Patxi Zabaleta
Abogado

Democracia y negociación

En 1979, el PSOE de Felipe González, Alfonso Guerra, Gabriel Urralburu y Txiki Benegas negoció con Herri Batasuna sobre la alcaldía de Pamplona-Iruña. Se hicieron dos reuniones en la oficina parlamentaria del PSOE-PSE y ese partido se mostró dispuesto a votar a Herri Batasuna para la alcaldía de Iruña si se le garantizaban la presidencia del Parlamento en la persona de Arbeloa y la alcaldía de Alsasua en la persona de Emilio Boulandier. Aquella negociación fracasó, pero haberla, la hubo; negociación real, concreta y lógica. Luego, en los dos cuatrienios de Balduz como alcalde, aprobamos junto con el PSOE-PSE y luego PSOE-PSN los presupuestos y las decisiones fundamentales, aunque el «régimen» ya había dado zarpazos de trilero y la izquierda abertzale seguía aún enfrascada en su trágica dialéctica interna sin dar los pasos necesarios que, sin embargo, ha acabado dando, mientras los trileros se reacomodaban en el terreno que les es propio, la criminal extrema derecha.

En 1991, Herri Batasuna tuvo que decidir entre prolongar los gobiernos de Urralburu con terrible hedor a corrupción que emanaba de las instituciones forales o facilitar la entrada en el gobierno de Juan Cruz Alli, elegimos con riesgo y hasta amenazas más que graves el cambio en el poder. Mauricio Olite, Adolfo Araiz y yo mismo estuvimos en el despacho de Alli, con él y con Miguel Sanz, dialogando y negociando presupuestos; y recibimos propuestas concretas, aunque constatamos que aún no había condiciones para un acuerdo.

La postura actual del PSN de no querer negociar con EH Bildu es, además de ridícula, por incoherente con sus propios antecedentes, antidemocrática, por no tener en cuenta la voluntad de todos los y las ciudadanas, y contraria a los intereses de la mayoría de navarras y navarros. ¿Qué es lo que les importa, por ejemplo, a las pamplonesas y pamploneses? Pues un ayuntamiento que pueda aprobar los presupuestos y que gobierne mirando a toda la ciudadanía con criterios de libertad, igualdad, solidaridad y progreso.

Si el señor Esparza tuviese decencia democrática, no debería repetir la patética historia de Maya, no por las múltiples veces en que ha sido declarado persona non grata (que esas fatuas miserias ya nos las han hecho él y algunos otros miserables), sino por la vergüenza política de no ser capaz de aprobar ningún presupuesto en toda la legislatura. La señora Ibarrola, en vez de ridiculizarse a sí misma con soflamas excluyentes, debería tener la sensatez política de plantear que solo debería acceder a la alcaldía si tuviese posibilidades de aprobar los presupuestos. Otros cuatro años sin presupuestos constituirían un grave perjuicio para Iruña, aunque le permitiesen a la alcaldía hacer designaciones de amiguetes con pingües retribuciones.

El dialogar y negociar es la base imprescindible en la acción democrática. ¿Qué pensaríamos de quien se negase a hablar con el PSOE, por haber sido el mentor de las guerras sucias y las torturas, que han originado cientos y miles de víctimas, sin prácticamente ningún amparo judicial para las víctimas? No hay verdadera democracia sin diálogo y sin negociación. Si EH Bildu tiene que facilitar el gobierno de la holgada mayoría de izquierdas y progresista de Navarra, tiene obligación de hacerlo, pero debería, a la vez, formar parte o negociar la formación de ese gobierno. Igual que debiera de ocurrir en instituciones como el Parlamento o los ayuntamientos, y sus juntas de gobierno. Lo ha mandado la ciudadanía y lo exige la normalidad y el sentido común.

Es obvio que la voluntad de una gran mayoría de navarras y navarros es que se conformen gobiernos forales y municipales de carácter progresista, vasquista y de izquierdas. Y ese principio vale democráticamente igual para la alcaldía de Estella-Lizarra que para Iruña y para el gobierno foral. Si por culpa del PSN no se conforman esas alcaldías, tendrá que responder y acabará respondiendo electoralmente, tal como ya lo está haciendo.

La endémica supeditación de las actuales derechas de Navarra al centralismo –que es el único y verdadero enemigo de las libertades de Navarra– hace que le resulte racionalmente imposible modernizarse. No hay un solo avance en derechos civiles, sociales, económicos y culturales en los últimos cincuenta años que haya apoyado la rancia representación política de la derecha navarra, siempre supeditada a sus vísceras franquistas. Uno de los cambios que la sociedad navarra necesita es que la derecha política, compuesta mayoritariamente por personas abiertas y democráticas, deje de estar representada por la estirpe de quienes han defendido durante más de cuarenta años lo mismo que ahora defiende muy minoritariamente Vox. Y esta anormalidad tiene responsables.

La invocación a la normalidad sigue siendo un imperativo en la política de navarra. Si la mayoría de la representación política de Navarra es progresista y de izquierda, lo lógico es que se negocie y llegue a acuerdos para que la presidencia la ostente Chivite, y si la mayoría de Pamplona, Barañain, Lizarra, etcétera es progresista y de izquierdas, lo lógico es que la gobernanza se negocie y la alcaldía sea representada por el grupo mayoritario. No tiene Chivite para ser presidenta del Gobierno de Navarra más legitimación democrática que Asiron para ser alcalde de Iruña.

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