Eva Aranguren Arsuaga
Concejala de EH Bildu en Pamplona-Iruñea

Derecha y (des)memoria histórica. Cuatro años de cicatería y freno

Hace días vecindario y colectivos populares y feministas de la Txantrea pidieron al alcalde de Pamplona que cumpla lo acordado en pleno, y denomine las ocho nuevas calles y la plaza surgidas del desarrollo del Plan Sur con los nombres de nueve mujeres represaliadas por el franquismo, destacadas por el Centro de Documentación de la Memoria Histórica de Navarra. Una iniciativa impulsada por la oposición municipal y avalada por unanimidad por el Consejo de las Mujeres. Pero UPN no ha movido un dedo. Maya no se ha dignado aún a responder a la pregunta que le formulé en el último pleno, instándole a aclarar si cumplirá el acuerdo antes de terminar el mandato. Ahora es el barrio el que interpela.

Sirva este como ejemplo de la actitud cicatera de la derecha hacia la memoria histórica y hacia el esclarecimiento de los miles de crímenes cometidos por sus antecesores ideológicos en Navarra. Pese a no haber frente de guerra, los fascistas asesinaron a 3.280 personas, un 10‰ de la población, uno de los índices más elevados del estado, según recoge Fernando Mikelarena en "Sin piedad. Limpieza política en Navarra, 1936. Responsables, colaboradores, ejecutores". El escarmiento, como lo llama Sánchez Ostiz, se cubrió de una gruesa capa de olvido durante años. Con consecuencias graves para las familias de las víctimas, abandonadas en décadas por las instituciones en la ardua tarea de buscar sus cuerpos y restaurar la verdad. Trajo además el apuntalamiento de la impunidad de sus responsables, cuyos sucesores y sucesoras, enardecidos de soberbia, se atreven hoy a reivindicar hechos de ensalzamiento de aquello como las misas que cada día 19 organiza la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Este mismo mandato, UPN ha llegado a defender que el arzobispo invite a celebrarlas nada menos que en la catedral, ante la imposibilidad legal de seguir haciéndolas en la cripta de Los Caídos, una vez recuperado su uso por el Ayuntamiento tras la exhumación de Mola y Sanjurjo por el gobierno municipal anterior. Igualmente, ha defendido como derecho a la defensa el acoso judicial sistemático de herederos y herederas de reconocidos franquistas como Jaime del Burgo contra investigadores e investigadoras que osan indagar sobre las responsabilidades en el golpe fascista del 36 y la represión posterior. Poco le importan en este caso las víctimas...

Si en Madrid Almeida (PP) repuso calles a criminales como Millán Astray y arrancó las placas dedicadas a las víctimas, en Pamplona Maya paró en seco el proceso iniciado para dar una solución al Monumento a Los Caídos. Más aún, pese a las buenas palabras a la familia, el alcalde no ha colocado la placa que el pleno le encomendó en Geltoki en recuerdo del ex secretario municipal, Enrique Cayuela –hermano del ex presidente de Osasuna, Natalio Cayuela, fusilado como otros directivos, jugadores y socios del club rojillo–, y de su amigo, el catedrático Ramón Díaz Delgado, ocultos durante meses en el reloj de la Estación. Tampoco ha puesto la que la mayoría municipal le pidió en la chimenea del Molino de Caparroso en recuerdo al anarquista, Isidro Sarasate.

Pero si la derecha ha traspasado toda línea de miseria este mandato ha sido al retrasar durante casi dos años la ampliación del panteón de los fusilados del Cementerio de Pamplona. Obligando a la morgue a guardar más de 50 cuerpos durante todo ese tiempo. Fue la oposición quien metió la partida presupuestaria con la que finalmente se está haciendo, porque UPN no la incluía en sus previsiones. La derecha no solo frena toda iniciativa de dignificación de las víctimas del franquismo y la transición, vota en contra de la mayoría. Tampoco fue capaz de apoyar la querella argentina contra Martín Villa por los hechos de Sanfermines del 78.

Poco ha cambiado UPN desde que Barcina se aferró con uñas y dientes a las placas franquistas de la Txantrea y Conde de Rodezno. Tan solo los tribunales, las leyes y la acción institucional de mayorías políticas alternativas le fuerzan a avanzar. Y a cada paso forzado va dejando la marca de las uñas con las que se aferra aún a su pasado franquista.

Queda mucho por hacer. Solo en Navarra hay miles de cuerpos en zanjas y cunetas y la impunidad de sus responsables es notoria. Mientras, el monolito a Germán sigue siendo vandalizado y luchamos porque se reconozcan crímenes tan sangrantes como la muerte a manos de la policía de Mikel Zabalza y otras miles de víctimas de la tortura policial. En estas condiciones, el constante intento de ciertos sectores, y de la derecha en particular, por patrimonializar el dolor es insultante.

Necesitaremos determinación, compromiso y valor para avanzar. Apoyar a las familias y asociaciones de memoria, verdaderas meritorias de este proceso. El camino no está trillado, como demuestra la campaña contra Aranzadi. La verdad, su reconocimiento, molestan todavía.

Pero si apostamos por alcanzar una justicia real y una convivencia democrática sólida y estable, deberemos dar pasos para dignificar a todas las víctimas. Con respeto y sin dobles raseros. Y para ello, necesitamos mayorías que tomen la iniciativa, empujen y trabajen en esa dirección.

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