Marta Pérez Arellano

Descuidar a quien cuida, también en elecciones

Ahora, paradójicamente, la ley me obliga a dejar a mi hija durante un día entero para ocuparme de una mesa electoral.

Este lunes me notificaron que me habían designado presidenta de mesa electoral para las elecciones a Cortes Generales que se celebran este domingo, 10 de noviembre.

Como soy madre de una niña de un año y nueve meses, esto se traduce en que el próximo domingo estaré separada de mi hija durante un día entero, cosa que no ha sucedido desde que nació.

Según he sabido al intentar recurrir esta decisión, la Junta Electoral Central no considera motivo suficiente el cuidado de una niña de esa edad (siempre que haya otra persona que pueda hacerse cargo); ni siquiera en el caso, como es el nuestro, de que la menor siga siendo lactante, más allá de los nueve meses de edad. Ello, por cierto, a pesar de que la Organización Mundial de la Salud recomiende un mínimo de dos años de lactancia materna.

Más allá de otras consideraciones sobre las injusticias de un sistema electoral hecho para reelegirse a sí mismo, me enfada sobremanera verme obligada a participar en esta «fiesta de la democracia».

Desde que mi hija nació, me ha tocado pasar a solas con ella muchas, demasiadas horas. Por una parte, debido a los extensos horarios de trabajo de mi pareja, que chocan frontalmente con la posibilidad de una mínima conciliación. Por otra, porque no contamos con otras personas que puedan ayudarnos en el día a día. Así, he experimentado en primera persona el abandono al que se somete a tantas personas cuidadoras, mujeres habitualmente, y he vivido en mis carnes la exigencia que supone estar sola durante horas con un bebé.

Ahora, paradójicamente, la ley me obliga a dejar a mi hija durante un día entero para ocuparme de una mesa electoral. Sin duda, muchas otras personas podrían e incluso desearían realizar esta labor. Pero no.

Al margen de implicaciones personales, considero que este tipo de imposiciones ponen de manifiesto:

– El ninguneo del valor de los cuidados de calidad para los niños y niñas, y para las personas dependientes en general.

– La infravaloración de los beneficios de la lactancia materna para la salud y el bienestar de los y las menores.

– La minimización de la importancia de que la persona cuidadora se encuentre acompañada y/o pueda ser relevada a lo largo del día, en aras de unos cuidados de calidad, pero también para preservar su propio bienestar físico y mental, es decir, para cuidar a quien cuida.

– La desvalorización de la ingente labor que cotidianamente realizamos las personas cuidadoras, en su mayoría mujeres.

Este domingo, como tantas otras personas cuidadoras llamadas a mesas electorales, en lugar de bajar el ritmo y aliviar un poco la sobrecarga semanal, me veré obligada a madrugar para ejercer de presidenta de mesa. Por su parte, mi pareja tendrá que hacerse cargo en soledad de nuestra hija durante unas 14 ó 16 horas, además de ir y venir al colegio electoral para que podamos vernos y darle pecho.

Reflexionemos sobre por qué esto, también, es profundamente antidemocrático.

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