Como no modernizar nuestras administraciones públicas
Complejo asunto, el del «Sector Público». Nuestras Administraciones Públicas (AAPP) en esta parte del País, desde los Ayuntamientos hasta el Gobierno Vasco y el Gobierno navarro, han ido creciendo en funciones, en recursos y en personas partiendo de una situación heredada del tardofranquismo y salpicada de dificultades propias de su actividad y otras derivadas de la inquina de los distintos gobiernos españoles. No tuvimos y no tenemos soberanía que, como país, nos haya permitido dotarnos de estructuras administrativas sólidas, dimensionadas a nuestra realidad y con vocación de auténtico servicio público. Ponernos ahora a «echar la culpa» a alguien es tan fácil como inútil. Cada una tenemos media docena de argumentos para señalar a la de enfrente o a la de al lado. Yo misma acabo de hacerlo. Vía a ninguna parte. Apartaré de mí ese cáliz.
Y voy a empezar con los «noes» que adelanto en el título del artículo.
Señalaré a quiénes no va dirigido. No les interesará en lo más mínimo y no deben gastar su preciado tiempo en leerlo. Ni en diagonal.
No aplica a las muy españolas. A las personas que oyendo Euskal Herria, independencia o simplemente soberanía del pueblo vasco, convulsionan.
Tampoco a esas «élites», autoproclamadas apátridas cosmopolitas, no nacionalistas militantes que, eso sí, en la intimidad, animan a las selecciones españolas, a Alcaraz y a Jon Rahm... cuando ganan.
Las neoliberales formadas en escuelas de negocios, algunas malas y otras peores, pero, eso sí, muy caras y con muchos términos en inglés que por algo son la cuna del «management», tampoco se sentirán atraídas. Total, si lo que hay que hacer es reducir el estado a su mínima expresión, salvo, claro está, en aquellas áreas que tramitan subvenciones y programas de I+D+i. Lo suyo es apoyar a la iniciativa público-privada, cuando se habla de invertir y privada-pública cuando se habla de repartir. Una asimetría lógica.
Espero, sin embargo, que no deje frías a otras personas de diferente perfil. A aquellas que creen en una república vasca de iguales y, sobre todo, a aquellas que dudan; que ni están convencidas de qué les puede aportar vivir en esa república por hacer ni están en contra. La muy humana y razonable postura que se resume en el famoso «depende». Esta es la clave: depende. Las AAPP, como principales responsables de entender y atender las demandas ciudadanas, deben demostrar, fundamentalmente, utilidad. Nuestras futuras AAPP deben demostrar ser más útiles que las actuales; si no vamos a notar ninguna mejoría... pues lo dejamos como está. Esta simple idea se convierte en el teorema del día a día de muchas personas que dudan. Pero, no creemos falsas expectativas. Prometer «Arcadias felices» o «asaltar los cielos», confundiendo votos con poder real, es una muestra de inmadurez, de desconocimiento o de mala fe. No seamos engreídas y veamos fácil aquello que obviamente no lo es. Parir unas imperfectas AAPP, como las que sufrimos las más de las veces, es una labor de muchos años y de muchas personas. Aparece de nuevo la tentación de comenzar a «echar la culpa a alguien» pero apartaré, nuevamente, de mí ese cáliz.
Nos guste o no tenemos unas AAPP, unas instituciones, operativas. Partamos de la realidad asumiendo aciertos y errores previos, propios y ajenos. Así, algunas no podrán tratarnos de «adanistas»...
Con este planteamiento, el concepto clave es transformacion como sinónimo de cambio dirigido. Cambio orientado hacia la mejora, objetiva y percibida, de las AAPP como herramienta de servicio público; servicio para el pueblo.
¿Por qué y para qué meternos en este «lío»?
Porque la transformación es el camino de la mejora. Una transformación profunda que no maquille errores previos y que no ampute las bases de los servicios públicos que hayan demostrado su utilidad.
Porque la «pirámide de edad» es tan real como terca. Esto nos aplica a todas y también, con especial impacto, a las personas que trabajan en las AAPP. A las jubilaciones previstas se van a unir nuevas necesidades a cubrir y un menor número de personas jóvenes que puedan trabajar.
Porque debemos preparar estructuras de estado que claramente rebosan los actuales marcos administrativo-competenciales. Nuevos servicios y retos que van a requerir capacidad innovadora, tenacidad en el esfuerzo e ilusión; mucha ilusión.
Sin tratar de ser propositiva, porque sería tan pretencioso como inútil, paso a aportar algunos consejos para las que deben trabajar en positivo, aportando ideas, diseñando y definiendo planes, motores de la transformación, y actuando. Es esto lo difícil. Ahí van los consejos que, siguiendo con la música del artículo, son en negativo. Lo fácil.
• No gastar los conceptos, ya suficientemente gastados, de «digitalización», «modernización» y «nuevas tecnologías» (nuevas tecnologías). Todavía hay quien habla de nuevas tecnologías cuando se enfrenta a un smartphone o a un cajero automático. Nuestra sociedad utiliza ya la digitalización de muchos procesos (pocas actividades diarias se escapan del empleo, explícito o tácito, de un ordenador) y llevamos «modernizando» las AAPP desde el siglo pasado. El reto no se llama «internet»; el reto viene de la mano de la Inteligencia Artificial (IA) que se plantea como una auténtica disrupción cognitiva y una incógnita para el devenir de las sociedades humanas.
No nos pongamos listones muy altos, pero tampoco muy bajos. Como cualquier proyecto transformador, la gestión de las expectativas es un factor crítico de éxito. Hay que comunicar los avances y hay que comunicar las dificultades. Asumir los errores que se van a producir y no morir de éxito con los logros. La transformación es de naturaleza dinámica y no vale ser estáticas. La dinámica trata del movimiento que se produce con la aplicación de fuerzas. La estática analiza fuerzas en equilibrio. No hay movimiento Pues eso.
No externalizar la transformación. Esto tiene muchas y profundas causas y consecuencias. Si algo hemos aprendido, y seguimos aprendiendo, del proceso de génesis de las actuales AAPP y de su crecimiento es que los distintos gobiernos (esto no es echar culpas; es un hecho) siempre han seguido, por acción u omisión, las directrices, explícitas o veladas, de poderosos «lobbies» que utilizan empresas «consultoras» como su brazo armado. Por ser concreto, en este punto citaré algunas de ellas, las denominadas «big-five»: Deloitte, PwC (PriceWaterhouseCoopers), EY (Ernst&Young), KPMG, y Accenture. Son el denominador común en cualquier estado neoliberal. Estas empresas de consultoría hacen mucho (casi tanto como lo que cobran por sus servicios). Bajo una piel de profesionalidad, competencias y neutralidad, se esconde una concepción de capitalismo destilado que aplican, por delegación, en cuanto son contratadas para traccionar proyectos de transformación. Tienen como característica divisa la retroalimentación. En el caso de las AAPP esto se traduce en las bien conocidas «puertas giratorias»: tú me adjudicas contratos y yo te coloco; a ti o a quien tú me digas. No son paranoias, son realidades. Algunas las conocemos por la prensa porque el hartazgo es creciente, pero estas prácticas han sido escandalosas en nuestras AAPP. Y me quedo corta (otro cáliz que he de apartar de mí). Si asumimos que no podemos dejar en manos de «lobbies» y/o de «consultoras» la necesaria transformación, se colige que las AAPP deben dotarse de capacidades y competencias, equivalentes a las que han externalizado durante años, para liderar el proceso de transformación. Asumamos que la actual función pública (las actuales funcionarias...).es la base humana para ello, pero desde ya, pensemos en su transformación. Nuevas personas, nuevas capacidades y, sobre todo, nuevas directrices que, desde los distintos gobiernos, transmitan con ilusión los mensajes de para qué y por qué transformamos los servicios públicos.
Todo esto se piensa con ideología, que para eso se vota, y se hace con profesionalidad, mimbres y rigor porque, como decía, la transformación tiene que ser útil. No vamos a jugar «para empatar». Jugamos para ganar; para ganarnos a los que dudan y para ganarnos una república vasca basada en derechos y en obligaciones que nos sirvan para consolidarlos y mejorarlos.
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