Ainara Esteran
Fundación Egiari Zor

Dualidad moral, doble rasero pertinaz

Hace unos meses, coincidiendo con el aniversario de los asesinatos de Santi Brouard y Josu Muguruza, ETB emite un trabajo documental con el nombre ‘20N. El día de la impunidad’.

Pudimos escuchar distintas entrevistas y opiniones como las de las hijas de ambos políticos abertzales, que sin atisbo de odio ni rencor hablaban, desde el deseo de que nadie más tenga que pasar por lo que pasaron ellas.
 
Mas el protagonismo se situó sobre la figura de Ynestrillas, a tenor de sus declaraciones, claro está. Quien respondiendo a la pregunta del entrevistador dijo que, si se dieran las circunstancias mataría a Josu Muguruza.
 
Hay que recordar, que días antes otro documental ‘Barrura begiratzeko leihoak’ emitido por la misma cadena encendió la bronca política. En cambio, las graves declaraciones de esta persona que dijo que mataría a Muguruza, no suscitaron ningún tipo de reacción, ni tan siquiera un pequeño signo de incomodidad de aquellos que se proclaman defensores de la dignidad de las víctimas y adalides en la defensa de los derechos humanos.
 
Démosle la vuelta y pongamos esas palabras en referencia a un asesinado por ETA, por ejemplo.
 
Pocos días antes también en el mes de noviembre, Karmelo Arregi, hermano de Susana Arregi muerta junto a Jon Lizarralde el 25 de junio de 1990 en un paraje de la Foz de Lumbier en circunstancias aún por aclarar, es citado por la Guardia Civil y posteriormente por la Audiencia Nacional española, para declarar como testigo por un presunto delito de enaltecimiento. El presunto delito, acudir a Irunberri en el 25 aniversario de la muerte de su hermana a depositar unas flores.

Detenidos acabaron quienes un poco antes, esta vez en Otxandio, hicieran lo propio en el aniversario de la muerte de Lucía Urigoitia, por cierto, otro caso también por aclarar.

Vemos con absoluta perplejidad, como desde las instituciones se lanzan mensajes que hablan de que se debe garantizar la pluralidad en la configuración de la memoria, que ésta es un derecho de todos, pero callan ante los intentos de convertir en delito algunas de esas memorias.

Ya basta de hipocresía, de doble moral, de apelar a las presuntas o probadas militancias de los fallecidos para intentar criminalizar unos actos de memoria que nada tienen que ver esa circunstancia. Es el vínculo familiar y afectivo que nos une a nuestros seres queridos, el que nos empuja a mantener vivo su recuerdo. El mismo que a otras personas les lleva cada 1 de noviembre a depositar flores en los cementerios, o a acudir en el aniversario de la muerte de su familiar al lugar donde perdió la vida.

Intentar retorcer las circunstancias en orden de criminalizar un acto humano de recuerdo a un fallecido por el vínculo afectivo que les une es absolutamente perverso.

Recientemente, los familiares de los cuatro jóvenes acribillados a tiros hace ahora 32 años en la Bahia de Pasaia, saltaban a los medios para pedir una vez más que el caso sobre la muerte de sus hermanos no se archivase, una vez más en estos 32 años reclaman la verdad de lo sucedido aquella aciaga noche del 22 de marzo de 1984, que se inició con el secuestro de Rosa Jimeno 4 días antes.                   

Ahí quedaron los testimonios realizados por los testigos y que nunca fueron remitidos al juzgado. Ahí quedaron las conclusiones del forense que afirmaban que los disparos fueron realizados a corta distancia, entre otras afirmaciones forenses que ponen muy en evidencia la versión oficial emitida.

Ahí quedó la pista que ofrecía el libro del dirigente socialista José Bono, pista que no interesa andar... Hoy podemos desde nuestros hogares acceder a la hemeroteca facilmente y tener acceso a las investigaciones periodísticas y a las declaraciones de quienes sobrevivieron a aquella noche. Recomendamos que lo hagan, en honor a la verdad.

Las pintadas realizadas por Falange este mismo mes sobre las placas de recuerdo a los trabajadores asesinados el 3 de marzo del 76 en Gasteiz... Démosle la vuelta de nuevo.

La resolución judicial sobre la denuncia interpuesta por Pili Zabala (hermana de Josi Zabala secuestrado, torturado, asesinado y enterrado en cal viva junto a Joxean Lasa por los GAL) ante las declaraciones de quien fuera numero dos de interior del gobierno del PSOE de Felipe Gonzalez, Rafael Vera sobre la "utilidad" que tuvieron los GAL. Y el Juez no ve ni delito, ni humillación... Los GAL, se dedicaron a asesinar a ciudadanos, entre ellos, a algunos de nuestros familiares. Entender que el GAL tuvo su utilidad, es lo mismo que decir que mereció la pena asesinarlos, y más aun, que de los asesinatos de los GAL se obtuvo una rentabilidad política.

Y a tenor del movimiento del Gobierno francés que el propio Vera cita, entre otros, esto fué así, efectivamente de la sangre de nuestros familiares obtuvieron rentabilidad política.

Aquí no pasa nada, no hay humillación, desprecio, menoscabo ni nada que se le parezca ... será que la dignidad de las víctimas también va en función del signo de la violencia que les arrebató la vida? Será que simplemente algunos consideran que estas víctimas, nuestros seres queridos, carecen de tal dignidad?

Y ya que estamos, vamos a recordar que Rafael Vera también dijo que «volvería a hacer lo mismo (en relación a los GAL) aunque a lo mejor con otras personas, creo que lo que falló en aquellos momentos tan difíciles fueron las personas...» más claro el agua.

Y además podríamos preguntarnos por qué nadie actua de oficio contra las declaraciones de un condenado entre otras cosas por el secuestro de Segundo Marey y rápidamente indultado por el gobierno del PP de Aznar. No, de oficio no, que sobre esto también se actua en función del signo de la violencia y en función de la sigla del victimario.

Por cierto que, en otra ocasión, entrevistado por Ana Rosa Quintana, dijo que: «contaré lo que sé de los GAL cuando termine la violencia terrorista de ETA». Y de nuevo viene a decir que sabe más de lo que ha contado, pero nadie pide explicaciones, nadie actua de oficio. Y todos los que suben el tono de sus reacciones para forzar el escándalo ante "ventanas al interior" por poner un ejemplo, callan ante esto.

Desde aquí le animamos a que empiece a contar, porque estamos deseando saber, saber toda la verdad en torno a los asesinatos de nuestros familiares.

La balanza hablá por sí misma, pero no la de la justicía sino la de todo lo contrario. Que se lo pregunten a los titiriteros, a los vecinos de Otxandio, a los del casco viejo de Bilbo que fueron procesados por un artículo de opinión... a los apaleados en los camposantos, a los que les secuestraron hasta a sus feretros, a quienes tuvieron tanquetas, pelotazos, y botes de humo como pompa fúnebre... y así podríamos pasar días... trayendo a la memoria episodios que tornan hacia un lado la balanza de la injusticia hasta tumbarla. La balanza de la impunidad. La de lo lícito y lo ilícito. La de los ascensos en pago por el deber cumplido a pesar de los derechos humanos, sí, también hay una «des-balanza» de los derechos, de la libertades, de la dignidad, de la verdad, de lo que está bien y lo que está mal...

Y metiéndonos como estamos en la vergüenzas de la dualidad moral de los que se creen jueces pero son parte, de los que se visten de arbitros y establecen las reglas del juego en un campo delimitado por ellos, podríamos  hablar también de las zonas oscuras de las comisarias; donde guantes verdes, marrones-azules y también, sí, también rojos, han pasado de forma brutal sobre los cuerpos desnudos de miles de ciudadanos y ciudadanas de este pueblo, una pesadilla sistemática de la que desgraciadamente algunos nunca regresaron.

Deberíamos hablar de la violencia legítima, esa que por ejemplo segó la vida de un trabajador Ourensano de un disparo en la cabeza en la N-1 entre Alegia y Beasain, todavía no sabemos por qué. O de la que vistió de luto una victoria en San Mamés, y tampoco sabemos por qué... y Ondarroa, y Hernani, Lizartza, Bilbo, Billabona, Donostia...

Podríamos hablar del silencio ante la importante documentación encontrada de forma casual, tras un accidente de tráfico el 21 de septiembre del 83, en la A-8 a la altura de Eibar... Luego vinieron los asesinatos, ¿evitables? ¡Inevitable es hacerse esta pregunta!
      
Y sí, también podríamos hablar de lo que todavía a día de hoy pone en peligro la vida de personas de este pueblo, de esas medidas políticas adoptadas por partidos con nombres y apellidos que han tenido una trágica consecuencia a nivel humano, y que hoy continúa amenazante.

Podríamos hablar y habrá que hacerlo de tantos sucesos...de tantas responsabilidades, de tanta tragedia... Deberíamos hablar también de los imperativos éticos... Para nosotras y nosotros, sin duda, el imperativo ético es la verdad. Y lo es, porque aún estamos desenterrando pequeñas pero importantes verdades, realidades que llevan décadas siendo negadas.  

Deberíamos hablar de las exigencias éticas, de esas que se accionan en una única dirección y que a quienes hemos padecido y seguimos padeciendo una violencia de un signo diferente nos hacen retorcer en nuestros asientos.

Y ahora invito a quien lea este artículo, se situe o lo intente, en nuestro lugar; asesinatos impunes de nuestros familiares, décadas en muchos casos de un manto de mentiras humillantes sobre quiénes eran, cómo y por qué perdieron la vida, décadas de desinformación sobre lo sucedido, décadas de oscuridad sobre nuestra realidad, décadas de torturas sobre nuestros incomunicados cuerpos, décadas de represión brutal contra la población civil con incontables heridos y sí, también muertes... ¿Y nadie en este pueblo, con todo el sufrimiento que acumula, es capaz de entender, que cuando las exigencias éticas se direccionan hacía un sólo sentido ocurre que se está de nuevo cayendo en la torpeza de la discriminación?

Sí, discriminación en torno a el valor de la vida de quienes han sido asesinados, o han muerto por la acción o inacción de otros.  Exigimos lo que nosotros mismos no estamos dispuestos a hacer, exigimos a una parte, y obviamos que hay más partes...  nadie exige nada a quienes han sido responsables de los asesinatos de nuestros familiares, silencio como si sus vidas arrebatadas careciesen de ningún valor... ¿Qué tenemos que interpretar? ¿que se lo merecían?

Si esta pretende ser la referencia ética que ha de ayudar a superar las consecuencias de la tragedia vivida, parece obvio que algo falta.

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