Garazi Irureta
Euskal Herriko Komunistak (EHK)

El 1 de Mayo y la lucha por el socialismo

El Primero de Mayo, así como algunas otras fechas simbólicas que se suceden anualmente tienen que dejar de ser meros eventos reivindicativos. No son tiempos de pactos para lograr pequeñas mejoras en las condiciones de vida de los y las trabajadoras. Asumimos que la crisis del sistema y sus contradicciones internas no lo llevarán a su destrucción y tampoco nos conducirá inexorablemente al socialismo.

Reconocer esto nos obliga a los abertzales comunistas, como parte de la izquierda abertzale, a pensar en tácticas, estrategias y acciones de lucha que tengan en cuenta las complejidades sociales y de clase que hoy existen en los países y naciones sin estado dentro del mundo capitalista en que nos encontramos. En estas condiciones desarrollar un proceso revolucionario no resulta sencillo.

Los debates sobre la estructura social y sobre las formas de lucha más adecuadas para  intervenir políticamente en los países capitalistas avanzados, ni son nuevos ni han terminado. Si recordamos nuestra historia reciente, incluso para los primeros militantes de ETA, allá por los años 50, este tema fue motivo de profundas discusiones y escisiones. Y si volvemos la mirada atrás, a los años veinte, nos encontraremos con las palabras de  Gramsci cuando nos advirtió de que no se debe reducir un proceso de transformación social, únicamente, al ámbito económico y político. Gramsci destacó algo que le preocupó cuando se dio cuenta del enorme peso de los factores ideológicos y culturales en una sociedad diversa, poblada de organizaciones y asociaciones complejas, en la que, además, inciden perspectivas intelectuales muy diferentes. A esta situación hay que añadir otro factor de gran importancia en el mundo actual y que representa un gran problema a la hora de crear conciencia en la clase trabajadora. En concreto, nos referimos la interferencia de los medios de comunicación, aglutinados en grandes empresas, defensoras del sistema, y la influencia que estos ejercen en los modos de vida y en la conformación de la opinión pública a favor de un pensamiento único y sumiso a los intereses del capitalismo.

Por todo esto, resulta vital sugerir la importancia de trabajar y extender la conciencia de los trabajadores, para profundizar en un proceso revolucionario que nos lleve a la independencia y socialismo. Ese trabajo evitaría sin duda que dicho proceso se colapse o se detenga frente al muro que los Estados español y francés quieren levantar para introducir esas reformas constitucionales que les permite cerrar de golpe debates como el territorial o acabar de un plumazo y desde arriba con los derechos de los trabajadores.

En nuestra actual realidad política, social y europea, con grandes retrocesos sociales, el reto para un proceso que se autodenomine revolucionario como el vasco pasa por lograr convertir el socialismo en una acción posible, real y concreta. Para conseguirlo no existe una fórmula única y tampoco, como algunos pretenden, recetas preestablecidas. La vía vasca a la independencia y el socialismo supone, en estos momentos actuales, el arte de construir y aunar sectores sociales desde un enfoque claro de ruptura, incluido además en un proceso revolucionario que nos permita avanzar para cambiar el actual marco de correlación de fuerzas, siempre en defensa de la clase trabajadora y los sectores populares.

En este sentido, en el planteamiento histórico de la izquierda abertzale hay dos caras para una misma moneda que deben de estar muy coordinadas, pero que no son lo mismo y que, según la coyuntura histórica, pueden darse en distintos tiempos. Por un lado, está la cuestión de la independencia y la construcción de un Estado y, por otro, el desarrollo de un proceso de cambio radical con el fin de fortalecer las posiciones de la clase trabajadora y de los sectores populares para que puedan caminar hacia el socialismo sin  que nada ni nadie pretenda cortarles el paso.

En la primera cuestión, acerca del estado propio, debemos hacer entender a muchos sectores sociales que miran expectantes a España y Francia que, si esperan la posibilidad de un cambio en esos Estados no lo van a encontrar. La lógica indica que la independencia vasca debe ofrecer la posibilidad de un cambio verdaderamente democrático. En este sentido, ya no vale la reclamación permanente, como en el pasado, del derecho a poder decidir. Ha de ser un proceso más ambicioso de construcción desde la hegemonía política.

Sin embargo, hay que tener claro que aun conquistando una mayoría social, el camino emancipatorio está lleno de desafíos. En primer lugar, los y las trabajadoras vascas no tenemos un Estado propio donde poder construir los cimientos de unas nuevas instituciones y de otro sistema económico que vaya preparando a las y los trabajadores para ejercer el poder desde el nivel más simple hasta el más complejo. En segundo lugar, nuestra lucha confronta contra dos estructuras militares extranjeras que impiden por la fuerza cualquier desenlace favorable al Pueblo Trabajador Vasco.

Los abertzales comunistas tenemos una obligación con nuestro objetivo de lucha y transformación social, por lo tanto debemos centrarnos en construir una República nueva, un nuevo país en el sur de Europa hecho por los trabajadores y trabajadoras, con personas que tengan el derecho a la autodeterminación integral como principio fundacional.

En este primero de Mayo de 2015, a la movilización hay que unir una reflexión profunda sobre la realidad que parece dar tantos favorables al capitalismo y a la represión nacional; una reflexión ideológica que sirva para buscar no solo posibilidades, también luchas, acciones que abran las brechas necesarias para resquebrajar el sistema. El reto está servido, el análisis también. Conseguirlo depende de la praxis que lleve a cabo la clase trabajadora vasca para crear las condiciones necesarias en la lucha por la independencia y el socialismo.

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