Víctor Manuel Egia Astibia
Iruñea

Del Euskal Jai al frontón de Etxabakoitz

Lo que se ha construido en Etxabakoitz no es un frontón al uso, casi nada tiene de instalación funcional en ese aspecto

Recientemente escribí en este mismo medio un artículo en el que reflejaba la noticia de que los sillares del frontis del antiguo frontón Euskal Jai se estaban sacando, quizás clandestinamente, de un almacén municipal del barrio del Motxuelo hacia un destino para mí entonces desconocido. Quizás ofuscado por actuaciones anteriores sospeché algo oscuro en dicha operación.

Hoy leo la noticia de que en un pequeño parque urbano en el llamado grupo de viviendas Urdanoz del barrio de Etxabakoitz de Iruñea, se ha construido un frontón en cuya contracancha se han colocado, a modo de bancos, trece de los sillares del Euskal. Ya sé pues, cuál era su destino y es mi deber disculparme si alguien se sintió ofendido por mi escrito sin tener razones para ello.

Los vecinos de ese barrio tan olvidado, al menos hasta ahora, solicitaron al Consistorio de Pamplona mejorar sus dotaciones deportivas y de ocio con la construcción de un frontón. El Ayuntamiento de la pasada legislatura aprobó y encargó el proyecto a un equipo de arquitectos, por cierto con el voto en contra de Navarra Suma, que ahora ha acudido presto a la presentación para hacerse la foto de rigor.

Me he personado en el lugar para ver in situ dichas instalaciones aún sin terminar, pendientes de inauguración. El citado «frontón, y lo entrecomillo a propósito, es en mi opinión una especie de simulacro, casi con seguridad disfuncional, es decir que difícilmente se utilizará como tal. El frontis, que habitualmente suele ser más alto que ancho es justo lo contrario. Casi diez metros de anchura por tan solo 5 de altura.

Quizás pretendiera simular uno de esos bonitos frontones de pared única tan frecuentes allende los Pirineos o en algunos pueblos de nuestra Zona Media; véanse los bonitos frontis de Urrotz, Etxauri o Arraiza. Sin embargo, se le ha dotado de una, poco menos que, ridícula pared izquierda mucho más corta de lo debido con lo cual no resulta ni una cosa ni otra y su estructura tiene muy poco de estética y mucho menos de funcional.

Detalles como la colocación de la chapa mucho más baja de lo habitual que algún vecino ya ha tenido que corregir, a brochazos, a su altura reglamentaria denotan el poco rigor con el que se ha construido. Eso sí, está llamativamente pintado de verde para que en los partidos televisados desde él se vea bien la pelota. Según tengo entendido, para los autores del proyecto el espacio de la plaza no daba suficiente para la construcción de un frontón de un tamaño adecuado, con lo que estoy en total desacuerdo; invito a los lectores a que vayan y lo vean. Tan solo con girar la estructura 90º en sentido horario el espacio hubiera sido suficiente para un frontón no muy grande pero al menos funcional.

Junto a él, en la contracancha, como decía, se han colocado trece de los sillares conservados del frontis del Euskal Jai para su utilización como bancos. Sentado en ellos meditaba y pensaba que difícilmente veremos jugar a pelota en dicha instalación, ojalá me equivoque, ni siquiera a los más pequeños disfrutando del juego con la goxua. Recordaba que en aquel escrito abogaba por alguna forma de reutilización de las piedras del Euskal y así ha sido para algunas. En el citado almacén, junto al río Sadar, quedan todavía muchas de ellas pero por desgracia fueron tan maltratadas tanto en el derribo como en su almacenaje que difícilmente servirían para lo que fueron hechas. ¿Qué será de ellas? ¿Cuál será su destino?

Lo que se ha construido en Etxabakoitz no es un frontón al uso, casi nada tiene de instalación funcional en ese aspecto. Su coste, más de 35.000 euros, se me antoja algo exagerado para lo sencillo de la obra realizada. Nos quedan dos opciones, la primera deshacer y rehacer lo hecho si no cumple las expectativas para lo que fue concebido. Nada es o debe ser definitivo. La segunda, es considerar lo realizado como algo ornamental, una especie de monumento, una escultura en honor del frontón, en homenaje a la pelota vasca que, no olvidemos, es en nuestra cultura algo que va mucho más allá que un mero deporte.

En la trasera de sus paredes las jóvenes artistas pamplonesas hermanas Urbeltz están plasmando su arte en un bonito mural al que llamarán Rainbowland (Tierra del arco iris). Las viejas piedras del Euskal Jai, del mejor frontis del mundo para casi todos los pelotaris que jugaron en él, lo acompañarían dignamente formando parte del conjunto, que debiera contar, además, con alguna forma de placa o panel informativo.

La historia del emblemático frontón de San Agustín, rota por su dramática e impune destrucción en 2004, tendría un pequeño hilo de continuidad, sus piedras hablarían y la contarían. Muy cerca de allí, hace ya bastantes años se colocó en la Avenida de Aróstegi una escultura de un remontista, que seguro jugó en el Euskal y que luce orgullosa su figura en lo alto del puente sobre el ferrocarril. El barrio de Etxabakoitz, en el que por cierto nací y viví algunos años de mi infancia, rinde así culto a la pelota vasca. Tan solo le faltaría un frontón adecuado para jugar.

Buscar