Alvaro Reizabal
Abogado

¿Catarsis o lavado de cara?

Llevábamos tiempo en que continuamente se hacía referencia en los medios de comunicación al enorme incremento que estaba experimentando la morosidad con los bancos a causa de la crisis. Con la consecuencia, entre otras, de las ejecuciones hipotecarias y el desahucio de los propietarios de las viviendas gravadas, que se quedan sin casa y en muchísimos casos con una enorme deuda con la entidad bancaria, toda vez que esta se adjudica el piso en subasta y a un precio muy inferior al del préstamo en su día concedido.

Aquellas amables invitaciones de los banqueros para conceder mas crédito para obras o para amueblar el piso se han convertido en la ruina de mucha gente, que ahora se queda sin casa, sin lo que ha ido pagando durante años con sangre, sudor y lagrimas y con una losa encima de cientos de miles de euros a devolver al usurero legal, que les machaca con comisiones de demora, intereses por descubierto y mecanismos similares, todos ellos pensados para mayor provecho del capital y ruina de los prestatarios.


Pero una de las desgraciadas consecuencias que acarrea la crisis es que nos vamos acostumbrando a ciertas noticias, y al cabo del tiempo las recibimos como si oyéramos llover. Entre esas terribles noticias cotidianas estaba y estará la de los desahucios. Ha tenido que ocurrir un cataclismo en forma de dos vidas perdidas al suicidarse cuando iban a ponerles de patitas en la calle para que todo el mundo grite a los cuatro vientos que hay que parar esta sangría. Y en ese aspecto hay que reconocer que la lamentable pérdida ha servido de reactivo social, que bienvenido sea.


Pero lo que a uno le mosquea es que ahora todo el mundo mira para otro lado, como si no tuviera que ver nada con lo ocurrido hasta el momento. Los partidos políticos piden a los bancos que suspendan las ejecuciones, algunos aceptan –de boquilla– moratorias temporales en casos muy excepcionales, aunque habrá que ver en qué queda la cosa cuando amaine el temporal y se apruebe la nueva normativa excepcional que anuncian. Y quienes hasta la fecha eran los encargados de tramitar, ordenar y ejecutar los desahucios y los consiguientes lanzamientos aparecen ahora como la punta de lanza de la rebelión social. Sin ir mas lejos, los jueces decanos constituyen la vanguardia, los policías que acudían a sacar a palos a los desahuciados aparecen como insumisos y se niegan a participar, un sindicato policial ofrece asistencia jurídica a los polis objetores y el otrora ministro bicéfalo de Interior y Justicia y actualmente alcalde de la inmortal ciudad de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, va y dice que sus hombres no van a participar en más lanzamientos.


Veremos, pero me parece a mí muy sospechosa esta repentina aparición de tanto poli bueno y tanto redentor converso. ¿Realmente estamos ante una auténtica catarsis o ante un simple lavado de cara de los hasta ahora actores principales del desaguisado?

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