«Así no, Iñigo»
A partir de esta frase se elabora toda una teoría de luchas fratricidas, duros enfrentamientos, peleas a muerte o hasta el exterminio de la opinión contraria. Se le da el valor de descalificar, hundir al otro…
Pero, acaso esta desproporción en los juicios, esta forma de magnificar (negativamente) la vida interna de Podemos o la de su militancia y, sobre todo la de sus cabezas más visibles, no es significativo de la intención última de los comentaristas que es la de desprestigiar a un partido que les es molesto?
En una época en la que hay escándalos que se califican en si mismos como tales, sin necesidad de especular, elevar a la categoría de hecatombe lo que no es sino el discurrir normal de una situación extraordinaria como la preparación de un Congreso… Ahí si hay intención.
Malo sería que ahora, cuando se van a plasmar ideas-base, normas, objetivos políticos, etc., no hubiese discusión, no hablásemos de la realidad social y política, no saliesen distintas posturas sobre las que posicionarse, discutir…
En Podemos estamos constantemente empezando, porque todo absolutamente es nuevo y tendremos que huir de aquello que ha perjudicado su corta trayectoria, pero evidentemente habrá que analizarla desde diferentes puntos de vista porque Podemos no es un partido al uso (recordemos que se constituyó como tal a regañadientes y por cuestión de practicidad). En un partido clásico, toda la militancia se identifica con su doctrina (a lo sumo discrepará parcialmente) y quien no lo hace se coloca fuera.
Cuando se juzga a Podemos se obvia que no estamos funcionando con los mismos parámetros de un partido político clásico. Podemos salió del mismo lugar de donde salió el 15M (y no le atribuyo ni su paternidad ni su herencia sino las mismas motivaciones). Salió por la indignación de la ciudadanía ante tanta corrupción y tanto abuso descarado de un colectivo humano que vivía muy bien y cada vez mejor, frente a una muchedumbre que aumentaba en número y en pobreza. Ese ha sido (y sigue siendo) el caladero de Podemos. Y ese espacio es de lo más heterogéneo.
Al convivir gente de muy variada condición y procedencia, es inevitable (y necesario) el contraste y la discusión interna de ideas. Pero nos unimos con la ilusión de un proyecto aglutinante, sabiendo de su dificultad… que no toda la militancia supera, pero que sus dirigentes, o saben gestionarla, o mejor si dejan espacio a quien sepa hacerlo. (No es el caso de P.Iglesias e I.Errejon y sí lo fue en el caso del primer Consejo Ciudadano de Euskadi).
¿Qué nos une? El saber que es injusto que unos pocos vivan bien, les sobre de todo, acumulen más de lo que pueden gastar, mientras una mayoría vive mal, sobrevive a duras penas; una gente despilfarra y otra no tiene lo imprescindible. Eso nos une, desde las distintas ideologías o sensibilidades; la necesidad de que esta sociedad sea administrada pensando en las mayorías.
Sería deseable que se usase el mismo medidor para juzgar a todas las personas y a todos los grupos políticos. En ese caso, no sería Podemos el protagonista de los escándalos y de los atropellos que la ciudadanía estamos viviendo. No seríamos (como se pretende) el ejemplo de las luchas por el poder… ni mucho menos.
La actualidad se puede narrar desde muchos ángulos, pero el que los medios de comunicación se tengan que valer de la especulación, de hipótesis elaboradas desde la sospecha, evidencia el interés por desprestigiar, más que la prueba de sus acusaciones.