Concha Outeiro

Bielorrusia. Un escenario arriesgado

Los signos de los tiempos nos llevan a pensar que en Bielorrusia pretenden consolidar una versión que habíamos presenciado en ocasiones anteriores

Desde la década de 1990, hemos visto un torbellino de movimientos en los que la libertad, el desarrollo y la democracia han acompañado al caballo de Troya de un proyecto democratizador en el mundo que se disfrazó camaleónicamente con nombres de color y razones de derechos humanos, apoyo legal y justicia. Social. Para entender tal estrategia, echamos mano de la cumbre celebrada en París en noviembre de 1990, base de la organización, seguridad y cooperación entre países europeos, Estados Unidos y Canadá con el objetivo de acabar con la inestabilidad política y militar que durante años enfrentaron la OTAN y el Pacto de Varsovia. Toda declaración de fundamentos ideológicos reflejaba un programa de acción y tratamiento institucional en la búsqueda de la democracia y la libertad. Los grandes conceptos que eufemísticamente acompañan siempre a la imposición del libre mercado.

Dado que la política del capital se basa en la búsqueda del beneficio económico privado, no resulta difícil imaginar que esa cumbre no fue la primera en celebrarse. 70 años antes, en 1920, el Programa Democracia 19 sustentaba la lógica globalizadora ideal y mística del imperio del comercio y el consumo industrial. La agenda consistía en garantizar las condiciones legales y militares que permitirían el desarrollo del statu quo estadounidense y ubicar los futuros enfrentamientos hemisféricos en áreas específicas, dependiendo del lugar donde hubiera estado en riesgo la estabilidad del mercado de capitales y los intereses de las grandes financieras.

Un programa de primera línea que confirmó su contemporaneidad en revoluciones coloridas al promover una ola renovada de democracia en el mundo que sufriría la franquicia del libre mercado; desde McDonald a CNN, pasando por todo tipo de corporaciones mediáticas y monopolios en sectores productivos.

Para entender un poco más las complejas tácticas fabianas de interferencia occidental, sacamos a la luz el trabajo de Gene Sharp, creador del poderoso think tank estadounidense Albert Einsten Institute, conocido por su extenso trabajo en defensa de la no violencia como lucha contra el poder que promueve el uso de estas artes para democratizar el mundo. Un foro de vital importancia para influir en campañas independentistas como, entre otras, la polaca (1989) o lituana (1990).

Los signos de los tiempos nos llevan a pensar que en Bielorrusia pretenden consolidar una versión que habíamos presenciado en ocasiones anteriores; revoluciones de color, flores y golpes suaves, sin tener que adherirse a la vieja costumbre del golpe militar. Una variedad de jardines multicolores adecuados para cada espacio, aunque los medios occidentales nos hablen de sus diferencias.

La tensión está más que servida. ¿Por qué se le está echando este pulso a los eslavos? ¿Alguien puede pensar todavía que terminó la Guerra Fría?

La provocadora e infantil actitud norteamericana hacia Rusia (con submarino disuasorio incluido en las costas noruegas) no sabemos cómo terminará, ni los movimientos a desarrollar en las tres fronteras pro-estadounidenses con Bielorrusia: Ucrania, Polonia y Lituania.

Lo que si causa una enorme preocupación es ver cómo a lo largo de la historia los pueblos han estado en manos de gobernantes que, lejos de ejercer políticas honestas, se venden; corruptos y enredados en un desarrollo efímero y decadente.

Las élites con voz propia, envueltos en eternas dicotomías entre soberanía, mercado y armamento han olvidado incluso el derecho a la soberanía de los pueblos vecinos. En particular, los gobiernos francés y alemán concluyen tácticas de penetración en los servicios de inteligencia y organismos de opinión pública. Gran parte de la información que nos llega de la actual Bielorrusia en conflicto proviene de manos del Instituto Bielorruso de Estudios Estratégicos; laboratorio diseñado dentro de la UE en defensa de la seguridad o The Associated Press o AP (en español), agencia de noticias creada en USA con periódicos en todo el mundo y que para temas como Bielorrusia no diferirá con EFE, Reuters o la Agencia de franquicias francesa.

Faltaría más, todo vale para establecer proyectos de gobierno que protejan los intereses políticos y financieros del mercado.

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