Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

Cargar de nuevo el muelle para traerlos a casa

Igual que hemos dado la vuelta al escenario político vasco, ahora toca hacer lo mismo con el factor prisioneros-exiliados y llevar a cabo movimientos insospechados que alteren radicalmente los parámetros en los que se mueve este contencioso. La valentía que hemos demostrado para superar inercias del pasado tenemos que volver a empeñarla para dar una vuelta al mecanismo con el que lograremos devolver a casa a prisioneros y exiliados.

Cuando en el conjunto de la izquierda abertzale nos ajustamos la mochila a la espalda y echamos a caminar hacia el cambio de ciclo sabíamos que nos lanzábamos a una larga marcha en la que tendríamos que ir, al mismo tiempo, abriendo sendero y cimentando firmemente lo avanzado, porque sobre ese terreno iríamos reconstruyendo el porvenir luminoso de nuestra nación vasca.


El objetivo de cada paso sería condicionar el escenario político para provocar su cambio y lograr una transición para Euskal Herria, que será más real cuanto más popular, cuanta más energía sea capaz de generar en el seno del pueblo vasco. El recorrido no iba a ser milagroso, por lo que implicaba necesariamente conjugar todas las múltiples tareas individuales en el sentido de trenzar una soga colectiva de la que tirar todos a una para alcanzar lo antes posible un marco democrático desde el que avanzar hacia la soberania nacional y la integridad territorial, hasta la reconstrucción de nuestro estado.
Desde aquel primer paso decidido y valiente venimos aglutinando energía y ampliando y consolidando espacios políticos y sociales, conjugando compromisos individuales y colectivos, poniendo especial empeño en la comunicación y la sintonía con los ciudadanos, atendiendo a sus razones, aprendiendo a interpretar sus inquietudes, apoyando todo lo que signifique sacar adelante este apasionante desafío en el que estamos comprometidos como personas y como pueblo. Porque no hay soluciones escritas sino fuerzas en marcha; un pueblo que avanza hacia su porvenir.


En los últimos, digamos, dos años, han tenido lugar hechos que han generado acontecimientos históricos para Euskal Herria, que han cambiado radicalmente los parámetros de la lucha de liberación nacional y social. Si bien eso es una evidencia en lo estratégico, cuando bajamos al día a día, a lo, podríamos decir, palpable, muchas veces nos sentimos como calzados de un péndulo que oscila entre lo positivo y lo negativo, sin sensación de avance real.


Hemos asistido a noticias positivas, como las absoluciones de D3M y Askatasuna, la legalización de Sortu o la resolución del tribunal europeo sobre la “Doctrina Parot”. Pero también negativos, como la del Supremo con Bateragune, las condenas a jóvenes o los nuevos detenidos en mediaticas «operaciones policiales».


Semejante panorama de luces y sombras, unido a la aspiración mayoritaria de cerrar con rapidez las fases pendientes del viejo ciclo de enfrentamiento, el hartazgo de sufrimiento y el deseo de aire político limpio, pueden provocar una forma de escepticismo pernicioso en estos momentos. Es comprensible, sobre todo en determinados sectores de nuestro pueblo, la urgencia por resolver las cuestiones pendientes, principalmente las relativas a situaciones humanas. Aunque comprensible en este caso, la ansiedad no es buena compañera en este viaje porque puede inducir a confusión y dudas en momentos en que debemos marcar bien el terreno y los ritmos.


La otra parte del contencioso es consciente de que no afrontar de forma inmediata las consecuencias humanas del conflicto genera ese escepticismo, esa ansiedad de la que hablo. Por ello, nos encontramos con que un sector del Estado español se cierra en banda aferrándose al bloqueo en tema tan sensible como prisioneros y exiliados, buscando condicionar un proceso integral de resolución. Si no somos capaces de neutralizar esa pretension y darle la vuelta corremos el peligro de que se enfangue, de que el paso del tiempo y las importantes citas políticas en ciernes la vayan cubriendo de lodo. Es eso lo que buscan los sectores que pugnan por fustrar el final del conflicto.


Así pues, hablaré claro de este tema; y lo hago desde la sensación de que hasta ahora no se ha hecho con la intensidad que requiere el asunto y el momento.


Se ha insistido suficientemente en que una de las claves para el cambio de los parámetros del enfrentamiento y alcanzar el escenario actual ha sido la unilateralidad. Pero, ¿hemos actuado igual en relación al factor prisioneros-exiliados?


Es evidente que España hace lo que considera razonable para sus intereses después de haber intentado todo lo demás. Así que de lo que se trata es de hacerles inasumible, insufrible en términos políticos, mantener la situación actual. Debemos conducir la situación a tal punto que la libertad de los prisioneros y el regreso de los exiliados sea para el PP más fácil y menos costoso que el inmovilismo. Tenemos que lograr que el tenerlos en prisión le suponga un foco insoportable de problemas hasta el extremo de que esté obligado a moverse en positivo.


Pero ya hemos visto que esto no se consigue por la mera reivindicación y que no existe más fórmula que la lucha, la acumulación de fuerzas; transmitiendo a la sociedad, convenciendo y  condicionando el escenario político. Llevar el mensaje a todos los rincones y corazones de Euskal Herria para asumir el reto; pero no enrolándonos en esquemas superados ni cavando trincheras.


La sociedad vasca y la izquierda abertzale perciben perfectamente que estamos en otros tiempos y que estos requieren nuevas formas y la complicidad y apoyo de amplios sectores del pueblo vasco. No pidamos más a quienes siguen sufriendo en primera persona las consecuencias de este conflicto que tratamos de superar de manera integral y asumamos un compromiso firme, personal, decidido, de traerlos a casa, de devolverlos a sus hogares. Porque les necesitan sus familias y les necesitamos todos para reconstruir Euskal Herria en democracia, justicia y paz.


En septiembre de 2010, un militante histórico como Joxemari Olarra, referente de la izquierda abertzale y hoy prisionero en Galiza, firmó un articulo titulado “El salto del muelle”, que resultó ser un adelanto de lo que iba a suponer el nuevo escenario de la política vasca y la actitud del movimiento de liberación. En aquel texto se reconocía el coraje, la valentia y entrega demostrada durante décadas para defender la patria vasca por el camino más duro y se pedía otro tanto, de igual intensidad, para afrontar las apuestas del nuevo tiempo, que en aquellas fechas no más apuntaba y que estaba aún repletos de dudas. Pidió una nueva óptica para mirar el futuro, para no retraerse ante los desafíos por venir: reflejar el muelle para cargarlo de energía y soltar para alcanzar el objetivo.


La “parábola del muelle” ha servido para dar vuelta a la situación y colocarnos en posición de ventaja. Ha funcionado el salto del muelle y lo comprobamos con la perspectiva del tiempo. Con Sortu, por poner un ejemplo reciente.


Ahora viene la pregunta y el reto: ¿acaso no somos capaces de volver a montar el mecanismo y provocar el salto que traiga a casa a prisioneros y exiliados?


Atrincherarnos favorece el inmovilismo del PP, que busca una política de zanjas embarradas en las que frenar nuestro avance y dejar que el proceso se hunda en el cieno. Uno de sus objetivos es bloquearnos el paso metiéndonos en el fango con el tema de prisioneros y exiliados, entre otras cosas, porque la llave de las celdas está en sus manos. El Estado español se mueve muy bien en las ciénagas. Así pues, igual que hemos dado la vuelta al escenario político vasco, ahora toca hacer lo mismo con el factor prisioneros-exiliados y llevar a cabo movimientos insospechados que alteren radicalmente los parámetros en los que se mueve este contencioso. La valentía que hemos demostrado para superar inercias del pasado tenemos que volver a empeñarla para dar una vuelta al mecanismo con el que lograremos devolver a casa a prisioneros y exiliados.


Al PP no se le ve ahora por la labor de enfilar la ciaboga del cambio en la política penitenciaria. Si cargamos bien el muelle no podrá mas que rendirse a la evidencia de una realidad que lo arrollará.
Ladrará la caverna medíática. Pues que ladre, pero nosotros tenemos que comprometernos hasta el tuétano para volver a tener aquí a prisioneros y exilidados. Porque tienen que estar con sus familias. Porque los necesitamos. Porque si fueron imprescindibles para mantener Euskal Herria viva y en pie, ahora también lo siguen siendo para avanzar juntos a la reconstrucción del estado vasco, hacia la independencia y el socialismo.


¡Los enfermos deben de salir, ya!. Tienen que ser todos reagrupados en Euskal Herria y puestos en libertad quienes estén en situación de condicional. Ya. Hay que comenzar a establecer fórmulas de excarcelación del resto. Y, de manera inmediata, deben cesar las medidas de excepción. Se lo debemos. Los vamos a traer a casa. Sin atrincheramientos y con movimientos valientes y sin prejuicios. Es un reto ineludible

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