Antonio José Montoro Carmona

Aprendizajes del proceso constituyente chileno

El desenlace del proceso constituyente chileno va a ser un factor clave en la disputa por la hegemonía regional e internacional entre la reacción y el progresismo, entre la derecha neoliberal y la izquierda y las reivindicaciones de los pueblos.

Las noticias en los días previos no hacían presagiar nada bueno, aunque la esperanza de estar asistiendo a otra maniobra más de la derecha mediática abría una rendija a la esperanza para la izquierda chilena, latinoamericana e internacional. Sin embargo, es necesario reconocerlo con toda la crudeza, el rechazo del 62% a la propuesta de nueva constitución en Chile constituye una derrota indiscutible y sin paliativos.

Debido a la identificación de la izquierda chilena con la propuesta de nueva constitución y a la incapacidad para integrar a otros segmentos sociales en la opción del Apruebo, sus destinos han quedado indisolublemente ligados. Así, se hace urgente obtener aprendizajes que permitan reconducir la definición de un nuevo marco político e institucional más igualitario y democrático, a la vez que consigue entroncar con las aspiraciones y reivindicaciones de las mayorías sociales del país.

La necesidad de hacer una correcta interpretación de la realidad material sobre la que opera la política, mucho más si es desde una voluntad transformadora, se convierte en un elemento nuclear. En este caso, los resultados de las elecciones a la Convención Constitucional, en un contexto de auge del movimiento de masas, ofrecieron una imagen en cierta forma distorsionada de las corrientes de fondo que estructuran la sociedad chilena.

Quizá, las urgencias provocadas por años de dictadura y de ausencia de perspectivas y las esperanzas generadas por la victoria de Boric a lomos de las movilizaciones populares de 2020, no permitieron percibir los límites del momentum político. Ahora, ante el avance de las posiciones de centro-izquierda dentro del Gobierno, es necesario evitar que el gran éxito de la Convención Constitucional (participación popular, quiebre del sistema de partidos, visibilización de los grandes problemas del país) se convierta en una victoria pírrica que allane el camino de los sectores más conservadores.

En relación a los contenidos del texto constitucional, la situación generada en Chile nos muestra la importancia de dar respuesta a los intereses y necesidades expresadas por las grandes mayorías. Si esto no es así, o es percibido por estos grandes sectores como algo ajeno a la realidad que necesitan transformar para mejorar sus condiciones de vida, los cambios pretendidamente revolucionarios pueden conllevar el germen de la reacción y el retroceso.

En cuanto al método, el proceso de discusión y debate en el seno de la convención constitucional se ha caracterizado por ser farragoso y de difícil comprensión para el público en general, alejando a la mayoría de la población del mismo y, por lo tanto, alienándola de su resultado final.

A nivel comunicativo, los grandes conglomerados mediáticos chilenos, contrarios a todo cambio que ponga en cuestión la estructura elitista configurada por la dictadura pinochetista, han sabido aprovechar las expresiones más extravagantes de diferentes convencionales, deslegitimando el proceso en sí mismo, la propuesta de constitución y, por ende, al conjunto de la izquierda y de las expresiones sociales y políticas que protagonizaron las protestas que dieron lugar al momento actual. La mayoría de la sociedad chilena ha sentido el proceso como algo ajeno a su vida, a sus intereses y, por qué no reconocerlo, como una amenaza.

No obstante, nada se ha perdido. Como diría García Linera, «vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino»: los más de 3 años de mandato presidencial restante, permiten vislumbrar algunos elementos de optimismo de cara al futuro.

El elemento más importante es, pese al rechazo de la propuesta sometida a referéndum del 4 de septiembre, la deslegitimación de la Constitución de 1980. El legado pinochetista no es más una alternativa para el pueblo chileno, la reacción no puede anclarse en un pasado oscuro, aunque haya podido crear confusión y dificultar la aprobación de avances necesarios.

Aun en un contexto de una democracia liberal en el que el poder político se encuentra limitado por la oposición activa de las élites económicas (cuyo ejemplo más cruel lo encontramos el ominoso 11 de septiembre de 1973), existen resortes que pueden ser activados para llevar a cabo transformaciones reales de las condiciones de vida de los chilenos y chilenas. Estos cambios (en los sistemas públicos de educación y de salud, incrementos salariales, medidas de igualdad que contribuyan a mejorar la posición de las mujeres, etc.), sentidos por la población como positivos, pueden generar las condiciones de posibilidad que abran los candados que impiden avanzar en un marco constitucional más integrador y democrático.

La izquierda en su conjunto se juega, nos jugamos, mucho. El peso económico, político y cultural de Chile en el entorno latinoamericano es muy importante, por lo que el desenlace de su proceso constituyente va a ser un factor clave en la disputa por la hegemonía regional e internacional entre la reacción y el progresismo, entre la derecha neoliberal y la izquierda y las reivindicaciones de los pueblos.

No podemos olvidar que otros procesos centrales en la configuración de la realidad presente en Latinoamérica, como son las elecciones presidenciales de octubre en Brasil, la creciente violencia política contra en Argentina o la estabilidad del gobierno progresista de Colombia, van a estar fuertemente condicionados por la definición del proceso chileno y la rearticulación de las fuerzas de izquierda (y de derecha) que pueda provocar.

Desde el internacionalismo y desde el conjunto de la izquierda tenemos la responsabilidad de apoyar consciente y pacientemente este proceso de recomposición y búsqueda de alternativas que consigan aglutinar diferentes sensibilidades y conformar mayorías favorables a cambios de progreso, incluso cuando su aroma revolucionario no nos retrotraiga a heroicas gestas del pasado.

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