Juan Carlos Pérez

Cadena de odios

El futuro no está escrito, se puede cambiar. Nunca se sabe como será el porvenir, pero conocer el pasado es fundamental.

Demasiado amor puede matarte. Puedes tener un problema tanto si hay sobredosis de azúcar como si hay completa ausencia, pero hay que no perder el tiempo cuando uno se encuentra con gente que en vez de pensar siente. Es todo pasión, todo emoción. Salvo cuando se interponen en tu camino, bloquean la puerta, y dejan imposible todo paso, siendo capaces de decir cualquier cosa con tal de tener razón. Irracional razón desde emociones sustentadas en la nada, simplemente en porque yo lo valgo, porque tengo la manija del poder y tu no puedes hacer nada. Se crea o no tiene mucho que ver con aquello de que la letra con sangre entra, de que con palos se arregla todo. La zanahoria que se la quede el burro. Y la cultura, para los muertos, que para algo los poetas eran los mejores suicidas en el siglo XIX, algo que, para la mayoría, era motivo de celebración, dicha y alegría. Menos gente ociosa que mantener.

Tener razón contra los datos, contra la verdad. Tener envidia de lo que tienen otros y ser incapaces de encauzar los sentimientos, haciendo debates de totalidad, como películas como Shiva Baby expone brutal, aunque sucintamente. La directora es una partícipe de una comunidad askenazí reformada en Canadá. Pudo hacer su historia en forma de cortometraje de 8 minutos, y posteriormente, lo trasladó a un metraje de 75 minutos, es decir, hora y cuarto. En ella se puede ver la hipocresía para con el tratamiento de esas reuniones que el judaísmo, pero también el cristianismo, establece. Pantallas. Proyectar lo que uno se quiere que se perciba como realidad de uno y la familia. Muy borbónico, por cierto, esto de poner personas intermedias y acabar diciendo que “todo el mundo me dice que...”, y cuando se pregunta quien, nunca se pone nombre y apellidos, y si de manera apurada y apretada, ha sido como reacción a esa proyección, sea para bien o para mal, pero siempre con demasiado o ausencia de ese azúcar vital.

Hay gente que no sabe ni quiere convivir. Que está en un escenario futurible siempre. Viven en el mañana, sin pisar suelo en el hoy. Desean lo que no tienen, y ponen excusas en personificaciones para poner como obstáculos existentes para ese idílico marco de arcadia felíz. Nunca disfrutan el momento, sino planifican el mañana. Nunca están felices porque como no saben lo que son ni quienes son, dan patada hacia el futuro, como una manera de consumir oxígeno y espacio, como si la vida fuera una pesada obligación imposible de salir, en este valle de lágrimas, donde si le pillan el cayo a alguien, este, en cascada, sobre quien tenga algún tipo de poder, se le rebota para resarcir ese estado de cosas tan maravilloso, justo lo contrario de la cadena de favores, donde si alguien necesita algo, hacerlo desinteresadamente, no. Lo contrario. Hay que resarcir el polvo y arena de lo que ha sido mancillado por esas personas próximas, generando escenarios de odio. Y siempre tratando de externalizar las situaciones conflictivas. Si A y B tienen un problema, se coge como chivo expiatorio a C, y se insulta preventivamente, a la persona. Cualquier excusa es buena, pues a los pocos segundos el macguffin, como diría Hitchkok, es lo de menos, es el vehículo para todo lo demás. Y desviar la atención del punto original de conflicto a uno nuevo, o renovado, que centre de nuevo las esperanzas de haber hecho, una vez más, obsoleto el conflicto entre A y B. Y ante todo con la noción de que una vez destrozado ese obstáculo humano, esos planes, presuntamente obstaculizados por ese sujeto, serán una realidad, y habrá mirra, miel y piedras preciosas para todos.

El futuro no está escrito, se puede cambiar. Nunca se sabe como será el porvenir, pero conocer el pasado es fundamental. Los hay que centran su realidad en su propia vida, y toman únicamente ejemplos de ella. Otros hablan tal vez de sus padres. Las decenas de generaciones precedentes sólo es algo valorable para con su ámbito de entretenimiento. Sin considerar que como el principio de arquímedes. Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical hacia arriba igual al peso del fluido desalojado. Las responsabilidades humanas deberían comprender que las reacciones no son previsibles, cuando se trata de humanos, y se puede jugar con fuego, si se pretende hacer como si nada hubiera ocurrido, con un alzheimer sobrevenido, excusado en una edad u otra. Frente a la cadena de odios, la cadena de favores, en positivo, explica que la relación perceptible o imperceptible entre humanos, más entre los próximos, entre los supuestos relacionados por parentesco, dura toda la vida, hasta el fin de la existencia. Pero hay gente que pone el énfasis en lo crematístico, única y exclusivamente. El resto, es un lujo intolerable, todo lo que configura la personalidad humana, lo que crea la identidad. Sobra y molesta, y es arrojado como ladrillo cuando se considera menester. Con brioso amor fraternal. De esa manera, hay que conocer para ser, y poner algo de racionalidad en la vida, y para eso, información, formación, y poner en contexto los asuntos. Porque aún hoy, hay gente que se vanagloria de no saber. Como aquél que le gritó a Unamuno que muera la inteligencia. Pues en el templo de la inteligencia, como el, se puede decir que podéis vencer, pero no convenceréis, pues podéis tener fuerzas sobradas para vencer, pero para convencer hay que persuadir, estimular, y para eso, sin materia gris, poco negocio se puede hacer. Hay que luchar por lo que uno cree, y ningún esfuerzo es baldío. Y por ello, la cadena de odios, al retrete. Humanidad, por babor. 

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