Josu Iraeta
Escritor

Contumacia

En mi opinión, la estabilidad de un Estado depende mucho de la capacidad de este para convencer de su legitimidad a sus propios ciudadanos, sin olvidar que la legitimidad de los sistemas democráticos, se concreta también en su capacidad para solucionar litigios históricos, que dividen a sociedades y pueblos.

Nada sustancial ha cambiado, los mismos enfrentamientos de hace 35 años en las proximidades de la plaza de toros de Iruñea o en el Boulevard de Donostia, ahora los hemos visto en la plaza Urquinaona de Barcelona. El Estado español siempre ha intentado justificar su legislación represiva, argumentando que así se enfrenta a los nacionalismos que utilizan la violencia para debilitar a los sucesivos gobiernos, con el único objetivo de imponer su proyecto, siendo éste, además, apoyado por una minoría.

Este planteamiento que le ha permitido hasta ahora, imponer medidas específicas que lesionan y anulan libertades y derechos individuales y colectivos, puede estar llegando a su fin.

El Estado español lleva decenas de años alimentando una cruel contradicción, que hasta hoy le sirve para mantener una cierta cohesión interna, ya que, por encima de otras consideraciones no puede negarse la evidencia, y es que no quieren prescindir de la violencia, lo que hace que la violencia sea interminable.

Hoy estamos en condiciones de denunciar al Gobierno español del PSOE, recordándole que fueron ellos quienes ayudaron, incitaron, organizaron, financiaron y toleraron a grupos de individuos armados, españoles y extranjeros para que realizaran acciones armadas, asesinatos, contra ciudadanos vascos.

El Gobierno español del PSOE, hizo en Euskal Herria lo que USA en Nicaragua, incluso coincidiendo en el tiempo. No sé si fue casualidad.

Existiendo un vínculo efectivo entre los mercenarios y el aparato estatal, la atribución al Estado de las actividades efectuadas por los mercenarios terroristas, no hubieran presentado grandes dificultades para establecer de una forma fehaciente que los grupos del GAL actuaron por cuenta del Estado. Sin embargo, en una democracia progresivamente enferma como la española, una vez más, y haciendo gala expresa de la corrupción establecida, han conseguido que los pocos de los responsables a quienes se juzgó y halló culpables de crímenes horribles y robos inmensos, además de no haber devuelto nada de lo robado, hoy puedan pasear por sus calles, siendo públicamente ensalzados como abnegados héroes al servicio de su país. Por supuesto, lejos muy lejos, de los «ongi etorri» con que son recibidos los expresos en Euskal Herria.

Esto hoy induce a una reflexión y no solo de los hechos concretos, también en el contexto en que se están dando. ¿Podría un gobierno en un sistema democrático, hacer frente al desgaste que supondría indultar a asesinos y criminales convictos, sin el más mínimo asomo de arrepentimiento, utilizados por el propio Estado para intentar evitar el fortalecimiento de proyectos políticos que defienden el ejercicio del derecho a la libre determinación?

Es evidente que «persisten en su ceguera», pero todos ellos tienen un adversario al que no pueden engañar ni enmudecer, y ese es el tiempo.

El tiempo, ese viejo sabio que atento observa el desarrollo de la vida, sabe que ya en 1972 el manifiesto del Partido Comunista había asumido el «carácter multinacional» del Estado español, reconociendo el derecho de autodeterminación de Catalunya, Galicia y Euskadi, añadiendo su esperanza para con Nafarroa. Es más, en su famoso Programa de 1975, insistía en las mismas declaraciones.

Respecto al PSOE, en su Congreso de octubre de 1974, remarcaba también ese derecho, añadiendo que «comporta la facultad de cada nacionalidad para determinar libremente las relaciones con el resto de los pueblos que integran el Estado español».

No considero necesario citar a personas que se distinguen por su manifiesto autismo político, pero evidencia la manifiesta regresión ideológica en la izquierda española, incluidas sus versiones autonómicas.

Es lamentable la realidad que unos y otros expresan con su comportamiento, tanto en la medida de su colaboración en posponer –que no evitar– un final dialogado al conflicto, como por la constatación de que sus organizaciones han dejado de ser un medio al servicio de la sociedad, para convertirse en un fin en sí mismos.

No es la primera vez que en la clase política se viven estas metamorfosis que culminan en un movimiento uniformemente acelerado con final previsible.

Siendo así, no es extraño que en sus actuales coordenadas de trabajo ignoren no solo su propio y reciente pasado, también el capital político acumulado. Muchos, demasiados muertos, presos y exiliados huidos, familias destrozadas. Lo lamento sinceramente.

Hay otros factores que hasta hoy lo han hecho imposible, que son importantes y siempre lo han sido, verdaderos recursos para el inmovilismo centralista, pero que pueden ser analizados y resueltos desde otra óptica. Uno de ellos, quizá el más manido y adulterado es el de la estabilidad. Una estabilidad con la que los sucesivos gobiernos de Madrid han venido «solapando» la resolución política que debe dar paso al ejercicio de autodeterminación de las naciones sin estado.

En mi opinión, la estabilidad de un Estado depende mucho de la capacidad de este para convencer de su legitimidad a sus propios ciudadanos, sin olvidar que la legitimidad de los sistemas democráticos, se concreta también en su capacidad para solucionar litigios históricos, que dividen a sociedades y pueblos.

Es en este punto donde se quiebra la teórica y retórica salud democrática del Estado español. Es más, el Estado español dedica el máximo esfuerzo en afirmar su legitimidad, con el objetivo de ocultar sus fundados temores, ante un fuerte debilitamiento de esa misma legitimidad, provocado fundamentalmente por naciones sin Estado con estructuras políticas grandes y representativas, de fuerte base social, económica e institucional.

Ante esta hipotética situación –razonablemente accesible– las diferentes nacionalidades del Estado, además de exigir sus derechos con mucha más fuerza, ¿aceptarán el tutelaje actual? Sr. Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno español, su lengua materna el castellano, define con claridad que: «La persistencia en el error es contumacia».

Suerte.

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