Matías Cordero Arce
AMPA Mariturri

Coronavirus, escuela pública y «Doctrina del Shock»

Ha llegado entonces la catástrofe de la que hablaba Klein, y todo indica que el Gobierno Vasco se frota las manos porque ahora sí que podrá intentar explícitamente lo que hasta ahora no era más que implícito, a saber, barrer con la escuela pública, literalmente matarla de hambre, abrir una imparable vía de agua en su mediodía.

En 2007 Naomi Klein publicó "La Doctrina del Shock". En él se refería al neoliberalismo, que desde hace décadas viene profundizándose a lo largo y ancho del mundo, y que se reconoce por promover la desregulación de los mercados, la mercantilización de los derechos, y la privatización masiva de los servicios sociales, con el consecuente descuido de los servicios públicos y la reducción del Estado del Bienestar a un mínimo que no garantiza derechos, ni dignidad a toda la ciudadanía. Agregaba Klein que las fuerzas corporativas y gubernamentales que mantienen el neoliberalismo se sirven de catástrofes naturales o sociales que generan confusión y desamparo en la población para así radicalizar su empresa desreguladora, privatizadora y mercantilizadora, ya que este estado de «shock» social les evita tener que enfrentarse a odiosas manifestaciones, movimientos sociales, sindicatos, huelgas y cualquier otra forma de respuesta colectiva.

Pues bien, el sistema educativo vasco lleva años sufriendo una sostenida desregulación, privatización y mercantilización, cuya principal afectada ha sido la educación pública. Todos los sindicatos con presencia en educación, más Ehige, Sarean, la Plataforma a Favor de la Escuela Pública Vasca, nuestra AMPA y otros muchos agentes sociales, venimos denunciando esta realidad desde hace años, los mismos que el Gobierno Vasco lleva observándola como si no tuviera nada que ver con él. Pero en eso llegó el «shock» del coronavirus, y el ataque del Gobierno Vasco a la educación pública ha dejado de ser progresivo y sibilino: ya no se puede decir que el Gobierno Vasco «descuide» a la pública (y lo público), o que supuestos derechos como la llamada «libertad de elección de centro» hagan necesario un sistema con dos redes, una pública y otra concertada, sistema que segrega por clasista y racista. No; el ataque se ha transformado en un golpe directo, a las tripas de la escuela pública. Y esto no es sólo una metáfora. Luego de meses de no haber planificado nada, miles de familias de la escuela pública nos hemos enterado, ahora en setiembre, de que nuestras hijas e hijos no podrán asistir al comedor escolar pues las medidas de seguridad hacen que la cantidad de comensales habituales sea demasiado alta para los comedores. También nos hemos enterado de que no hay alternativas; de que en los siete meses desde que se cerraron las aulas y empezó la enseñanza telemática el Gobierno Vasco no pensó en ninguna alternativa para las miles de familias que sencillamente no pueden recoger a sus hijas e hijos entre las 12:00 y las 14:30. Y de que la alternativa propuesta por nuestra escuela para poder implementar el servicio de comedor –resultado de un concienzudo estudio elaborado por nuestro claustro– ha sido sencillamente ignorada por el Gobierno Vasco. Ante esto, somos muchos los padres, madres y tutores que tenemos un nudo contenido en la garganta, de angustia, impotencia y rabia.

A lo anterior se suman improvisaciones como la del «Protocolo Covid», que no es más que un conjunto de directrices generales de difícil o imposible aplicación. Entre otras cosas, este «protocolo» endosa a una maestra de nuestro claustro la responsabilidad de la situación de la covid-19 en el centro, y a esta maestra no le ha quedado más alternativa que intentar suplir su inexistente formación sanitaria y epidemiológica con su excelente voluntad.

Y en medio, la promesa etérea y tardía de la Consejería de Educación de que dotará a las escuelas públicas de mil profesoras y profesores extra para lidiar con esta coyuntura, profesorado que, de momento, no está, ni se le espera.

Ha llegado entonces la catástrofe de la que hablaba Klein, y todo indica que el Gobierno Vasco se frota las manos porque ahora sí que podrá intentar explícitamente lo que hasta ahora no era más que implícito, a saber, barrer con la escuela pública, literalmente matarla de hambre, abrir una imparable vía de agua en su mediodía.

Normalmente aquí terminaríamos con el párrafo en el cual decimos que, a pesar de todo, defendemos las virtudes de la escuela pública, que siguen siendo muchas e indudables, pero lo cierto es que no dan ganas, no hay ganas. Las ganas son las de gritar, con la ira del poeta palestino Mahmud Darwish: «no aborrezco a nadie / ni a nadie robo nada / Mas, si tengo hambre / devoraré la carne de quien a mí me robe / Cuidado… / Cuidado… / Cuidado con mi hambre / ¡y con mi ira!».

Buscar