Mikel Arizaleta
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De reojo: el chantaje

En “De reojo” de Gara leí con atención el artículo “El trato” de Raimundo Fitero, en el que contraponía la postura cabezona del holandés Romano Van der Dussen, expuesta y denunciada en “Salvados” de Évole, a la claudicante y pactista de Hasier Arraiz. El primero ha purgado injusta y equivocadamente, gritando al mundo su inocencia, 12 años por la cara dura y miserable, por la desidia de la justicia española y sus órganos corrompidos en una cárcel, y el otro, Hasier, pacta y reconoce su participación imposible en una «banda terrorista» para librarse del chapeo de años en una cárcel española. Reconoce su participación imposible para librarse de años de cárcel, en boca de su abogado: en realidad se trata de 19 reuniones de la Mesa Nacional, tres actos políticos (dos en Gasteiz y uno en Laudio), dos manifestaciones, una entrevista en Radio Vitoria, dos concentraciones y una rueda de prensa.

Raimundo Fitero alaba al primero por su «Soy inocente y nunca, nunca, voy a reconocer una violación.»  Esa es su cabezonería. Esa es su dignidad, su defensa ante la injusticia. Y no pacta con la fiscalía reducción de talego admitiendo una violación imposible. Y tuerce el ceño y se le nubla la vista ante la postura de Hasier Arraiz por reconocer su participación imposible para aliviar la pena. Lo adjetiva como chalaneo y apaño.

Posiblemente en ambos casos nunca creyeron ni la policía, ni la fiscalía, ni el juez que les juzgó que Romano y Hasier han cometido el delito del que se les acusa. En ambos hay un mucho de lavarse las manos, de hallar un culpable, de zanjar el tema de la manera que sea, de chantaje y venganza por parte de los organismos institucionales. Hay mucha experiencia de ambas cosas entre nosotros, en Euskal Herria: de años de cárcel que nunca debieron ser, de presos con años de maco purgados, en los que años más tarde se comprobó su inocencia, de aislamiento en cárceles por no reconocer hechos que sencillamente no ocurrieron, como le ocurrió a Van der Dussen, o que no fueron como los relatan. Arantza Zulueta es una de ellas, por no reconocer los delitos de los que se la acusa lleva dos años en un aislamiento de venganza, vive en sus carnes la injusticia que ella como abogada denunció ya en otros presos vascos.

Días pasados explicaba la abogada Amaia Izko a los estudiantes en la facultad de Derecho de Donostia el sumario 8/2013, que «llegará a juicio en apenas diez días», centrándose en la actitud del juez, Fernando Grande-Marlaska. «Dictó la incomunicación y la prórroga posterior en autos estereotipados, les denegó el habeas corpus sin llevar a cabo una sola averiguación, rechazó el protocolo contra la tortura (ni fueron grabados ni asistidos por un médico de confianza junto al forense) y rechazó incluso la intervención del Ararteko, diciendo que él era el único garante de los detenidos». En este caso se suma que uno de los abogados de oficio trasladó al juez que los arrestados le decían que estaban siendo maltratados y que él lo creía porque las declaraciones policiales parecían forzadas, eran calcadas unas a otras como si «tuvieran telepatía». Ni por esas. «El juez ni siquiera encargó averiguarlo. Lo único que hizo es enviarles a prisión». Es tan sólo uno de tantos casos.

Como sabemos y se ha demostrado hasta la saciedad son muy numerosas las declaraciones de presos políticos hechas tras una larga sesión de tortura, de violación de derechos elementales, reconociendo hechos imposibles. Hoy sabemos con la colaboración de los jueces, fiscales, forenses, funcionarios y gobierno. El forense Paco Etxebarria no se ha cansado de gritar que el detenido está bajo custodia del juez, por tanto la tortura, cuando se da, es con su placet y colaboración, y más si ésta se viene denunciando y él se llama andanas.

Hace poco el profesor Ramón Zallo, en un artículo titulado “Medios de comunicación y democracia española: una lectura vasca” reconocía que «Mayor Oreja (siendo Ministro del Interior) se reunía con los media, disciplinaba a las direcciones, propuso el lenguaje «correcto» (reiterar «banda armada» y «terrorismo», lenguaje maniqueo y de campaña militar) y con una serie de ítems permanentemente repetidos en todos los medios: ETA como agente puramente criminal y mafia a exterminar sin relación alguna con ningún problema político; todo vale frente al terrorismo en la lógica de ETA o Estado, con desaparición obvia de la sociedad; la idea de «todo es ETA» llevó a criminalizar a franjas sociales enteras, inaugurando los procesos de ilegalización de partidos y de cierre de medios de izquierda abertzale (Egin 1998) o simplemente euskaldunes (Egunkaria 2003) y estigmatizando a la sociedad civil independiente.»

Raimundo Fitero, yo admiro a Romano por su tozudez en no reconocer una violación, que no fue, y a Hasier Arraiz por reconocer una participación imposible. Y de ambos hay muchos ejemplos en Euskal Herria. También muchos años de cárcel sufridos y penados injustamente por no delatar, por no ser chivato.

Pero lo que censuro con toda mi alma es ese chantaje de baba y muerte, con el que trafica la justicia española: jueces, forenses, fiscales y funcionarios, y del que nos hablan muchos presos y presas, muchos abogados y tímidamente algún juez, eso sí, con la recriminación y advertencia inmediata por parte del Ministro de Justicia y de Interior, de que en el estado español no se tortura. El burdo chantaje.

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