Maitena Monroy
Profesora de autodefensa feminista

Carta abierta a los agresores machistas

A estas alturas, se me hace inverosímil creer que no te hayas enterado de que las mujeres tenemos derecho a una vida libre de violencia.

No sé si esta carta llegará a ser leída por algún agresor machista, pero por si así fuera quiero decirte que aquello que consideras de risa, una tontería, una broma no lo es, y lo sabes. Quiero que pienses si alguna vez te has planteado abusar de una mujer, tú lo llamarás «darse el lote» o incluso «darle lo que necesita», por supuesto sin preguntar, porque para qué. Tú sabes lo que toda mujer necesita: a ti restregándote sobre ella. Quiero que pienses qué acto sexual ves en restregarte, tocar, invadir, penetrar a una mujer contra su deseo. Quiero que pienses las veces que te has reído viendo la imagen de una mujer humillada. ¿Humillada? Habláis en esos términos en vuestras hazañas cotidianas, así que forma parte de vuestra diversión humillar a las mujeres. No es desconocimiento de lo que es, es que os da igual el sufrimiento ajeno porque eso forma parte de la satisfacción, de la victoria sobre las mujeres. Quiero que pienses que este verano habrá chavalas de 12-13 años que saldrán por primera vez a disfrutar de las fiestas con sus amigas. Puede que te encuentres con alguna de ellas y te haga gracia pincharle para ver el terror en su cara. Puede que te encuentres que una mujer de 30 años que vuelve a retomar las calles después de meses dedicada a la crianza y que la primera noche que sale se tope contigo y con algún amigo tuyo que esperéis a verla lo suficientemente borracha como para atacarla. Puede que te encuentres con un grupo de lesbianas a las que te gustaría mostrarles lo equivocadas que están por ser bolleras. Puede que te encuentres conmigo y, entonces, si me da tiempo a identificarte, te partiré la cara por mí y por todas mis compañeras, porque sé cómo hacerlo, pero lo más importante: porque me lo permito como ejercicio de legítima defensa. Habrá quien, al leer mi actuación piense, sí, «por fin vamos a dar a los agresores lo que se merecen». Seguramente habrá quien se alegre de que te pueda partir la cara; incluso, quien piense que si las mujeres partiéramos más la cara habría menos agresiones. Creo que la autodefensa feminista nos facilita estar de otra manera en el mundo porque supone una toma de conciencia para despatriarcalizarnos y nos dota de recursos cognitivos, físicos y emocionales para entender el patriarcado como sistema y no como actos aislados. Y he de decirte que seguramente después de partirte la cara no mejorará el mundo ni habrá menos machismo, ni siquiera servirá para que los machirulos dejéis de actuar. Siempre buscaréis nuevas formas de continuar con la violencia porque no es una cuestión de fuerza, ni de pelea, ni de poder partiros la cara. Es solo una cuestión de abuso de poder. Un poder patriarcal que se expresa en la calle, en la casa, en las fiestas, en los juzgados…

Uno de los recursos del negacionismo actual es la equiparación. La idea de equiparar la agresión con la legítima defensa y convertirlo todo en la misma violencia. Son sus reglas.

A estas alturas de la coeducación, de leyes de igualdad, de 8M, de feminismo que nos desborda, se me hace inverosímil creer que no te hayas enterado de que las mujeres tenemos derecho a una vida libre de violencia. Así que no espero que tú, machirulo convencido, me leas. Esta carta no es para ti, es para tus amigos, tus colegas, aquellos que se ríen cuando les cuentas de tus hazañas porque las nuevas formas de violencia contra las mujeres a través de la sumisión química, las ciberviolencias, o la última «moda» de los pinchazos buscan generar extrema vulnerabilidad en las víctimas y asegurar la impunidad de los agresores. Pese a esa búsqueda de impunidad que marca tus agresiones, tú sabes a quién y dónde contar, y necesitas contarlo y lo contarás. Recrearás cada agresión porque forma parte de tu masculinidad compartir con los «tuyos» tus trofeos, tus conquistas. No puedes quedarte callado, con la boca cerrada. Se tiene que saber que eres el más machirulo de los machirulos. Pues bien, cuando llegue ese momento, que llegará, quisiera que alguno de los «tuyos», que habrá recibido los mismos mensajes feministas en el insti, en su puesto de trabajo, y puede que incluso en su entorno familiar, deserte de tu ejército de machos. Porque solo desde la disidencia de género podremos construir un futuro de vidas libres de violencia. Quizás sea ingenuo pensar en ello, pero lo prefiero a los mensajes que nos convocan a incendiar las calles, a partir piernas y caras.

Quiero que los hombres, en general, penséis sobre todas las veces que habéis decidido no quitaros la camiseta no fuera a ser que te encontrases con una horda de mujeres acosándote, con esas tetas al aire ¡Uy, descubrimiento, los hombres también tenéis tetas! Quiero que penséis las veces que habéis tomado medidas para no ser violados, las veces que no habéis hecho determinadas cosas de lo cotidiano, ocio o aficiones, por miedo a ser acosados. Y quisiera que, conjuntamente, pensemos en ese impacto de la violencia machista que no entra, para la Policía, dentro del concepto de criminalidad porque es solo «terror sexual». Y eso, ¿cómo se mide? ¿A quién le importa la restricción de movimiento de las mujeres? ¿Es violencia o gamberrada? ¿Quién lo decide? Por supuesto que es violencia, y nos toca generar una alerta feminista que nos permita entender el contexto de igualdad-desigualdad, que las reglas de juego no son, todavía, las que nosotras hemos negociado y que nos toca enfrentar un patriarcado que se sabe tocado y se revuelve construyendo una amenaza sólida para coartar la libertad y los derechos de las mujeres. Sabedor de que ese es el mejor control social: que nosotras asumamos que somos el origen del riesgo y, a la vez, las responsables de no sufrir violencia. Una violencia en la que se sobrerrepresenta la ejercida por el desconocido, la del «ataque» y en la que la protección real siempre es externa, nunca está en nosotras.

En esta alerta feminista toca repensar los recursos colectivos para enfrentar la violencia machista en la cultura, en la calle, en los juzgados y en la casa. Algunas estamos en ello. ¿En qué estáis los hombres?

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