Martxelo Alvarez

«Billy» no estaba solo (su impunidad tampoco)

Desde aquí mis condolencias no a los familiares de González Pacheco, sino a sus víctimas y sobre todo a aquellas de sus víctimas que tienen una conciencia profunda de lo que es y no es la Justicia y de lo que fue, es y seguirá siendo la impunidad, el modelo español de impunidad.

Ha muerto Juan Antonio González Pacheco, famoso represor del régimen fasciofranquista. Durante varios días los tweets, los faces, los podcast... rebosarán de mensajes congratulándose y alegrándose de la muerte de este policía más conocido como «Billy el Niño» que fue torturador pero que más allá de adjetivos fue fundamentalmente un fiel servidor del Estado. Y eso es así no porque yo lo diga, sino porque esa es la consideración en la que el Estado le ha tenido hasta su ultimo aliento, ese Estado que ha transitado desde el fasciofranquismo a la franca democracia sin haber quebrado lo sustancial de ese hilo conductor entre ambas compuesto de intereses bancarios y oligárquicos, nacionalcatolicismo mal disimulado, centralismo chovinista y autoritarismo, elementos que tan nítidos aparecen en esa Monarquía borbónica desterrada por nuestros abuelos pero que gracias al 18 de julio de 1936 y al 6 de Diciembre de 1978 sigue hoy convirtiéndonos en súbditos y también en la imagen cívico-militar –en algunos momentos incluso más militar que cívica– de la gestión de la actual crisis/pandemia Covid-19.

Y ya que lo acabamos de nombrar ha sido este virus el que ha hecho el buen trabajo de hacer desaparecer del mundo de los vivos a «Billy el Niño» haciendo de él sin duda algo más limpio pero no «haciendo justicia» como muchos escriben ni tampoco «hurtándolo a la misma» como dicen otros. No debieran olvidar que esa Justicia –la de los Tribunales, la «legal» y operativa, la del Estado– no estaba en absoluto dispuesta a juzgarle y así lo ha venido demostrando durante más de cuarenta años ni tampoco dispuesta a permitir que nadie le juzgase, tal y como ha demostrado en las ocasiones en que por oficio de la Jueza argentina Servini de Cubría en el marco de la conocida como «Querella Argentina» había sido requerido para ello. La Justicia de la democracia española, continuistas ambas en gran medida con el régimen que les precedió, no podían juzgarle porque nunca le han considerado un criminal, sino un servidor del Estado, del de ayer y del de hoy; ayer rompiendo silencios ajenos a golpes y a sangre... y hoy manteniendo el suyo propio, pero siempre al servicio del Estado y de los intereses a los que este sirve. Y Gonzalez Pacheco, «Billy el Niño», ha muerto por ello sin ser juzgado y de forma natural -un virus aunque sea el Covid 19 es algo natural- y en su cama por mucho que esta fuera de hospital, al igual que murieron Franco, Serrano Suñer, Fraga Iribarne... y otros muchos antes que él.

Esto que escribo creo que habría que recordárselo encarecidamente a tantos miembros de la clase política y también de otros estamentos que desde el momento de su deceso han desgranado en tertulias y entrevistas el «currículum» operacional de este sujeto, tanto el conocido –lo hecho uniformado– como el posible –lo hecho incontrolado– resultando que todos saben y sabían de sobra que «Billy» era también uno de los principales receptores de aquello que gritábamos en las manifestaciones y en las pintadas ¿os acordáis?... «de día uniformados, de noche incontrolados». Oír a Cristina Almeida, por ejemplo, hablar de su más que posible participación en la «matanza de Atocha», oír a otros hablar de su relación con Jean Pier Cherid o los hermanos Perret mercenarios del BVE y después del GAL, oír de su más que posible participación en el atentado del «Bar Hendayais», oír de sus medallas policiales y también del Ejercito, oír de sus relaciones con determinados miembros actuales de la clase política que le organizaban ágapes y homenajes en agradecimiento «por los servicios prestados», oír que todo eso era de sobra conocido... y ver que se ha muerto impune y con las medallas es cuando menos una agria interpelación a la continuada responsabilidad en ello y al cinismo de todos aquellos que lo han permitido y ahora hablan e incluso se «indignan» para los «mass media», desde la mencionada Cristina Almeida –una de las figuras de esa «modélica Transición» que entre otras cosas refrendó la impunidad franquista para Pacheco y tantos como él– al actual Pablo Iglesias y su voto contrario a investigarlo emitido hace pocos meses por hablar de los más reciente, pasando por tantos otros. Y mientras se escandalizan ahí tienen a Martin Villa, el de la masacre de Gasteiz de 1976 y después Ministro del Interior y jefe máximo de «Billy el Niño» y de tantos «servidores del Estado» y de sus tropelías durante algunos años, al que amparan en su impunidad de la misma manera mientras seguramente también le deseen una visita especial del Covid-19 y si no del Covid-20 en caso de haberlo.

Desde aquí mis condolencias no a los familiares de González Pacheco, sino a sus víctimas y sobre todo a aquellas de sus víctimas que tienen una conciencia profunda de lo que es y no es la Justicia y de lo que fue, es y seguirá siendo la impunidad, el modelo español de impunidad que también y tan bien viene transitando con paso firme y tranquilo tanto los años de dictadura fasciofranquista como los que llevamos de esto a lo que llaman democracia. Mis condolencias a ellas porque el virus les ha hurtado, nos ha hurtado a todos, la posibilidad por más que fuera remota de sentarle a él y a otros en el banquillo de los acusados. Mis condolencias también por la inmensa satisfacción que sin duda en estos momentos tienen las instituciones y la mayoría de la clase política española, el Estado, por la desaparición de la interpelación continua y vergonzosa que suponía para ellos el que «Billy» se levantara cada mañana con su impunidad y sus condecoraciones puestas.

Y también desde aquí mi esperanza en la Justicia aunque esta no sea la de este Estado, sino la que al igual que la Memoria Histórica se apellida popular, democrática, antifascista y por ello no admite ni trampas ni tratos, ni olvidos ni medias tintas. Quizás por eso en cuanto a Justicia yo siempre tengo las imágenes de Nuremberg, la de Eichmann en Jerusalén, la de los juicios a los genocidas argentinos... y también la de Anastasio Somoza en Asunción, capital de Paraguay, un día de setiembre de 1980.

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