Kepa Zugadi «Fugi»
Expreso y membro de Goldatu

Dario Rodríguez, «Dari», se nos ha ido

Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando vienen.
(Miguel Hernández, Llamo a la juventud)

Nos conocimos en las cárceles franquistas. «Dari», como uno más de aquella generación de jóvenes, idealistas, generosos, hartos del franquismo, de su estupidez y represión ciega, no dudó en organizarse en aquella ETA primigenia, la organización que en aquellos años de finales de los 60 del pasado siglo ejercía mayor atracción sobre nosotros. Muchos de los que aquí estamos, allí estuvimos… Sin más…

Estuvimos con «Dari» en la cárcel de Basauri; luego, unos cuantos años en la cárcel de Segovia. Historia de huelgas de hambre reivindicativas, celdas de castigo, conspiraciones carcelarias, intentos de fuga y, sobre todo, debates interminables convencidos de que íbamos a cambiar el mundo.

Algo ya hicimos, pero el mundo seguía su curso. Y nosotros enfrascados en interminables debates sobre el punto, sobre la coma, sobre el punto y la coma, la cosa pendiente y el modelo a construir.

Que si la quinta asamblea, que si la sexta, que si los mayos y los minos… En fin, parecía que en el reducido espacio del patio de Segovia se estaba jugando el destino de toda la humanidad. Pero la realidad es muy tozuda y la solidaridad y la amistad se imponía ante una situación carcelaria tan adversa.

Nos llevábamos bien. La conciencia primaba por encima de las guerrillas sectarias.

Segovia era una vieja cárcel donde tuvieron secuestradas a centenares de presas republicanas. Más tarde, fue reconvertida en cárcel para hombres; allí terminaron los prisioneros con más condena, que para el régimen eran considerados «la créme de la créme» de la oposición vasca y española. La mayoría éramos vascos y jóvenes, lo que se notaba en el ambiente diario. Canciones vascas, futbol en el patio, insumisión ante los «boqueras», rebeldes, aunque un poco infantiles.

«Dari» era un vasco de izquierdas. Pero, sobre todo, una buena persona. Un hombre entrañable, muy cariñoso que rara vez se enfadaba, aunque era un poco gruñón… bueno, un poco o un mucho, pero así era.

En Segovia se fue acercando al PCE. A decir verdad, había buena gente. Viejos combatientes comunistas como Sandoval y Lobato. Sandoval nos parecía entrañable, era un «asturiano de braveza». Nunca intentaba convencernos. En las largas tardes de verano, sentados en el patio de Segovia, nos contaba sus primeros combates siendo un chaval de 17 años. Yo creo que le entusiasmaba el espíritu rebelde que transmitíamos aquellos jóvenes vascos que llenábamos las cárceles del tardofranquismo. Participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, donde la clase obrera madrileña aplastó el 18 de julio del 36 a los militares golpistas; el frente de Madrid, Belchite, la Batalla del Ebro, el final de la guerra que no anunciaba la paz, sino la venganza. El exilio, los campos de concentración, su integración en el Ejército rojo tras la invasión de los nazis a la URSS. Su incorporación como partisano tras las líneas alemanas en Ucrania y Checoslovaquia; su vuelta a la clandestinidad y, de nuevo, a las cárceles.

«Dari» salió en libertad unos días antes de la fuga de Segovia. Y como todas las desgracias no vienen solas, apareció en la primera lista de fugados. Puso pies en polvareda, se fue a Burgos y no apareció hasta que se aclaró el asunto.

Cuando las cárceles se vaciaron por un día, nos veíamos a menudo por las Siete Calles. Era nuestro territorio comanche. Poteo, comidas o cenas, horas interminables de debates estériles arreglando el mundo… Demasiadas horas quizás.

Te metiste de librero y así te ganaste la vida. Sé que terminaste dolido, pero es la condición humana. Fuiste honrado y así te recordaremos.

Sobrevivimos encerrados años convulsos. Probablemente los más determinantes para nuestra generación y para la izquierda: la exitosa fuga de Basauri, el Juicio de Burgos, el golpe de estado contra Allende, el Carrerazo, el 25 de abril en Portugal, las huelgas generales en Euskadi, la matanza de Atocha, los asesinatos en la semana pro-amnistía…

Y al final se amnistiaron ellos. Sí, los genocidas, los liberticidas, los que asesinaron a centenares de miles de hombres y mujeres honradas, los que secuestraron las libertades durante cuatro décadas. Ironías de la historia.

Pero aquel silencio obligado de décadas llegó a su fin: en diciembre del 2011, fuiste uno de los 17 expresos que firmamos el manifiesto fundacional de Goldatu. Hoy, casi seis años después, la memoria histórica está al orden del día. ¡Otro torpedo que les hemos metido a los herederos del franquismo!
 
Ellos nerviosos, poniendo en marcha toda su maquinaria judicial, mediática y diplomática; nosotros simplemente, sin gastos adicionales, te recordamos tomando unos vinos en tu Botxo entrañable.

«Si dejamos que el poder deforme la verdad, llegará un día en que incluso habrá un ministerio de la verdad, para cambiar la historia, para decidir, por ley, qué es verdad y qué no lo es. Porque quien maneja el pasado controla el futuro» *

Hiciste lo que hiciste, Dari, y a nadie hay que dar explicaciones. Esa fue tu vida, tu historia, la misma que la de los amigos y amigas que aquí seguimos y la misma de los que ya se fueron.

Hasta siempre, amigo Dari.

Buscar