Santi Ramirez
Lcdo. en Ciencias Políticas y Sociología

Egipto en la estrategia imperialista

Desde que tuvo lugar el golpe militar en Egipto, el 3 de julio, se ha escrito mucho sobre la situación en aquel país, los Hermanos Musulmanes, la sangrienta represión desatada por los militares golpistas, y el Ejército egipcio. Sin embargo, se ha dicho muy poco sobre el encaje de los acontecimientos allí producidos en la estrategia de dominación del imperialismo yanqui. Para comprenderlo, debemos tener en cuenta varios aspectos.

En primer lugar el contexto en que se produce el golpe militar que es el de una profunda crisis del capitalismo y, como consecuencia, de una creciente agudización de las contradicciones interimperialistas. En segundo lugar, la importancia geoestratégica de Egipto. Y, en relación con ello, la autonomización de algunos de los aparatos del Estado. Y, por último, el peso del factor religioso en Oriente Medio.

En cuanto al contexto, es sabido que las crisis económicas desestructuran los grupos humanos y exacerban al máximo las contradicciones sociales (de clase, de género y nacionales). Pero la actual no es una crisis económica «normal», sino que es mucho más profunda y compleja, ya que tiene un carácter sistémico.

Por ello, además de los efectos habituales que tienen todas las crisis económicas, la actual está teniendo un importante efecto sobre el desarrollo de las contradicciones fundamentales de nuestra época, una de las cuales es la que enfrenta entre sí a las distintas potencias imperialistas. Y, como telón de fondo, el ascenso de China, la nueva superpotencia que disputa a EEUU la hegemonía mundial.

Con la profundización de la crisis, las clases dominantes de todas las potencias imperialistas se afanan por recomponer sus beneficios y recuperar la tasa media de ganancia, para reproducir el modelo de acumulación capitalista. Pero en ese afán, compiten entre ellas de forma despiadada por lograr nuevos mercados; por asegurarse nuevas fuentes de abastecimiento de combustibles fósiles y de materias primas; por garantizar nuevas rutas de transporte para las mismas, y también por controlar los recursos acuíferos del planeta.


En este contexto, el imperialismo yanqui ha diseñado una estrategia dirigida a mantener su hegemonía actual, que contempla diversos planos de actuación y define dos enemigos principales: uno a nivel regional, de Oriente Medio, que es Irán, y otro a nivel global, que es China. En base a esa estrategia, desarrolla unos planes a corto y medio plazo de cara al primero y otros a largo plazo de cara al segundo.

En cuanto a sus planes a corto y medio plazo, que están dirigidos a aislar y a derrotar a Irán, en lo esencial, consisten en consolidar sus posiciones en la región, reforzando a sus aliados principales (Israel, Arabia Saudita y Jordania) y en debilitar a los aliados actuales o potenciales de su enemigo (Siria, Líbano y Hezbolá, así como la resistencia palestina de Hamas).

La llegada del Partido de Libertad y Justicia (vinculado al movimiento islamista de los Hermanos Musulmanes) al Gobierno de Egipto supuso una cierta relajación del extremo aislamiento al que se veían sometidos los palestinos de la franja de Gaza. Por otra parte, el Gobierno de Mohamed Morsi también cortó el suministro de gas a Israel.

A raíz del golpe militar en Egipto, se ha vuelto a cerrar el Paso de Rafá (la principal vía de comunicación entre Palestina y Egipto) y se han dinamitado y cegado la mayoría de los túneles que servían de paso improvisado a los palestinos de Gaza hacia la península del Sinaí. Con lo cual se ha vuelto a recrudecer el férreo aislamiento a que el régimen sionista somete a la población de Gaza. Así pues, el primer beneficiado del golpe militar en Egipto ha sido el Estado sionista de Israel.

El otro gran beneficiado ha sido la monarquía reaccionaria y semifeudal de Arabia Saudita. Hay que tener en cuenta que con la llegada del partido de Mohamed Morsi al Gobierno, Egipto continuó dependiendo de las inversiones del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo), al igual que durante la época de Mubarak. Pero el reino saudí dejó de ser el principal inversor de capital y su lugar fue ocupado por el emirato de Qatar. Este, ya en 2012, prestó 2.000 millones de dólares al nuevo Gobierno, al mismo tiempo que se comprometía a invertir otros 18.000 millones en el plazo de cinco años.

Con el golpe militar, Arabia Saudita ha recuperado su influencia económica y política en Egipto, que perdió al haber sido desplazada por Qatar. Así se cumplía uno de los objetivos del imperialismo yanqui en la región, reforzar a sus principales aliados en Oriente Medio para, de esta forma, consolidar sus propias posiciones.


Respecto a las contradicciones entre Arabia Saudita y Qatar, hay que decir que no tienen carácter antagónico. Por ejemplo, ambos países apoyan a los rebeldes sirios, aunque a diferentes facciones. Arabia Saudita apoya a Suqoor al-sham, Qatar a Liwa al-tawhid. No obstante, esas contradicciones relativamente graves se han agudizado con la crisis.

Qatar es una potencia económica, pero no es razonable pensar que su rivalidad con Arabia Saudita pueda derivar en un conflicto abierto entre los dos países, sobre todo teniendo en cuenta que la extensión de Arabia saudita es de 2.240.000 km2 y que su población es de 27,6 millones de habitantes, mientras que la extensión de Qatar es de solo 11.437 km2 y su población es de 1,4 millones.

Ambos son países islámicos (sunnitas), pero dentro de lo retrógrado de las monarquías del golfo Pérsico, Qatar es ligeramente más «avanzado». Por ejemplo, aunque los dos países forman parte del CCG y son aliados de EEUU, Qatar mantiene una relativa independencia en temas como Palestina y sus relaciones con Irán.

Respecto a la cuestión palestina, hay que decir que en octubre de 2012 el emir de Qatar (principal apoyo político de los Hermanos Musulmanes) visitó la franja de Gaza, rompiendo el aislamiento político de Hamas y prometiendo a sus dirigentes inversiones en la franja. El hecho fue criticado por el Gobierno de Israel, que acusó a Qatar de apoyar al «terrorismo» palestino. Como es sabido, Hamas figura en la lista de organizaciones «terroristas» de EEUU y la UE. Curiosamente, a finales de junio, días antes del golpe militar en Egipto, el emir de Qatar, Hamad bin Jalifa al Thani, abdicó en su hijo, el príncipe Tamim bin Hamad al Zani, al parecer debido a presiones de EEUU.


En cuanto a Irán, principal enemigo de EEUU, Israel y Arabia Saudita en Oriente Medio, en febrero de 2010 Qatar estableció con aquel Estado un acuerdo de «no agresión» y de «colaboración defensiva». Además, Irán y Qatar comparten el yacimiento de gas de Pars Sur, el mayor del mundo en su género. Por otra parte, en enero de 2012 se creó la Oficina de Cooperación Comercial Qatar-Irán, ubicada en la provincia iraní de Bushehr.

Arabia Saudita y Qatar también compiten por ganarse a la masa de creyentes musulmanes sunnitas, terreno en el que Arabia Saudita tiene un mayor ascendiente sobre estos por ser el territorio en el que se asientan los «santos» lugares del mundo islámico (la Meca y Medina).

Cada uno de estos países cuenta con su propia cadena de TV internacional. Qatar desarrolla su propaganda religiosa y política desde Al Jazeera, mientras que Arabia Saudita lo hace desde Al Arabiya (que emite desde Dubai, pero que tiene su sede en Riad). Mientras Qatar apoya a los sectores del «islam político» moderados, como Ennahda (Túnez), el Partido de Libertad y Justicia (Egipto), el Partido de la Justicia y el Desarrollo (Turquía), y el Frente de Acción Islámico (Jordania), que se podrían considerar similares a lo que fueron los partidos demócrata-cristianos de la Europa occidental, y que jugaron un importante papel como bastiones anticomunistas en la época de la «guerra fría», Arabia Saudita difunde una concepción más rigorista del islam, el wahabismo, y apoya a las corrientes políticas más intransigentes y conservadoras, como son los salafístas (en las que el yihadismo cuenta con un excelente campo de cultivo.

El reciente golpe militar en Egipto ha reducido la influencia política y económica de Qatar en Oriente Medio y ha permitido a EEUU relanzar su proyecto de negociaciones entre la ANP y el Gobierno de Israel, anunciado por el secretario de Estado norteamericano John Kerry en su entrevista con Mahamoud Abás el pasado 17 de julio en Jordania. Una propuesta que, anteriormente, había sido presentada por el propio Barack Obama con ocasión de su visita a Ramala en el mes de marzo. Unas negociaciones que también son apoyadas por la Liga Árabe, pero que son rechazadas por Hamas.

Las clases dirigentes de algunos países árabes necesitan que se celebren dichas negociaciones para tranquilizar sus conciencias y justificar su traición a la causa palestina, dada la enorme sensibilidad que existe en sus pueblos sobre esta cuestión. Así, más tarde, podrían alcanzar un acuerdo con Israel y firmar un «tratado de paz» con el Estado sionista, que es precisamente lo que pretende EEUU para consolidar definitivamente sus posiciones en la región de Oriente Medio.

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