecido públicamente este pacto tras utilizar todos sus resortes para lograrlo. Este programa excluye a la izquierda de este país, y no sólo en términos de partidos, porque también deja fuera las posiciones de la mayoría sindical y sus demandas tanto de contenidos como de apuesta por un marco propio para las relaciones laborales. Frente al continuismo de la derecha vasca, las principales propuestas de EH Bildu en el debate de investidura buscaban equiparar de forma progresiva a nuestra comunidad con la media europea (ni siquiera con los países más avanzados) en aspectos como la presión fiscal, el número de empleos públicos o la inversión en I+D o formulaban planteamientos tan radicales como que ninguna pensión esté por debajo del umbral de la pobreza. Propuestas todas ellas irrealizables y fuera de la realidad según Egibar, Urkullu y Ortuzar.

Está claro que en el terreno económico ésta va a ser una legislatura complicada, en la que habrá que seguir luchando por defender hasta lo más elemental. Ya que las posiciones de la izquierda vasca han quedado excluidas del Gobierno, habrá que trabajar por defenderlas desde otros escenarios y con otras alianzas. En otros ámbitos, el escenario se presenta más abierto y propicio para alcanzar acuerdos. Si queremos terminar con el impasse en las materias de paz y autogobierno, los acuerdos se antojan imprescindibles. Debemos superar esa sensación, que ya se prolonga demasiado en el tiempo, de que hay unas enormes posibilidades en estado potencial que no terminan de activarse. El último Sociómetro Vasco evidencia que la ciudadanía responsabiliza del bloqueo en materia de paz a la falta de entendimiento entre los partidos y globalmente depara unos resultados pésimos para las tesis y la actitud del Estado y la de quienes sitúan el debate exclusivamente en términos de desarme, disolución y condena. Es hora de mojarse, todos y todas, para que empiecen a pasar cosas.

Por otro lado, el 75% de los representantes parlamentarios se presentaron en partidos que defienden la identidad nacional vasca y un nuevo estatus basado en el derecho a decidir. Tienen, por tanto, un mandato democrático imperativo para materializar ese proyecto. No caben excusas ni dilaciones. EH Bildu no a permitir ningún fraude en materia de autogobierno. No vamos a aceptar trampas ni en  los tiempos ni el contenido. No vamos a enredarnos en un debate sin plazos definidos y entendemos que sólo el compromiso con la culminación de este proceso en la primera mitad de la legislatura garantiza que existe una voluntad real de llevarlo a buen puerto. Y nuevo estatus no es (sólo) un nuevo estatuto sino un nuevo modelo de relaciones con el Estado basado en la no subordinación de nuestro pueblo.

«Animula, vagula, blandula». Pequeña alma, blanda y errante. Un verso que da inicio a un poema fúnebre por el emperador romano Adriano y cuyo significado no tiene aquí demasiada importancia. Si lo cito es porque que encabeza la magistral novela de Marguerite Yourcenar “Memorias de Adriano”. En esta obra de filigrana, Yourcenar expone una de las reflexiones más profundas que he leído sobre la naturaleza humana cuando pone en boca del anciano Adriano la frase en la que afirma, al hacer balance de su vida, que «no me parece esencial haber sido emperador». Somos quienes somos y luego nos pasan cosas. Ciertamente, nunca me ha pasado nada tan rimbombante como ser emperador romano, por suerte. Pero sí me han ocurrido otras cosas que me han dejado impronta. Una de ellas es haber estado en prisión casi 8 años. Cerrado ese capítulo, incorporado el bagaje emocional y cultural de ese período, he evitado autodefinirme como expreso y decidí considerar esa circunstancia simplemente como una más de las vicisitudes de la vida, ayudado evidentemente por lo relativamente breve de esa etapa.

Por eso, de forma consciente y huyendo del encasillamiento, a lo largo de estos cinco años nunca he escrito sobre mi estancia en prisión, ni tampoco he dedicado un artículo de forma específica a la cuestión de presos y presas. Pero nunca, ni por un solo momento, ni en mi vida personal ni en mi práctica política, he olvidado la situación de quienes aún están ahí dentro ni de sus familiares. Hay sensaciones, olores, ruidos, sentimientos, que sólo existen en prisión. Hay cosas que sólo pueden entenderse después de haberlas vivido. Simpatía («sin-pathos», sufrir-juntos). Y de la misma forma que hay órganos amputados que aún duelen, también me seguirá doliendo la cárcel mientras acoja a hijos e hijas de este pueblo. Que sirvan las últimas líneas del último artículo de este ciclo de colaboraciones para renovar el compromiso de seguir luchando por ellos y ellas, hasta vaciar las cárceles. Tximeletak ez du ahazten behinola zizarea izan zela!

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