Edurne Eguino, Teo Ronco y Raúl Ciriza
concejala de Izquierda-Ezkerra en el Ayuntamiento de Iruñea y miembros de I-E Iruña

Arantzadi: «El bosque inundado»

Hay que reconocer el mérito de Alday y compañía que, en su afán de diseñar bajo criterios innovadores, ha superado su propia expectativa: donde prometieron un «bosque de inundación», han construido un «bosque inundado». O sea, que han transformado lo que era una característica pasajera del bosque en su esencia permanente. Todo con la inestimable colaboración de algunos de los partidos políticos de nuestro Ayuntamiento.

Son muchas las primicias introducidas en este bello diseño. Entre ellas, el «césped subacuático». Ampliamente extendido por las partes bajas del bosque de inundación, no le falta ni un solo detalle. Ni siquiera los carteles de «pradera en creación: no pisar»; aunque creemos que debería decir: «no nadar».

En este bosque novedoso para Iruñea, además de césped subacuático, bajo las charcas se lleva a cabo la cría de algas permanentes. Mientras era invierno las algas arraigaron lentamente, pero ahora, con el sol, el calorcito y el agua que no se va, la previsión es que se desarrollen bien rápido. Nuestros nietos aprenderán una nueva especie de flora autóctona de Pamplona: el ‘alga arantazdiensis’; toda una tradición vegetal de esta tierra que, a falta de mar… buenas son algas.

Y si hablamos de fauna, una especie de pronto arraigo en nuestro meandro será el ‘mosquito arantzadiense’. Fuerte, como buen navarro, e integrado en la nueva marisma de agua dulce creada en Arantzadi, no dudamos de que un día pueda llegar a ser famoso dentro de las especies faunísticas de la localidad.

El siguiente escalón en este ecosistema de algas, mosquitos y agua estancada, será la ‘rana meandrensis”’ batracio que desarrollará una resistencia desmesurada gracias a su dieta basada en mosquitos navarros de su propio hábitat.

Suponemos que la ciudadanía estará ya deseosa de pasear por el flamante parque, pero por si no encuentra suficientes atractivos, el diseño incluye unos caminos en zig-zag sorprendentes en un entorno «natural». Estos senderos te amenizan con sus variados baches (al tresbolillo, para que no los intuyas) convertidos en agradables charcos en cuanto llueve un poco. De esta manera, con esa obligación de mantener la atención sobre donde se pisa, las personas que lo transiten reconocerán lo beneficioso de una estimulación sensorial permanente.

Con los resultados de las obras, han dado la razón a la gente de Arantzadi Bizirik, decían que el principal uso de un parque es el paseo, y en este entorno no queda otra opción para quienes lo visiten: en las huertas, privatizadas y valladas, no se puede entrar; en las pendientes del bosque no se puede descansar; y en el fondo del bosque no se puede estar salvo con katiuskas. En conclusión, lo único que se puede hacer en este parque es pasear, evitar charcos, apartar mosquitos y escuchar a las ranas. Eso sí, siempre caminando.

La verdad es que también nos ha ayudado a buscar nombres adecuados a este meandro: ¿lago?, ¿marisma?, ¿charcal?, ¿tarquín?, ¿ciénaga?, ¿barrizal? Cada año, de todas maneras, la tendencia nos llevará a añadir el diminutivo a cualquiera de ellos, pues en cada riada importante desaparecerán unos pocos árboles más del bosque central, transformando el bosque en pradera, la pradera en marisma y la marisma en cenagal.

Y al final, lo más preocupante es que no aparecerán responsables de este desastre. Habrá que hacer remiendos en el futuro que serán pagados, como siempre, por el conjunto de la ciudadanía. ¿Cuándo escucharán, desde el Ayuntamiento, a los grupos más sensibilizados con cada asunto? Creednos: si lo hicieran, no meterían tanto la pata.

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