Adel Alonso
Artista plástico y escritor

Covid-19. Muchas dudas

Necesitamos información clara y tomar conciencia de la gravedad, pero también necesitamos unos gramos de didáctica del entusiasmo, necesitamos saber que la solución no será fruto del azar. Es preciso compartir conocimientos y experiencias para lograr las mejores soluciones.

El Gobierno Vasco declaró hace unos días la emergencia sanitaria para la comunidad autónoma. Mi primera impresión fue que al fin pertenecía a un país capaz de tomar decisiones propias. El señor Urkullu asumía el mando único (una terminología militar) para poner en práctica una batería de medidas contra la pandemia. Gora lehendakaria! La pandemia también entra en el juego de la política con ese mensaje subliminal de asunción de poderes.

Mi decepción llegó enseguida al comprobar que el modelo de gestión no difería en absoluto de la del Gobierno central y del resto de las comunidades autónomas, repitiendo en eco las medidas que se iban adoptando en otros territorios y parafraseando al portavoz doctor Simón, eso sí, un día después. El mando único vasco, que no coordinador general, y su gabinete de élite parecen tener el control de la situación y la adopción de las medidas preventivas desde su búnker de cristal. Y como una nave sigilosa regresa la memoria a nuestra orilla.

No pertenezco a ningún grupo negacionista. Afirmo que el covid-19 es una realidad dolorosa y sangrante, innegable tras el alto número de enfermos y de muertos. La muerte es una verdad radical, una de las pocas verdades contundentes y definitivas. Sin embargo, entiendo que surjan negacionistas y desobedientes, dada la información sesgada y confusa que recibimos los ciudadanos, las muchas lagunas que tenemos y las dudas que nos crecen.

Los avances de noticias que inundan a diario los medios de comunicación, traen reminiscencias de aquellos noticiarios del pasado, también emitidos por un mando único, aunque superados por la evolución de los métodos de comunicación modernos. 1, el exceso de datos suficientemente confusos y sin contraste traducen las realidades humanas a números y los hechos a un juego de azar. 2, el alarde de transparencia sugiere ocultamiento, por saturación de la información. 3, la persistencia televisiva sobre la atención institucional y ese toque de proximidad parecen ser más mediáticos que reales. Así se percibe. 4, la reiteración, día a día, de tres consejeras apuntalando el mismo discurso produce una falsa sensación de verdad, de complejo institucional e incertidumbre.

Pero más allá de las estrategias informativas me hacen dudar los hechos.

No ha de ser tan difícil, si hay voluntad para ello, el diálogo con agrupaciones sociales, sindicales, técnicos y profesionales para lograr elaborar un programa de actuación y protocolos específicos con mayor coherencia.

Las instituciones que dirigen las soluciones de prevención, generan dudas cuando no son capaces de elaborar un plan de colaboración con los agentes implicados en la enseñanza de cara al nuevo curso escolar. Existe un gran desconcierto de padres y madres y profesorado ante la vuelta al colegio. La administración tiene las matriculaciones de alumnos sobre la mesa desde julio. Hay aulas saturadas y centros sin espacio suficiente, es evidente que hace falta adecuar estos aspectos a la situación actual e invertir en ello lo necesario. Italia ha contratado 84.000 nuevos enseñantes, Andalucía 8.000... En el discurso de nuestra responsable de educación de hace unos días, nos dice que los ratio profesor-alumnos en Euskadi no son altos. No vale hacer medias numéricas; si en un aula hay diez alumnos y en otra veinticuatro, no son dos aulas de diecisiete alumnos. Existen necesidades pedagógicas y emocionales. No servirán medidas que llegan tarde o para cubrir el expediente.

Generan dudas las medidas de prevención de la pandemia dictadas para los geriátricos, generalmente restrictivas. Dejan a nuestros mayores confinados y en soledad. Resulta despiadado. ¿Puede elaborarse una directriz para estos centros, que incluya el realizar test PCR periódicamente al personal asistente y a residentes, y se mantenga una disciplina para los visitantes en limpieza, protecciones y distancia social? Los encuentros afectivos podrían mantener la normalidad en esta responsabilidad.

También hace dudar la obligatoriedad del uso de las mascarillas y el alcance de su eficacia. Si existen diez tipos de mascarillas y la mitad son inútiles para la protección segura, por qué parece no importar que se usen. ¿Acaso se pretende que lo importante es llevar mascarilla por imperativo, más que la protección y propagación del virus? Llegado el tiempo de control de la pandemia, decidieron medir la salud en niveles de obediencia.

Genera dudas la restricción sobre fumar en terrazas y en la vía pública (que parece correcta si estudios científicos lo avalan), sin embargo no se incluyen medidas preventivas respecto a hacer footing y andar en bici sin la suficiente distancia social.

Comento un último ejemplo. Cuando desde ETB recibimos la noticia del cierre de un local (bar, etc.) por ser foco de contagio, no se nos informa que se procederá al control del virus, a la limpieza del local y a posibilitar su reapertura inmediata. La forma como se comunica en los medios estigmatiza, amedrenta… y el resto de comercios se sienten amenazados en vez de protegidos.

Los ciudadanos tenemos ahora numerosas obligaciones respecto a nuestra responsabilidad cívica. Los mensajes no nos animan y más bien parecen destinados a atemorizar y a obedecer. No quiero pensar si nos surgirá un miedo mayor cuando nos quitemos esa mascarilla obligatoria, esto demostraría algunas sospechas, pues ¿quién nos protegerá entonces? Las normas las pone alguien, y comúnmente se nos escapan los motivos últimos de su aplicación.

Se nos insiste que debemos ser individualmente responsables. Este compromiso debe ser individual, colectivo e institucional. Cuando se disipan las dudas a través de una información clara y se adoptan medidas compartidas crece la confianza y el compromiso, crece esa emoción que se propaga de forma sorpresiva e irrefrenable. De ese modo no habría, quizás, espacio para la desobediencia. Seríamos sencillamente desobedientes responsables.

¿Cómo se concretan en la práctica las obligaciones de nuestros dirigentes? Ante la previsible merma de recaudación de las haciendas forales y la necesidad de implementar un programa de coberturas sociales, sanitarias, educativas y laborales, deberían estudiarse medidas de contención del gasto en megaproyectos (moratoria sobre el TAV, etc.) y adaptar la inversión pública a la situación global derivada de la crisis del covid-19.

Sí, necesitamos información clara y tomar conciencia de la gravedad, pero también necesitamos unos gramos de didáctica del entusiasmo, necesitamos saber que la solución no será fruto del azar. Es preciso compartir conocimientos y experiencias para lograr las mejores soluciones.

Ante todas estas lagunas y dudas cabe la sospecha. Debemos aprender a convivir con este virus, no renunciar a la vida.

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