Orlando García
Militante de Sortu

CUP e Izquierda Abertzale

Nada más lejos de mi intención que establecer equivalencias miméticas entre la izquierda abertzale y la, ahora ya archifamosa, CUP catalana. Sin embargo, tendamos un puente entre ambas organizaciones y veamos cuál es nuestra visión de lo que allí ocurre. Quizás nos veamos reflejados y podamos advertir nuestras carencias analizando errores ajenos.

Escribo impulsado por una desazón, creo que compartida por muchos compañeros compañeras, que me hace, poco a poco, ahondar en un pesimismo moderado sobre la capacidad de la izquierda independentista para decidir el futuro de nuestro país y el de Catalunya y, en Euskal Herria, más concretamente, a que podamos sobrepasar o, al menos, condicionar al PNV.


Y me atenaza ese presagio por el convencimiento de que la culpa de todo ello la tiene , entre otras razones, nuestro modo de militancia y nuestro desprecio por la imprescindible «cintura política» que se necesita en una sociedad poliédrica, cambiante y con un electorado más pragmático, consciente y realista que los que deciden el día a día en nuestras organizaciones.


Preguntémonos: ¿Cómo es posible que la paralización gravísima del proceso independentista catalán haya provenido precisamente de la izquierda independentista? No en mi nombre, habría que decir. Sabemos cuál es la composición de grupos de la CUP, pero, aún así, la paradoja asombra a propios y extraños, y satisface hasta el orgasmo a los poderes fácticos y la superestructura antidemocrática española.


Independencia a través de la apuesta por el frente popular de izquierdas frente a independencia a través del frente interclasista en clave nacional. Efectivamente, pero no debemos contraponer una a la otra, ni descartar ninguna de las dos. Volvemos a la falta de elasticidad analítica. En cada momento histórico podrá ser factible una o la otra.


En Catalunya se está produciendo del segundo modo porque, ahora, ha sido factible hacerlo así y, precisamente, cuando el apoyo al independentismo está excesivamente ajustado y debe a un factor inestable buena parte de su empuje –es decir, al inmovilismo del Estado, reconozcámoslo– la izquierda independentista no puede poner ni una sola piedra en el, ya de por sí, tortuoso camino, por muy incierto, arriesgado, incómodo e «impuro» que éste sea. Nunca.


El logro del socialismo será gradual, a menos que pensemos en otro asalto al Palacio de Invierno, y no dudo que en las CUP haya quien lo piense. Que Marx nos pille confesados. La independencia efectiva de una nación en nuestro entorno, sin embargo, tiene un carácter mucho más puntual, sea cual sea el método, el procedimiento elegido o la situación geopolítica (Quebec, Escocia, Lituania, Eslovenia, Chequia, Escocia etc....). Habrá etapas en un corto espacio de tiempo histórico, pero, finalmente, será un SI o un NO. O coges el tren cuando viene o te quedas en la estación lamentándote como un memo. En Catalunya se está dando una oportunidad real inimaginable hace dos años. Yo, aún, me golpeo la mejilla, a veces, para asegurarme de que no estoy viviendo un sueño.


Me atrevo a afirmar que no existe justificación posible, desde nuestro mundo político para colapsar, aún más, el proceso catalán aduciendo desconfianzas respecto a la fiabilidad de Junts Pel Si –por cierto, mayoría abrumadora-, ni para anteponer principios inamovibles respecto a las lacras que lleva Convergencia en la mochila, ni tan siquiera para exigir unas contrapartidas mayores como condición para el SI. Esas deben ser exigencias inexcusables una vez avanzado el proceso, pero nunca motivo para su paralización. No hay justificación. De ningún tipo.


Sin embargo, pienso también que la amalgama que forma la izquierda no independentista, alborozados por su reciente «triunfo», son -al menos, un sector muy importante- la pata que nos falta a los independentistas para llevar a nuestras naciones hacia el Estado soberano. En Catalunya y en Euskal Herria. 
Allí hay confluencias muy interesantes y están más adelantados (ejem. Ada Colau y todo lo que ella podría estar representando en este momento). Aquí, decir esto en la izquierda abertzale sería, aún, poco menos que anatema, y, también hay que decirlo, esa masa social tiene un camino que recorrer. En Uzkudun (CCOO) y gente como él podría atisbarse un cierto carácter precursor.


Los independentistas no somos suficientes, no nos engañemos. En Catalunya se salvan por los pelos, debido también, como decía, a circunstancias coyunturales, pero aquí no llegamos, por mucho que edulcoremos el análisis.


Rigidez en los planteamientos y torpeza política: por expresar una postura favorable a la propuesta de Junts Pel Si, si fuera integrante de las CUP, se me consideraría más proclive a nuestro eje independentista y abertzale, pero por hacerlo a la necesaria colaboración, confluencia, acuerdo, pacto de mínimos (estaría por ver) con la izquierda no independentista se me tildaría de tendente a nuestro eje de izquierda. Volvemos a un error recurrente a lo largo de nuestra historia.


Debemos ser capaces de tender puentes a la izquierda no independentista y, a la vez, indagar constantemente la forma de superar y condicionar al PNV con acumulación potente de fuerzas de izquierda para atar lazos de cara a un frente nacional interclasista, estrategia, ahora unívoca, de la izquierda abertzale, imbuida, sin duda, por esa visión sociológica guipuzcoana que, por otra parte, nos hace ser una fuerza irrelevante en el Gran Bilbao con un discurso y una imagen alejada del mayor núcleo poblacional de Euskal Herria.


Nos costó entender que Nafarroa e Iparralde necesitaban de una estrategia y un discurso propios, pero todavía no hemos entendido que necesitamos también de un discurso distinto en unas zonas y en otras de nuestro país.


Se observan vagas interpelaciones a la necesidad de reinventarnos, pero sin proponer cambios concretos ante el aviso de nuestros propios votantes, que han sabido darnos una lección en el flanco más débil. El 20-D tocaba lo que tocaba, parecen habernos dicho, y, o lo entendéis o no contéis con nuestro voto.


Podemos se desinflará parcialmente, ya lo sabemos, pero seguirá quedando todo ese mundo político, atomizado hasta ahora, que ya ha encontrado su referente y que nos iguala e, incluso, supera en número. La mejor descripción de Podemos se la oí recientemente a Iñaki Soto cuando afirmó que representan «un unionismo inteligente altamente peligroso para el independentismo». Efectivamente, pero ya que no hemos podido atraernos a sus votantes, hablemos con sus representantes. Exploremos. El trayecto hacia el frente nacional no tiene por qué ser recto.

Indaguemos. A veces, los rodeos nos permiten descubrir un mundo lleno de posibilidades. El tiempo y el camino nos darán la luz.

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