Sasi Alejandre

Cuando el «pacifismo» es agachar la cabeza, no lo es

«Caballeros, Aquí no se pelea, este es el cuarto de la guerra», es la mítica frase de "Dr. Strangelove o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar a la bomba", la sátira de Stanley Kubrick sobre el pánico nuclear de la guerra fría. Como tantas críticas sociales instrumentalizadas por el mismo enemigo al que critican, esta frase es, una vez más, el fundamento de la nueva maquinaria belicista, especialmente de una de sus piezas más fundamentales: el falso pacifismo. Hoy día, en el cuarto de la guerra se define, una vez más, el cómo vender la guerra como el mejor pacifismo existente. Un cuarto donde los señores (y señoras, no olvidemos), planifican civilmente y sin pelear, cómo gestionarán a su carnaza que mandan a pelear a la guerra.

Ya desde el imperio romano y los famosos 200 años de paz (que no lo fueron), mientras que el imperio promulgaba la Pax Augusta, y simultáneamente sus tropas perfeccionaban las técnicas militares más atroces, Tácito, el historiador, dijo, «al expolio, la matanza y al saqueo los llaman por mal nombre hegemonía y allá donde crean un desierto dicen que hay paz». Hoy, un hegemón que no ha cambiado mucho desde ese imperio romano, «pacificando» solo por medio de la guerra. Se pueden citar presidentes, líderes, pero quizá quien más elocuentemente lo vociferan son los propios israelíes, que, mientras su ejército bombardea a Irán, la juventud, portadora de sus insignias del IDF, en entrevistas callejeras desde las playas de Tel Aviv, difunden mensajes como: «Queremos que ustedes tengan lo que aquí hay, que es libertad, paz, democracia, y esperemos que les proporcionemos eso muy pronto» o quizás: «Hagan otra revolución en su país y conviértanse en libertad, en paz». Es decir, ayúdenos a derribar a su gobierno como uno de los únicos contrapesos para la expansión de nuestro genocidio para que podamos instaurar a un régimen títere nuestro y de Estados Unidos, que nos permita continuar nuestro genocidio, eso sí, en paz. Una palabra que suscita galardones. ¿Qué sería de los criminales de guerra sin sus premios Nobel de la paz? Hoy, Trump nominado aunque después revocado como candidato al premio. Ay Trump, que quiso llegarle a los talones a otro criminal de guerra que tal vez lo supera: Barack Obama, que en 2009 sí se ganó el Nobel como el máximo pacifista, justificado por su rol en el desarme nuclear, prometiendo un «mundo sin armas nucleares». Pero que, sumándole a sus logros belicistas pacifistas, recién galardonado, derrochó un extra trillón de dólares más para modernizaciones a sus establecimientos nucleares.

Así es como, en esta conversación no está demás recordar que, mientras hoy el discurso va sobre Irán, sus omnipresentes armas nucleares y la amenaza que representan para la paz mundial, hasta la fecha, Estados Unidos es el único país que ha utilizado armas nucleares en toda la historia. Esto es, la potencia pacificadora y el país que tiene la batuta para elegir quién puede portar este tipo de armas y quién no: el único que las ha usado.1945, Hiroshima y Nagasaki, vendida como una acción inevitable, necesaria para evitar la escalada de la guerra y para promover la paz. Aún cuando el propio Roosevelt reconoció en un reporte oficial, que los japoneses ya estaban listos para rendirse, mucho antes de y sin necesidad de los bombardeos. Rendirse ante una guerra que tampoco era inevitable sino a la que el propio Estados Unidos había arrinconado a los japoneses para entrar. Los primeros y únicos bombardeos nucleares de la historia, ejecutados por Estados Unidos que resultaron en más de 200.000 muertos en las dos explosiones, sin contar los muertos posteriores debido a la exposición a la radiación, cáncer, quemaduras letales y estigmatización por miedo al «contagio» de sus males, que para muchos supervivientes terminó en depresión o hasta suicidio. Cuando Estados Unidos dice no a las armas de destrucción masiva, se refiere a no a todas menos las mías y claro, las de Israel. Un ente extralegal que lo mismo puede cometer un genocidio a plena luz del día, que coleccionar armas nucleares sin condiciones ni restricciones, esto es porque Israel se negó, con claro amparo de Estados Unidos, a firmar el tratado de no proliferación de armas nucleares de 1968, muy al contrario de Irán, por ejemplo, que sí es firmante. Para esas fechas, Israel tras bambalinas llevaba desarrollando su arsenal nuclear por lo menos desde la guerra de los 6 días, un año antes del tratado. El día de hoy, según el Instituto de investigación de la paz en Estocolmo, Israel estaría en posesión de al menos 90 ojivas nucleares, es decir, casi el doble de lo que tiene Korea del Norte, ese país al que está bien visto temerle y exactamente 90 ojivas más que Irán, país que hasta la propia directora de inteligencia nacional de los Estados Unidos, Tulsi Gabbard, dice no tener conocimiento alguno de que Irán posea armas nucleares en lo absoluto, declaraciones que tuvo que retractar para que no estorbaran a los fines belicistas de Trump. Porque a La Paz del sur global, se le llama violencia, violencia que es necesario solventar mediante bombardeos, injerencias o invasiones pacificadoras, claro está, porque a su violencia, la del imperio siempre le llamarán paz.

Entonces la pregunta quizás es ¿cómo se es verdaderamente pacifista cuando parece que esa palabra no es más que la marca de los misiles, las bombas y las ojivas nucleares que al imperio le encanta coleccionar y utilizar contra nosotros? Así, la paz se ha malinterpretado no solo como el fin último de la guerra sino también con el poner una cortina para no ver la guerra. Sería ingenuo decir que solo el imperio se ha encargado de tergiversar la palabra paz cuando de eso también se pueden encargar gobiernos y países que en nombre de esa paz, se mantienen inertes ante por ejemplo un genocidio como el del pueblo palestino. La aritmética de la «democracia» burguesa, del orden liberal, desde su fundación y ahora lo vemos más claro que nunca, está hecho para que el sur global y los gobiernos, aún los de izquierdas, así como las instituciones internacionales, tengan nulo impacto en las decisiones que se toman desde el cuarto de la guerra. La palabra «paz» se sigue barajando, vociferando, pero con el cometido único de que sea un pacifismo de la real politik. Una paz que desde el lado de los vencidos no signifique otra cosa que la dominación sin resistencia alguna. Los mecanismos coercitivos son claros, países que hoy se muestran cautos para condenar al estado genocida de Israel, su connivencia con Estados Unidos, su bombardeo a Irán, pretenden así protegerse de las represalias de un imperio que si sin rechistar ejecuta un genocidio y lo mismo pueda hacer en quien sea que lo condene.

Y los mecanismos coercitivos van más allá, pero se desempolvan fácilmente: desde el fin de esa guerra fría, la doctrina dominante se volvió «la paz liberal», diciendo que si se quiere promover la paz mundial, había que masificar las redes de comercio, así, países que comerciaran unos con otros no entrarían en guerra porque serían interdependientes. Excepto que muy pronto la realidad saldría a la luz, las relaciones siempre son desiguales, una potencia que comercie con una nación subdesarrollada, por recursos naturales, siempre querrá más. Si en paz comercian legalmente de a poquito, bajo guerra, intervención o invasión, las potencias podrían obtener todo el recurso y hasta el territorio. Por mera aritmética, la guerra siempre sería más beneficiosa. También, hablando de negociaciones políticas, de seguridad, no pasa algo muy diferente. Trump bombardea Irán, mientras se encontraban ambos países en plenas negociaciones sobre el control limitado del programa nuclear, negociaciones en las que Irán se encontraba cediendo. ¿Eso impidió que Trump bombardeara? La respuesta la conocemos todos nosotros y la conocerá la Historia. Ahora, una fiscal estadounidense, Pam Bondi, declaró a México como enemigo extranjero, a la par de Irán. La presidenta Sheinbaum desestima la amenaza diciendo que Estados Unidos y México están en plenas negociaciones de seguridad. La pregunta ahí es clara, ¿se puede hablar de vacunas que inmunicen contra una bestia cuya naturaleza siempre ha sido matar? ¿Cuándo aprendimos a pensar que agachar la cabeza imposibilita y no, por el contrario, facilita e invita a una emboscada frontal?

La presidenta de México ha dicho alguna vez, «no hay paz sin justicia». Entonces nosotros podríamos decir, México es pacifista y lo debe seguir siendo, siempre y cuando esa paz vuelva a poner la justicia en el centro. Si un genocidio no es justo, entonces paz no puede ser habitar el limbo de su condena. La justicia y menos bajo nuestro gobierno de izquierda, no solo puede valer solo para México, así como la constitución y la doctrina Estrada de relaciones internacionales. Tal y como hicimos valer el principio de no intervención de nuestra doctrina junto con nuestro último presidente de izquierda antes de la Cuarta Transformación, Lázaro Cárdenas, para condenar al dictador Francisco Franco, romper relaciones con su gobierno ilegítimo y acoger a los refugiados republicanos, a los refugiados vascos. Así como México rompió relaciones con la Alemania Nazi. Así como hoy se condena el bloqueo criminal a Cuba, se rompen relaciones con Ecuador y su gobierno neofascista, se condena el golpe de Dina Boluarte en Perú, el golpe a Evo Morales y se le da refugio, ¿hoy debemos pensar que esa misma constitución y esa misma doctrina debe ser volcada de cabeza para Palestina? Y la respuesta es que sí, Palestina debe ser diferente porque lo es, no es un genocidio oculto, una sorpresa, no es un holocausto nazi, escondido tras los muros de los campos de concentración y las cámaras de gas, es, como digno genocidio del siglo XXI, un genocidio televisado. Televisiones transmitiendo desde todos los rincones del mundo, incluido México e incluido el Palacio Nacional del gobierno mexicano.

Ser pacifista en un día como hoy no es, entonces, como miembro silencioso del cuarto de la guerra, con la cabeza agachada, discutir la narrativa de una guerra pacifista, de una no intervención pacifista, junto a y para el beneficio de los señores de la guerra, sino que sería, en primera instancia, no participar en el cuarto de la guerra. Ahí y solo ahí, se marca la verdadera línea entre la verdadera paz y la guerra. ¿De qué lado estaremos?


Podéis enviarnos vuestros artículos o cartas vía email a la dirección iritzia@gara.net en formato Word u otro formato editable. En el escrito deberán constar el nombre, dos apellidos y DNI de la persona firmante. Los artículos y cartas se publicarán con el nombre y los apellidos de la persona firmante. Si firma en nombre de un colectivo, constará bajo su nombre y apellidos. NAIZ no se hace cargo de las opiniones publicadas en la sección de opinión.

Buscar