Orreaga Oskotz Egia
Una de los muchos nietos de Isidoro Eguia Olaechea y una de los muchos sobrinos nietos de los Eguia Olaechea; Constantino, Bautista y Luciano, naturales de Auritz/Burguete

Carta de los ignorados a sus autoridades civiles y representantes políticos

¿Cómo se explica que se enviaran invitaciones a Paz y Convivencia, a los diferentes grupos políticos del Parlamento de Navarra y se les olvidara hacer lo mismo a las familias?

Ha llovido mucho desde que a alguien se le ocurrió vaciar las aceitunas para que, sin hueso, las disfrutásemos en el aperitivo y parece ser que, por diferentes razones, se ha instaurado la moda de lo «sin». Así, tenemos las sandías sin pepitas, los vinos sin sulfitos, los refrescos sin burbujas y los necesarios productos sin gluten.

Pero hemos tenido que esperar al 29 septiembre del 2018 para que se celebre un acto de reparación a las víctimas asesinadas en 1936 sin los familiares ni sus descendientes.

Parece ser que el pasado sábado, en el Ayuntamiento de Auritz/Burguete, se realizó algo que quería asemejarse a un acto de reparación a nueve ciudadanos sin que sus hijos, sobrinos y nietos tuvieran conocimiento de ello.

En realidad, no sabemos muy bien en qué consistió este acto de reparación, ni qué se escuchó en el mismo, pero sí tenemos claro que los poquitos que participaron, orgullosos de su actuación, decidieron inmortalizarse posando para una cámara y enviándola a un periódico de esta comunidad, antes de dirigirse al lunch. Como si se tratase de repararse a ellos mismos.

Si no llega a ser por este deseo incontrolado de algunos de mostrarse ante los demás las familias jamás nos habríamos enterado de que una placa, que llevaba esperando más de un año para ser colocada e inaugurada, se había instalado en el zaguán del Ayuntamiento de ese pueblo sin nuestra presencia.

Cuando los representantes civiles de un pueblo toman la decisión de colocar una placa en honor y recuerdo a sus conciudadanos, víctimas de la barbarie del golpe militar de 1936, deberían saber que no consiste solo en documentar las identidades, elegir el soporte en el que se plasmarán y el lugar que la sustentará.

Ese acto debe y debería servir para reparar ocho décadas de negación, marginación y olvido. De lo que aquí se trataba no es ni más ni menos que de devolver a la comunidad, en la que en algún momento vivieron, a aquellos hombres y mujeres que fueron expulsados de sus pueblos, de los registros civiles, de los tribunales de justicia, de los lugares de enterramiento de los que los demás disfrutaban. La gran mayoría de ellos, tras ser detenidos, fueron asesinados y ocultados en el lugar que decidieron sus asesinos. Fueron hechos desaparecer. Condición esta, la de desaparecido, que mal disfrutan ocho décadas después algunos de nuestros familiares.

Por ello, su retorno a la comunidad debió ser por la puerta grande, con mucha más sensibilidad y respeto, y no con esa falta de ganas.

¿Cómo se explica que se enviaran invitaciones a Paz y Convivencia, a los diferentes grupos políticos del Parlamento de Navarra y se les olvidara hacer lo mismo a las familias, que ya hacía un tiempo habían pasado lo necesario para ser localizadas? ¿Esos parlamentarios y políticos no echaron nada en falta?

¿No notaron que ese acto no tenía nada que ver con el que el año pasado, el 5 de julio de 2017, se celebró en ese mismo lugar para homenajear con otra placa al guardia civil, don Juan Antonio García González, asesinado por ETA?

En aquel acto el hermano de esa víctima fue invitado, como se esperaba, y tuvo la oportunidad de hablar y emocionarse ante la presencia de muchas más autoridades, que pudieron escuchar sus palabras sentadas cómodamente en el atrio y bien arregladas para la ocasión. Estos representantes políticos no se olvidaron de guardar las formas ni de sus corbatas en casa, prenda que en esa farsa del sábado no creyeron importante vestir.

¿Y dónde estaban los habitantes del pueblo de Auritz/Burguete?

Queremos creer que no fueron informados de ello, porque seguro que habrían acudido a la celebración con la intención de acompañar y arropar a nuestras familias, tras años de rechazo y olvido. Nuestras madres y padres siempre se han mostrado orgullosos del origen de los suyos.

Por eso yo soy más de recordar. Porque recordar, lo que se dice recordar, eso solo lo hacemos los familiares. Interesante verbo que del latín re: «repetir» y cordare: de cordis, «corazón». Solo quienes los esperaron aparecer algún día con vida, los vuelven a tener desde el sentimiento, desde el corazón, siempre presentes.

Ese acto tuvo que haber servido para reparar, que no es otra cosa que remediar, corregir el menoscabo y daño producido y no para ocasionar otro peor.

Así que a todos aquellos que posaron tan gustosos y luego se lo retuitearoan en sus redes sociales les va mi reprimenda para que de ahora en adelante, cuando se reunan y acudan a actos de esta naturaleza, se lo replanteen y no reemplacen a los verdaderos protagonistas.

Por eso quiero terminar, sacando de la oscuridad de ese zaguán municipal, con los nombre de los que aparecen en esa placa, ya que son los nombres de otros, con sus siglas de partidos políticos, los que ocultaron a los verdaderos protagonistas de ese día.

Y no son otros que: D. José Antonio Arlegui Arraiza, D. Constantino Eguía Olaechea, D. Juan Bautista Eguía Olaechea, D. Luciano Eguía Olaechea, D. Isidoro Eguía Olaechea, D. Sergio Ilarraz Villanueva, D. Antonio Millar Escandón, D. Evaristo Pérez Luquin y D. Filomeno Urdiroz Apezarena.

Hombres honorables y dignos de ser siempre recordados por su comunidad, así como sus hijas e hijos.

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