Sergio Garcia Errazkin
Exprisionero

El camino que nos queda

Hertzainak musicaba 564 camas vacías allá por los años 80 del pasado siglo, cuando aún muchos de los hoy ex-preso ni siquiera formábamos parte de la cifra maldita. Han pasado décadas y todavía hoy mismo a guisa de constante variable pero estable, nos encontramos con la misma algoritmia macabra, 369 camas sujetas a la ley 7/2003 y 10 que dan número a los compañeros y compañeras gravemente enfermos.

Sin esperar a que sea otra vez el imaginario popular quien refleje el drama, nos hemos puesto manos a la obra, con la implícita y necesaria autocrítica por llegar tarde, a profundizar, debatir y tratar de innovar o explorar con audacia también en el ámbito legal penitenciario, como en todos los que haga falta, para repatriar cuanto antes a los kides que dejamos atrás.

No somos ajenos a las dudas, criticas y miedos que ha generado y genera (como por otra parte todas las anteriores) la implementada nueva estrategia. En este sentido engarzamos esta controversia con la dialéctica siempre presente en la izquierda abertzale, oscilante entre reforma y/o revolución, que conlleva implícita la aceptación o utilización de la legalidad burguesa. Controversia que hemos resuelto la mayoría de las veces con un nítido y claro «hay que estar allá donde haga falta».

Efectivamente, como personas represaliadas pensamos que si hay que estar enfrentando al monstruo incluso en los mayores centros demoníacos de la judicatura española, la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional. Siempre cuesta arriba, sin alfombras ni felpudos de ongi etorri, recurriendo y reivindicando aunque solo sea porque se saltan sus propias leyes o porque, como siempre que se pelea, hay opciones.
También porque, en última instancia, en la hipócrita pero civilizada Europa los códigos penales hispanos y turcos chirrían. Incluso porque aunque sólo valga para que un sólo preso o presa esté un día más cerca de la libertad, cualquier esfuerzo e inversión en tiempo, dinero o recursos habrá merecido la pena.

Somos parte de un pueblo que se crece ante las dificultades y que es capaz de plantearse grandes y desafiantes retos. Estamos seguros que la mayoría de nuestro pueblo entiende que el chivateo, la colaboración o la renuncia a los ideales no pueden ser condiciones para acceder a la libertad, y en ese sentido, es primordial el respeto de la dignidad de los presos en su transito hacia la libertad, hacia la superación de las consecuencias de un crudo conflicto armado, y hacia nuevos escenarios de convivencia, reconciliación y paz duradera.

Los puntos y comas en lo relativo a los pasos a dar los definirán los compañeros y compañeras aún presos, al tiempo que juristas expertos y con bisturí de cirujano tratarán de recorrer el empedrado camino jurídico. Ya se ha radiografiado la realidad desde la que partimos, una variedad de códigos penales diferentes, una variedad de situaciones sujetas a una legislación de excepción que discurre desde los tribunales a la prisiones, que transgrede la propia legalidad penitenciaria española y que atenta a los estándares penitenciarios europeos.

De entre toda esa batería disposiciones «legales», alegales e ilegales, es la ley 7/2003 de cumplimiento integro de penas el dragón al que hay que vencer. Una ley que, en el peor de los espíritus de la venganza, pretende tener encerrados de por vida y sin esperanza a los compañeros y compañeras hoy presas.

Los debates y las decisiones son importantes pero, sin embargo, no podemos echar sobre las espaldas de las personas encarceladas ni sobre sus abogados todo el peso del reto que la sociedad vasca tiene ante sí. Aquí cabría recordar que en los últimos tiempos los que estamos fallando somos los de fuera, y no precisamente los presos que desde 2013 dieron muestras de querer recorrer ese camino. Los pasos a dar colectivamente o el recorrido jurídico individualizado pueden no ser eficientes si les dejamos solos en la batalla.

Todo paso y toda iniciativa quedaría coja si no fuéramos capaces de activar el vector político y si tampoco fuéramos capaces de activar la movilización social en su expresión más amplia y plural. En eso nos hemos empeñado los ex-presos y en eso vamos a seguir empeñándonos. Nosotros, que compartimos con ellos su pasado, su presente y sus sueños de futuro, no podemos dejar que la solidaridad con los presos y presas ni el movimiento en favor de sus derechos caiga en la marginalidad o el olvido.

Es más fácil dar pasos acompañados, y aún más fácil asumir compromisos entre comprometidos, por eso, comprometiéndonos con ellos y ellas, llamamos a los demás a movilizarse y a comprometerse en la pelear por sus libertad y/o por sus derechos.
 
Ahora, nos toca sacar músculo y convencer al paisanaje de que es tiempo de afrontar los nuevos tiempos políticos iniciando un verdadero proceso soberanista, es tiempo de ir cerrando definitivamente las puertas del conflicto armado y solucionando sus consecuencias que todavía hoy se traducen en centenares de personas presas, refugiadas y deportadas.

Es tiempo para hacer visible que cuanto antes el cierre de las puertas de las celdas vacías y la desaparición de las barreras de esas mugas que impiden el retorno de los huidos.

Este es el camino que nos queda por delante. Y, siguiendo la senda trazada en primavera bajo el lema de «Amnistiaren norabidean, preso eta iheslariak etxera» en Usurbil y Bilbo, o este verano en Baiona, Gasteiz, Bilbo…, el día 11 de septiembre la cita es en Donostia a las 13'30 en el Boulevard. Por ellos y por ellas, te invitamos a dar unos pasos con nosotros y nosotras en este tramo del camino.

*Firman también el artículo: Aitziber Arrieta Fagoaga, Aitor Elizaran Aguilar, Ainhoa Landaberea Torremocha, Iurgi Mendinueta Mintegi, Sergio Lezkano Bernal, Rodolfo Cuesta Trula, Josetxo Etxeberria Pascual

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