Santi Martínez
Secretaría de Movimientos Sociales de CCOO de Euskadi

Ante el miedo, respuestas colectivas

Hoy se abre paso entre los medios de comunicación el debate sobre los movimientos sociales, aglutinándose bajo esa acepción a una multitud de organizaciones, movimientos, redes que desempeñan su labor en el ámbito de lo socio político y que actúan sobre multitud de focos en torno a la defensa del trabajo digno, de la vivienda, de la educación, de la salud, del medio ambiente, de la igualdad, etc…

Esta reflexión no obedece a la necesidad de limitar la acepción del término sino precisamente a trascenderlo, a sobrepasarlo, para visibilizar así que son muchos los espacios compartidos entre los movimientos sociales y el sindicalismo. Ejemplos de estos espacios son las plataformas vinculadas a un nuevo modelo energético o contra la las centrales nucleares, a la memoria histórica y el antifascismo, al internacionalismo, la cooperación, a la inmigración, al feminismo, o a la lucha contra las políticas neoliberales predominantes a nivel europeo, entre otras.

Es difícil pasear por las calles de nuestra geografía y no ver una movilización, una pancarta, una reivindicación, una protesta. La sociedad está movilizada debido a las consecuencias de un modelo que, por ejemplo, llevan a que el riesgo de pobreza o exclusión social siga aumentando y alcance ya al 27,3%.

Este mismo modelo y su arma favorita, el miedo, también sirve de freno para otra mucha gente que no se moviliza por miedo a perder su trabajo o porque entienden que no sirve de nada. Este miedo es eficaz a sus intereses en la medida en que lo individualizan, es de cada persona.

La pregunta es cómo ayudamos a revertir ese miedo de personas que sufren la crisis y sus consecuencias de igual manera que las que, ante esta coyuntura, elegimos movilizarnos.

La respuesta nos la dan los que dicen gobernarnos cuando en realidad se dedican a decretar medidas a golpe de reverencia al FMI. El Gobierno, que vive la crisis como excusa para cargarse los contrapesos democráticos, ha decidido cargar contra el sindicalismo y contra los movimientos sociales. Lo colectivo les preocupa. En realidad, el miedo ya no nos pertenece, ahora se ha convertido en compañero de aquellos que lo han venido usando como arma arrojadiza durante estos años con el objetivo de inmovilizarnos.

Para muestra de este uso, el intento político de obstaculizar el ejercicio del derecho a la huelga a través de la fiscalía con el resultado insólito en nuestra democracia de medio centenar de casos abiertos, ya sea por la vía penal o administrativa, contra unas 150 personas vinculadas a CCOO, con condenas de tres años de prisión para dos de ellas o la condena a tres años de prisión a dos integrantes de un piquete informativo del 15M.

Detrás de esta persecución hay una estrategia clara de criminalización tanto de los movimientos sociales como del sindicalismo.

Existen otras muchas lecturas, una de ellas, la nuestra, es que en estos casos el miedo usado contra el individuo se transforma en respuesta cuando se redirige hacia lo colectivo (movimientos sociales y sindicalismo). No debemos trivializar el miedo de la gente, se «esquiroliza» con facilidad, trazando una línea gruesa entre buenos y malos. El miedo no cambia de bando solo. No podemos dejar de lado el papel de guiar y convertir ese miedo individual en una respuesta colectiva. Cuanto más colectiva, cuanto más sustrato común, más eficaz será la respuesta.

Cuenta el Subcomandante Marcos en su despedida que «es nuestra convicción y nuestra práctica que para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos ni mesías ni salvadores. Para luchar solo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización».

Parece un buen suelo común para el trabajo que nos queda a los movimientos sociales y a los sindicatos así como a tantas organizaciones a las que les sobra vergüenza y dignidad. No van a dejar de criminalizarnos. Su miedo, es nuestra respuesta.

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